Sargacerías: Más si osare una extraña planta marina

septiembre 22, 2018
por

Arturo Mendoza Mociño

A la memoria de Víctor Hugo Guzmán Olague, un periodista cultural de verdad

Nadie viaja hasta México para ver el legado de Carlos Salinas de Gortari. Los extranjeros vienen al país por sus playas, no por el Chalco de Solidaridad. Por Frida Kahlo y un puñado de zonas arqueológicas —Chichén Itzá, Teotihuacán, Monte Albán, Palenque—, no por la creación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Canal 22. Es más, México es una potencia turística no por sus políticos, sino por su riqueza histórica y reservas ecológicas.
¿La Salinastroika, qué? Cancún, solito, es más célebre a nivel mundial que el ex presidente.
Por eso no es de extrañar el síndrome de avestruz que vive el Estado mexicano ante la emergencia ecológica que asola el Caribe mexicana y que es un inusual recale de sargazo. ¿De qué sirve que en Quintana Roo exista un Consejo de Ciencia y Tecnología, El Colegio de la Frontera Sur, un centro de investigación del Instituto de Limnología de la UNAM y que también se encuentre aquí una de las mayores fuentes de divisas internacionales del país con el turismo, si ninguno de ellos ha podido implementar una solución científica para la más nueva de las varias plagas bíblicas que azotan la región desde hace varios años y que son la corrupción política y la narcoviolencia?
Talento hay, tanto en Quintana Roo y en el país entero. Dinero, también. Falta, lo sabemos desde hace seis años, visión de Estado. Que el gobierno mexicano asuma este fenómeno ecológico como una serie amenaza a una de sus fuentes de ingreso y al motor de la economía turística nacional. Porque si el sargazo seguirá llegando a playas mexicanas debido al calentamiento global, eso significa que se trata de un problema a largo plazo que no se resolverá ni con lanchitas sargaceras ni redes atrapamalezas. Menos con la tan recurrida declaracionitis.
Se requieren acuerdos internacionales para evitar que se viertan al mar los abonos que están haciendo que crezca el sargazo de manera exponencial. ¿Y quién está haciendo eso? Estados Unidos en la Delta del Mississippi desde donde las corrientes marinas trasladan ese nutrimento que ha rosbustecido el Mar de los Sargazos.
Allí es donde entran las políticas que todo Estado debe aplicar en beneficio de sus intereses económicos, políticos y sociales. Si cuenta con científicos capaces, empresarios interesados en mantener sus negocios y una sociedad civil en extremo sensibilizada por los desequilibrios ecológicos, debería actuar en consecuencia y tomar la bandera de la protección de aguas internaciones y tenerlas libres de fertilizantes agrícolas como ocurre también con el petróleo.
Pero lo que debería ocurrir a nivel institucional, ocurre a nivel individual y un ciudadano ya se puso manos a la obra con el uso que se le puede a los centenares de toneladas de sargazo que se recopilan cada día de los litorales quintanarroenses.
Omar Vázquez Sánchez, propietario del vivero Blue-green en Puerto Morelos, ya inventó la primera casa construida con ladrillos de sargazo, que no huelen mal, que no tienen bichos y que son ligeros y térmicos como los ladrillos de adobe en los cuales se inspiró este inventor portomorelense tras seis años de experimentos.
¡Seis años le llevó a Vázquez Sánchez encontrar una solución práctica a la acumulación de sargazo que se recoge en las playas de Quintana Roo! ¿Cuántos años le llevará al gobierno mexicano salir de su parálisis y salvar la joya de la corona del turismo nacional? Hagan sus apuestas.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Artículo Anterior

Deja Arco playas del centro de Playa y deja sargazo acumulado

Próxima Artículo

El arte de rodar la brisa de Cancún

Ir a Arriba