Miguel López, el periodista sobreviviente del cementerio de Veracruz habla desde EUA

marzo 2, 2017
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El fotoperiodista Miguel Ángel López Solana no busca el sueño americano, huye de la pesadilla mexicana.
Por Santiago Santibáñez.- En junio de 2011 un grupo armado asesinó a su familia en su domicilio, en el puerto de Veracruz. En mayo de 2013, el gobierno de Barack Obama le otorgó el estatus de asilado político en Estados Unidos, a donde tuvo que huir y donde radica actualmente, porque su vida está en riesgo.
La vida de Miguel Ángel estaba en peligro, no sólo en el estado de Veracruz, sino en todo el territorio mexicano. Ningún estado de la República podía garantizar el libre ejercicio de su profesión, menos su integridad.
La madrugada del lunes 20 de junio de 2011 fueron asesinados su padre, Miguel Ángel López Velasco, subdirector del periódico Notiver; su madre, Agustina Solana, jubilada del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y su hermano menor, Misael López Solana, también fotoperiodista político y policiaco.
Parteaguas
“Lo que sucedió esa madrugada del lunes en la casa de mi madre, en San Jerónimo 142, esquina Villa Rica, en la colonia López Arias, fue un parteaguas para el periodismo veracruzano. A partir de ese asesinato se desató una ola de violencia contra la libertad de expresión en el estado de Veracruz que ha dejado al menos 15 periodistas asesinados.
“Se ensañaron con el gremio reporteril y periodístico de Veracruz, filtraron información de manera que pareciera que en todos los casos había una relación con temas de delincuencia organizada y no con la labor periodística, como fue el caso de mi padre y Misa, mi hermano.”
La entrevista se realiza por teléfono. Miguel Ángel vive en una ciudad del país vecino, cuyo nombre se mantendrá en reserva debido a la situación de alto riesgo que vive el fotoperiodista. Esa situación ha sido certificada por el mismo gobierno estadunidense, que comprobó que, debido a su profesión, en efecto, su vida está en peligro.
Para Miguel Ángel, sin duda, hubo participación del gobierno que encabezaba Javier Duarte, tal vez el peor gobernador en la historia del estado, ahora prófugo, pues durante su desgobierno acumuló el mayor número de periodistas desaparecidos, desplazados y asesinados en la historia de nuestro país.
El padre de Miguel Ángel, conocido en el mundo periodístico por su columna “Va de Nuez”, que escribía con el seudónimo de Milo Vela, fue reportero y editor de nota roja por 30 años.
Milo Vela documentó, en la década de los 90, “lo que fueron las primeras escaramuzas del narcotráfico en el país, con su libro titulado Todos están adentro.
Ahí comenzaría la historia de la narcopolítica que Milo Vela registró cada día, año tras año, en su columna en Notiver, el diario de mayor circulación en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.

… lo que siguió
“A partir del cruel y sangriento asesinato de mi familia, empezaron a asesinar a más periodistas y se cometieron muchos ataques; asesinaron a mis compañeros del periódico: Yolanda Ordaz, el 26 de julio de 2011, y a Gabriel Huge, a quien encontraron muerto el 3 de mayo de 2012”.
Sólo un año más tarde sería encontrada sin vida Regina Martínez, corresponsal de la revista Proceso, también en su domicilio, en Xalapa.
Pero la violencia contra los periodistas de Veracruz se propaló más allá de las fronteras del estado. En julio de 2015, el fotoperiodista Ruben Espinosa Becerril fue asesinado en un departamento de la colonia Narvarte, en la Ciudad de México. Hasta ese momento, la ciudad capital era considerada una zona de refugio para quienes salían desplazados de sus comunidades por la violencia.
“Rubén intentó buscar asilo, o intentó escapar realmente de la violencia de la cual había sido víctima mientras realizaba su labor periodística en Xalapa; pero no fue así, hasta allá lo fueron a buscar para terminar con su vida”, recuerda Miguel Ángel.

