¿Qué fue del Maromero Paez?

(Fuente)

ÉRIKA MONTOYA

Desde la cuna, el mexicano Jorge Maromero Páez estaba destinado a estar bajo los reflectores. Su infancia en el circo de su abuela, El Olvera, donde fue payaso, malabarista y acróbata, fue el escenario donde aprendió todo lo necesario para convertirse en ídolo, pero su facilidad para los golpes lo llevó hasta donde jamás imaginó: a convertirse en campeón mundial… aunque después, un giro inesperado convirtió aquel glamur en olvido y pobreza.

Jorge Páez [Fototeca Milenio}

Considerado por los expertos como uno de los mejores pesos pluma mexicanos en la historia, Maromero Páez conquistó las arenas en Estados Unidos, no sólo por su excentricidad que lo llevó a subir al ring vestido de novia o con cortes de cabello tan alocados que hubieran hecho desmayar a cualquier estilista, él logró abrirse camino gracias a un estilo técnico que fluía con buenos reflejos, resistencia y talento nato. Su único inconveniente fue haber brillado entre la década de los 80′ y 90′ bajo la sombra de Julio César Chávez.

“Trabajar con él era muy divertido, pues había bromas todo el tiempo, era muy locuaz. Planear sus entradas era algo tan importante como la pelea misma. Era un showman. Lástima que el boxeo no le regresa todavía a Jorge lo que él significó para el deporte, pues lo revolucionó, arrastraba multitudes, las televisoras se peleaban por él y luego lo hicieron a un lado”, recordó para MILENIOLa Afición el entrenador Antonio Lozada, quien formó parte del equipo de Páez hasta 1990.

De cima, a sima

Jorge Adolfo Páez Febles nació en Mexicali, Baja California, en 1965 y con 19 años debutó en el boxeo profesional por consejo de su abuela.

Jorge Páez [Fototeca Milenio]

“Si te gusta pelear, que al menos te paguen por eso”, le dijo doña Herminia, abriéndole un panorama totalmente nuevo, Jorge no sabía que por eso pagaban y aunque el boxeo no le gustaba, se aferró a la posibilidad de ganar más dinero.

Jorge Páez [Fototeca Milenio]

Páez estaba orgulloso de su origen y por eso adoptó la maroma hacia atrás como su firma después de cada victoria, pues insistía que quería que los fanáticos supieran que era un artista y quería darles un gran show. Al final, lo terminaron llamando “El príncipe de los payasos del boxeo”, apodo que no le molestó pues “era un payaso que también sabía pelear muy bien”.

“Jorge era talentoso como el que más, pero la falta de difusión mediática, más la cercanía de su carrera a la de Julio César Chávez, terminaron eclipsándolo”, reconoció el historiador mexicano Víctor Cota León.

Dueño de golpes sólidos -sobre todo el olvidado bolo punch- sumado a su habilidad de hacerse casi de goma para esquivar el castigo de sus adversarios, consiguió su primera pelea de campeonato mundial en 1988 ante Calvin Grove. Esa noche -en lo que fue la última pelea pactada a 15 rounds en la historia- Maromero se alzó con el título de la Federación Internacional de Boxeo en peso pluma, que conservó de manera consecutiva en ocho exposiciones.

“Fue muy complicado trabajar con él, pues era un chico humilde y con poca preparación, lo cuidaban mucho en el circo, así que cuando salió se quiso comer el mundo de una mordida.

“Se apoyaba mucho en su talento, pero había que estar detrás de él para que entrenara y si había una chica bonita por ahí, entrenar era un reto casi imposible”, recordó Ignacio Huízar, quien fue su promotor desde el inicio hasta 1991, cuando Jorge lo acusó de haberle querido robar.

Jorge Páez y José Sulaimán [Fototeca Milenio]

Como campeón, Maromero se presentó pocas ocasiones en México, pero la noche en la que estaba señalada para que brillara con una pelea en la Plaza de Toros México, además de un aguacero monumental, el show se lo robó el cantante Jorge Muñiz, quien olvidó la letra del himno nacional.

Luego de 19 años de profesional y con un récord de 79 victorias, 14 derrotas y 5 empates, con 52 nocauts, se retiró en 2003 con una victoria por decisión unánime sobre el estadunidense Scott McCracken.

Jorge Páez y Luis Donaldo Colosio [La Afición]

Una década después, Jorge Páez dio vuelta a la página y se convirtió en testigo de Jehová y ahora dedica sus días a predicar en Las Vegas, lejos de los foquitos y tocando de puerta en puerta, sobreviviendo día a día y durmiendo en una cámper.

“Me gusta esta religión, me hizo cambiar como persona. Pero mi personalidad no ha cambiado, me gusta seguir haciendo bromas, con el mismo sarcasmo”, reconoció el peleador a Univisión, quien ahora comienza a dar algunas señales de demencia boxística, pues luego se le ve vagando por las calles de Las Vegas sin rumbo.

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