Cuando los soldados significan fin a la violencia, cuando menos en el pensamiento infantil

octubre 9, 2018
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La última esperanza de Cancún se centra, entre vítores, en 3 mil 200 soldados que desfilan por el corazón de la capital económica de Quintana Roo
Arturo Mendoza Mociño
Cancún, Q.Roo, a 9 de octubre de 2018.- Alexis, Bryan, Ana y Heriberto son algunos de los niños con discapacidad visual y auditiva de la escuela Eduard Huet que esta mañana vitorearon felices el histórico desfile militar con el que se celebró la inauguración de la Ciudad Militar en Isla Mujeres por parte del Presidente Enrique Peña Nieto.
La llegada de la
las 21:25 horas, en la calle Palma Aceitera, en el Fraccionamiento Las Palmas de la Supermanzana 259, donde un joven de 19 años de edad falleció tras recibir múltiples disparos en el interior de un domicilio, mientras que otra persona que sobrevivió al ataque fue trasladada al Hospital General con lesiones de gravedad. La madre del joven acribillado lo identificó con el nombre Pedro M. A. y dio a conocer que se ganaba la vida vendiendo agua purificada desde que llegó a Cancún desde su natal
Tecpacam, Chiapas.
Otro hombre, en la Región 92, a la altura de la Manzana 76, sobrevivió a una balacera y sólo quedó herido por un rozón de proyectil en la oreja derecha. Los paramédicos que lo valoraron en el lugar de los hechos consideraron que no era necesario hospitalizarlo.
A las 9:45 de la mañana de este martes 9 de octubre, esa estela de sangre y pólvora era desconocida por los pequeños que habían doblado sus bastones guías y, tomados de las manos de sus maestras Laura González, Marcela Gutiérrez y Pamela Estrada, que se conmovían con el redoble de los tambores y el rugido que rasgaba el cielo cada vez que pasaba por encima de sus cabezas un escuadrón de aviones enfrente de la Central de Bomberos.
—“¡Escuchen!”
Alexis, Bryan, Ana, Heriberto y los demás niños escucharon y “vieron”, gracias a sus maestras, que cuatro mujeres militares portaban una gran bandera, seguidos después por fusileros paracaidistas, un amplio destacamento de la policía militar y un destacamento del 64 Batallón de Infantería que desfilaron desde el Palacio Municipal hasta el Crucero. A todos ellos les gritaban:
—“¡Gracias, gracias!”
Y, por petición de sus maestras, coreaban cada vez que veían militares mujeres: —“¡Arriba las mujeres!”
Entonces uno de los padres de los chicos bromeó preguntando:
Décima Brigada de Policía Militar, con 3 mil 200 elementos, tratará de poner
fin a la ola de violencia que sacude a la capital económica de Quintana Roo con más de 400 narcoejecuciones. De hecho, antes de la parada militar, Cancún tuvo tres cruentos asesinatos
la noche del lunes. El primero de ellos ocurrió a
El tercer ataque a balazos fue en la Región 248 y fue una mujer la que resultó lesionada y
trasladada al Hospital General.

— “¿Están soldadas o quebradas?”.
Quizás el momento que más emocionó a los chicos que tienen edades que van de los siete a los 12 años, fue cuando pasaron los camiones del Plan DNII con soldados con elementos caninos que ladraron ante los vítores de los niños.
Cuando pasa uno de los tráileres de ese destacamento, el que lleva la clave 1123914, y suena uno de los cláxones todos los chiquitos se sobresaltan y brincan sorprendidos por ese sonido. Amorosas, las maestras, les explican quiénes pasan ante ellos. Si soldados, si mujeres, si buzos.
Todos quedaron encantados con los tambores. Les gustó su retumbar. Pero también les gustó recordar que el desfile lo abrió una gran bandera mexicana. Y claro, que varias de las mujeres soldado les sonreían y les saludaban cuando los pequeños coreaban:
—“¡Gracias, gracias!”
Sus limitaciones físicas, gracias a sus maestras, no les impidió a estos niños presenciar un evento histórico y externar, a quien los escuche, que requieren mayor sensibilidad e inclusión por parte de la sociedad para que ellos se sientan forman parte de la sociedad.
Esa misma sociedad que presenció esta parada militar con la misma actitud de estos pequeños cancunenses, la esperanza porque este remedio militar para una espiral de violencia que, como aquel poema de José Gorostiza, parece no tener fin.

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