“Vete para la casa, allá estás más seguro”
El domingo 19 de junio se celebraba el Día del Padre. Toda la familia se había reunido en torno de la mesa principal de la casa materna; pero había algo extraño en la actitud de Miguel Ángel López Velasco, cierta distracción, cierta ausencia.
López Velasco era parco para comentar o ventilar sus problemas o aflicciones personales, recuerda su hijo Miguel Ángel. “No expresaba lo que le estaba pasando para no crear preocupación familiar, pero pues uno conoce a su familia y en ese momento realmente te das cuenta de que algo está ocurriendo, que algo anda mal.
“Mi tío Marcelino, quien vive allá por la zona de Campeche, había mandado unas langostas y mi mamá las preparó en salpicón. Estuvimos comiendo, platicamos de cómo nos iba, pero nunca abordamos realmente el tema de la violencia, de toda la que estábamos viviendo en el estado, en el país.
“Se procuraba alejar el tema de la mesa para no amargarse tanto los días, pero dadas las circunstancias… eran temas inevitables.”
Miguel Ángel llegó al festejo con su hermana aquel domingo. Su auto lo había dejado varado, así que lo llevó al taller y su hermana pasó por él. “No pude trabajar bien ese fin de semana, me mantuve como que un poco alejado de la situación, porque no podía desplazarme con facilidad.”
Este hecho, Miguel lo recuerda como un dato relevante pues, a partir de que no se traslada en su vehículo, recapitula, los asesinos lo pierden de vista.
Terminando la comida Miguel se fue a su casa.
Misa, su hermano menor, había cubierto una actividad en la zona norte del puerto, donde un pescador se había enredado con la misma red con la que pescaba.
Más tarde cenaron juntos unos tacos. “Estuvimos conviviendo en la casa de mi esposa. Alrededor de la medianoche le dije a mi hermano: ‘vete para la casa, allá estás más seguro’. Eso era lo que yo sentía en ese momento, ¡cómo recuerdo esa frase!, yo ya estaba en casa de mi esposa y pues también ya me sentía seguro allá en el interior, ¿qué te puede pasar adentro de tu casa, verdad?”.
Misa siguió trabajando esa noche. Fue el último en llegar a la casa materna. Su padre ya había regresado de trabajar en Notiver, donde editaba la edición de Sucesos. Casi siempre terminaba alrededor de la una de la madrugada, esperando la noticia de última hora.
El lunes, como a las seis o siete de la madrugada, sonó su teléfono, pero Miguel Ángel no contestó la llamada.
“Luego sonó el teléfono de mi esposa. Ella contesta, era Gabriel Luge, quien le preguntaba por mí. ‘Está aquí a mi lado’, le contesta, y me pasa el teléfono.
–¿Que pasó? –Vete para la casa de tus papás, me dice, que intentaron robar.

Un mal presentimiento
La intranquilidad se apoderó en esos momentos de Miguel Ángel, lo desconcertaba que ni su padre, ni su hermano, menos su madre, tomaran sus llamadas, ni se comunicaran con él.
“Tenía un mal presentimiento, después de haber sufrido un levantón, después de haber visto tantas cosas terribles te vuelves desconfiado para todo. Le dije a mi esposa que me esperara en la casa.
“Manejé durísimo, muy rápido, porque en lo que conducía intentaba marcarle a mis padres, a mi madre, a mi hermano… ninguno de ellos respondía el teléfono. Iba volando sobre la calle Victoria…”
Unas cuadras antes de llegar a la casa observa la calle cerrada y repleta de patrullas y policías, muchos.
Cuando desciende del carro, lo encañonan.
“Les digo no, no, voy para mi casa, voy a ver a mi familia. Algunos agentes me conocían, otros no, porque uno todo el tiempo está cubriendo la nota policiaca e interactúa con ellos.
El primero en recibirlo fuera de la casa es su compañero Miguel Luge, quien le suelta: “mataron a tus papás”.
“Veo el carro de mi hermano y le pregunto: ¿y Misa? ‘También lo mataron’, responde.
“Como reportero y como persona que ha visto escenas del crimen intento realmente comprender qué fue lo que sucedió ahí, porque uno nunca piensa ni se imagina que va a llegar a su casa, a la de sus papás y va a ver aquello hecho una carnicería ¿verdad?
“Entonces veo la puerta rota. Mis papás vivían sólo con una cerradura y muchas veces la puerta de esa casa estaba abierta. Era un barrio, era Veracruz ¡era nuestro hogar!”
La parte superior de la vivienda se encontraba en obra negra, es por donde Migue Ángel insiste en que las personas entraron a realizar el trabajo de muerte contra sus padres y su hermano.
“Subo por las escaleras y el primer cuerpo que veo es el de mi madre, boca abajo, en la puerta de su cuarto. Mi padre estaba como sentado, recargado en la cama. Corro al cuarto de mi hermano y ahí está el menor boca abajo, todos con el tiro de gracia, todos rematados.
La memoria fotográfica de Miguel recrea la escena y dice: “no había ningún disparo en las paredes, todos estaban dirigidos a los cuerpos. Después la policía hablaría de que habían más de cien disparos, pero eso no es cierto, yo no vi tanto casquillo tirado en el piso”.

http://congresoqroo.gob.mx/historial/15_legislatura/micrositios/foro-consulta/doc/convocatoria-foros.pdf

Los estaban halconeando
–¿Podrías decir que fue un trabajo “limpio”, como dicen, realizado por especialistas?
–Sí claro, limpio, ellos estuvieron vigilando la casa. Yo también me fijé esa misma noche del domingo, porque regresé por más salpicón, y vi a una persona muy interesada en asomarse a la casa. Cuando yo estoy abriendo, subo y hago por asomarme por arriba, pero ya no lo encuentro, ya no lo logro ubicar.
“Los estaban halconeando. Como todos los homicidios y asesinatos de los demás periodistas, fue la misma manera de trabajar; a partir de ahí, te insisto, es un parteaguas. Si lograron cubrir el asesinato de la familia entera de un periodista, se dijeron, pues podemos cubrir el asesinato de un periodista solo.”
–¿Qué pensaste en ese momento?
–¡‘Uta madre!, suelta Miguel con acento jarocho.
“No sabes qué pensar cabrón, no tienes ninguna pinche idea, tratas realmente, pero es un shock. Me acuerdo que toqué los pies a mis padres, porque era su costumbre. Me decían que cuando fueras a despertar a una persona le tenías que tocar el pie, porque si tú la tocabas en otra parte, se espantaba.
Recuerdo haberles tocado los pies a los tres y ya los tenían fríos.
En ese momento yo también tenía mucho frío, no sabes realmente qué pasa.
“No había nadie que supiera qué ocurrió, estando ahí trataba de entender.

No tomes fotos
“Recuerdo que llegó un policía y tomó fotos, le dije: ‘por favor no tomes fotos’. Respondió que eran para el informe. Ya no le dije nada. Pero ahora digo y para qué madre un informe, ¿verdad? A quién puta madre le interesa ver a la gente así muerta, que realmente esté muerta, ¿me entiendes? Pero las fotos son las pruebas de que se hizo el trabajo: quiero ver que esté realmente muerto.
“Para mí el gobierno de Duarte aplicó completamente la narcopolítica, en la cual si no eres mi amigo, ni me lames las botas eres absolutamente mi enemigo y mereces plomo. No creas que han matado a líderes, a cañeros realmente gratis, tiene que ver todo con el sistema político que existe ahí en el estado, no creo que porque entre otro gobernador aquello vaya a cambiar.
Eso es lo que impera ahorita en México: la narcopolítica.
–¿Qué haces después de salir de casa de tus padres? ¿Qué medidas tomas? ¿Pensaste que tu vida estaba en riesgo?
–Yo no quería salir de Veracruz. Quienes me dicen que tengo que salir de Veracruz son tres personas: Andrés Timoteo, Mireya Cuéllar y Luz María Rivera. Ellos realmente se encargan de realizar todos los trámites para llevarme a la Ciudad de México. En esos momentos no quieres separarte de los restos humanos de tus familiares, quieres averiguar qué pasa.
Durante el funeral de sus padres estuvieron presentes elementos de la Marina, como si estuvieran en un gran operativo: con chaleco antibalas, armas largas, pasamontañas. Esa misma noche, Miguel Ángel toma la decisión de salir de Veracruz.
“Después del sepelio de mis padres me voy al aeropuerto y llego a la Ciudad de México.
“En la capital comienzan a realizar los protocolos de protección. A partir de ese momento todo es nuevo para mí.
“Recibo el apoyo de La Jornada, de Reporteros Sin Fronteras, de Artículo 19, de la Casa de los Derechos de los Periodistas.”
Miguel y su esposa se estuvieron moviendo con frecuencia de locaciones, de casas seguras en la Ciudad de México.
“Así estuvimos durante seis meses, realmente se pasaron muy rápido, buscábamos la forma de salir del país, porque nos planteamos movernos a otro estado. Hicimos el ejercicio de ver el mapa de México.

Ningún estado es seguro
Resultó que ninguno de los estados es realmente seguro y mucho menos brindaban las garantías para ejercer la libertad de expresión.”
Un buen día, ya desesperados, regresaron a Veracruz por el carro de su hermano. Manejaron a la Ciudad de México por sus pertenencias. Al llegar al cuarto que rentaban encontraron la puerta abierta, las maletas y la ropa por el suelo. Todo revuelto.
“Lo mismo todo lo que han vivido los demás compañeros asesinados, yo lo he vivido. Me lo han hecho y yo te puedo confirmar que es el mismo modus operandi, claro que lo es.
“Era un cuartito chiquito, todo hecho un desmadre y dije: ¡puta madre, ya nos ubicaron, ya saben dónde estamos! Le hablé al que nos rentaba el cuartito. A estas alturas no creo en ninguna puta casualidad. Cuando le hablé al casero, el cabrón iba llegando, y cuando yo lo vi, lo vi amarillo, y le dije: sabes, me tengo que ir. Le debía dinero, y todavía todo nervioso, recuerdo que le temblaron las manos. Me regresó dinero.
“Yo ya me hacía casi viviendo en el DF, pero a partir de los hechos sales corriendo. Me la intentaron hacer a mí chingos de veces y todavía antes de irme a vivir a la frontera regresé a Veracruz. Recuerdo que también ya me sentía vigilado, empiezas a desconfiar de todo pinche mundo. “Me acuerdo haber visto a un expolicía en la colonia donde nos pusimos a vivir. Vi a un policía de lejos, viendo hacia la casa donde estábamos. Salí por atrás de la casa y le fui a dar la vuelta al parque. Cuando él se da cuenta de que yo me estoy acercando detrás de él, pasa una moto se sube y se va, ¿me entiendes?
¡Realmente me les pelé, un chingo de veces me les pelé!”.
La pareja abandona de nuevo Veracruz, y manejando llegan a la frontera.
Pero la decisión de pedir asilo se toma después de la noticia de que a Gabriel Luge, a su sobrino Guillermo, a Esteban y otra joven de nombre Irasema, los asesinan.
“Con ellos yo trabajaba, eran mis compañeros reporteros, los tres. Antes de venirme para acá, para Estados Unidos, platiqué con Gabriel personalmente. Veracruz es tan pequeño que es imposible no encontrarte a las personas.
Nosotros veníamos a este país en plan de estar alejados e intentar sanarnos ¿verdad? aislarnos, pero la decisión de pedir asilo político se toma a partir de esos lamentables acontecimientos.”
Miguel Ángel se pone en contacto de nuevo con algunas organizaciones que lo habían apoyado y les avisa que ya se encuentra en Estados Unidos de América.
“Ya no pensaba comunicarme con ellos. No más. Yo sabía que ellos tenían alguna forma de contactar a alguien que se encargara de asuntos políticos y legales. Ellos me contactan con Carlos Spector a quien le hago saber mi caso y nos quedamos de ver.”
Carlos Spector es un abogado de migración que radica en El Paso, Texas. Él ha llevado cientos de casos de asilo político, no sólo de reporteros. Se le considera una persona que tiene conocimientos amplios en el tema.

Quieres tu casa, no ser ser asilado
“Hablo con él, nos ponemos de acuerdo y se realiza un viaje a El Paso para entregar los documentos y todo lo necesario para realizar el proceso de asilo político. Sin duda ha sido difícil, porque todas las mañanas ya no despiertas en tu casa, y comienzas a recordar por qué chingada puta madre estás aquí, porque lo que más quisieras es estar en tu casa, con tu familia, no asilado políticamente.
–Parte de eso que ha sido tu exilio es no poder realizar tu labor periodística, ¿qué es eso para un periodista? ¿qué haces para vivir?
–Platicaba el otro día con una gran mujer periodista, y le comentaba todo lo que he hecho para poder sobrevivir: estuve trabajando de ayudante de albañil, en un restaurante, en la construcción, he hecho de todo, y me dijo: tú has logrado todo eso porque tú eres periodista. Porque un periodista vive con un sueldo raquítico y puede estar horas parado bajo el sol esperando la nota y puede tomar sólo un poco de agua y seguir caminando en un desastre natural, no importan las cosas que tenga que pasar un periodista, siempre va a salir adelante.
Y realmente este oficio y esa profesión hizo que yo siguiera adelante y tuviera conocimiento de algunas cosas. Porque uno entrevista al talachero, al zapatero, y así uno va aprendiendo de sus entrevistas. Vas viviendo otras vidas y dentro de las cosas que se te van quedando en las entrevistas vas aprendiendo, todo eso me ayudó a sobrevivir.
–¿Cuál es tu situación legal en Estados Unidos? ¿cómo se te informó acerca del asilo?
–Pues recuerdo que se llama Cristal quien me da la noticia. “Miguel, le quiero comunicar, le quiero decir que usted ya ganó el asilo político, ¿está usted contento?”. No sabía qué hacer, no sabía si reír, llorar o cantar, pero pues es algo difícil de asimilar, porque tú no lo quieres, pero lo necesitas, ¿me entiendes?
“Así lo veo, el proceso fue duro muy difícil, pero de alguna forma ellos se dieron cuenta de que mi vida corría realmente riesgo en México, porque si el gobierno de esta nación me dio asilo político es porque ellos me investigaron, ellos saben todo de mí. Se comprobó que mi vida corre riesgo en México.”
Miguel Ángel insiste en que tiene sentimientos encontrados al respecto, porque han pasado cosas terribles en su vida, que han sido comprobables, por eso le otorgaron el asilo político de manera indefinida.
Actualmente está esperando respuesta sobre su trámite para conseguir la residencia permanente, para obtener la green card.
“Pero sin duda mi corazón y mi alma se encuentran en Veracruz. Mi mente se encuentra angustiada y, por increíble que parezca, mis noches ya no son igual, mis mañanas ya no son iguales.
“Uno prende la computadora para revisar las noticias en Internet, para ver qué está sucediendo, porque también fueron muchas mañanas en las que se daban a conocer malas y malas noticias: que las personas ya no aparecían, que los compañeros ya no aparecían, y ahora parece que eso es normal en el estado de Veracruz, en el país.

Terrorismo de Estado
“Los ciudadanos están bajo el acecho de la violencia, ya no es delincuencia, es un terrorismo de Estado. Las personas ya no pueden salir ni enfrente de su casa, corren el riesgo de quedarse en medio de una balacera.”
Antes de terminar la entrevista se le agolpa la nostalgia y reflexiona: “Es doloroso lo que sucede con los miles de huérfanos que hoy hay en México, en mi país, en Veracruz. Todas las madres que no encuentra a sus hijos, que no encuentran a sus esposos, que todos los días se levantan con la intención de al menos saber dónde están enterrados, o donde pueden encontrar, al menos, sus restos humanos. Así es como nos mantenemos las ganas de vivir, así es como estamos esperando que algún día México cambie, que el pueblo despierte, que realmente los ciudadanos se unan para formar un frente en común contra los malos gobiernos, contra la violencia y la narcopolítica que imperan en México.
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