Cancuninseguro- Pagina 47

Balan a 3 militares en la Región 236 de Cancún, uno muere

Cancún.- Tres elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) fueron atacados a balazos esta noche, en la Región 236, manzana 42, uno de ellos murió en el lugar y otros dos fueron trasladados de emergencia al Hospital General de esta ciudad.
Los elementos estaban franco, pues había salido de sus actividades en la mañana de este sábado, por eso no pudieron repeler el ataque, pues no portaban sus armas de cargo.

Según testigo de los hechos, sujetos desconocidos llegaron hasta la Manzana 42 de la Región 236 y abrieron fuego contra los jóvenes militares, uno de ellos quedó tendido sobre el pavimento, mientras los otros dos cayeron heridos de gravedad.
Hasta el lugar llegaron elementos policiacos, seguidos por paramédicos de la Cruz Roja, quienes atendieron a los heridos, mientras que el Servicio Médico Forense hacía el levantamiento del cadáver.
Los que fueron trasladados al Hospital General fueron Luis Antonio S. N., de 19 años y Ángel Gabriel S. H., de 20 años; su estado se reporta de pronósticos reservado.
Por ese motivo se activó el código rojo y los elementos policiacos de los tres niveles de gobierno realizan recorridos por las Regiones aledañas a la 236.

Ingresa Seguridad Pública a Plaza de Toros, pero no interrumpen corrida

Cancún.- La polémica corrida de toros realizada esta noche en la Plaza de Toros se efectuó pese a una clausura en su taquilla y a la llegada de agentes de la Secretaría Municipal de Seguridad Pública, que únicamente quedaron de espectadores, mientras los matadores de la noche fueron sacados en hombros.
La Plaza de Toros festejó su 30 aniversario con una corrida de toros, pese a que esta actividad fue prohibida por la Ley de Bienestar Animal, y pese a que el Ayuntamiento igualmente les negó el permiso para el evento, pro contravenir su reglamento. A través de la magistrada Isabel Cecilia González Glennie, integrante del Tribunal de Justicia Administrativa, obtuvieron una suspensión, con el alegato que ya habían anunciado el evento, antes de la entrada en vigor de la ley, para así desarrollar el evento.
En los dos últimos días, el Ayuntamiento de Benito Juárez clausuró el recinto en dos ocasiones, primero por Protección Civil y luego por Ecología, debiendo resarcir la empresa las observaciones, pudiendo reabrir apenas esta mañana.

Animalistas de la asociación civil Opus Magnum obtuvieron, mediante amparo, dos suspensiones para evitar la realización del evento, pero aunque aseguraron que acudirían con la Fiscalía General del Estado, el evento se llevó a cabo.
Cerca de 50 inconformes se manifestaron frente a la plaza, con gritos de “¡Pablo Hermoso, tu oficio es vergonzozo!” y “¡Toros sí, toreros no!”.
Poco a poco, familias fueron llenando la plaza. Llegó también la Dirección de Fiscalización, que al ver que no se contaban con permisos, procedieron a clausurar la taquilla. Ante ello, el personal de la plaza permitió el ingreso de la gente, para comenzar a cobrarles adentro.
La función arrancó. No pasó mucho tiempo antes que alguien del público brincó la barrera, y acabó corneado. Al parecer, era un acto de protesta. El sujeto fue retirado, sin que estuviese lesionado de gravedad.
Ingresaron después agentes de la Policía Municipal, incluido su titular, Eduardo Santamaría Chávez, quienes, aunque se desplegaron y parecieran conversar con varios de los participantes, finalmente nada hicieron, únicamente recibiendo las rechiflas y reclamos del público presente, en un auditorio a medio llenar.
Una vez muerto, el toro fue sacado arrastrado sobre la arena por un grupo de gente, mientras los matadores fueron llevados en hombros fuera del recinto.

Defensor de animales es embestido por toro en Plaza de Toros de Cancún 

Redacción/De Peso
CANCÚN.- A unos minutos de que se registrara el cierre de taquilla, dentro de la Plaza de Toros Cancún, un presunto defensor de animales se aventó al ruedo y fue corneado por el toro, ante la mirada atónita de los asistentes.

Cabe destacar que Minutos antes de las 9 de la noche, Fiscalización hizo su mágica aparición y clausuró la taquilla de Plaza de Toros de Cancún, en plena corrida.

Lo anterior se debe a que la Secretaría General del Ayuntamiento de Benito Juárez negó la autorización para realizar la corrida de toros en Cancún, programada para hoy 20 de diciembre, y presuntamente a los organizadores del evento les valió ‘cacahuate’ y se estaba llevando a cabo con total normalidad.

Hace unos minutos el reconocido torero Diego Silveti arribó a la Plaza de Toros de Cancún, mientras que cancunenses se manifiestan fuera del inmueble.

La organización protectora de animales Opus Magnum aseguró que ganó este viernes dos amparos que impiden la realización de la corrida de toros programada para esta tarde, como parte de los festejos por el 30 aniversario de la Plaza de Toros; ayer  la dirección de Ecología del Ayuntamiento Benito Juárez colocó sellos de clausura en algunas puertas de ingreso al recinto.

Fuente

Entre protestas, clausura Fiscalización taquilla de Plaza de Toros

Cancún.- Aunque un gran número de personas ingresó a la Plaza de Toros para ver la corrida programada para hoy, contraria a la Ley de Bienestar Animal y sin permiso del Ayuntamiento, personal de la Dirección de Fiscalización procedió a clausurar la taquilla del lugar. Todo, mientras un grupo de entre 40 y 50 personas estaba congregada afuera, manifestándose en contra del espectáculo, y aseverando que se incurre en desacato, pues ellos lograron un amparo en contra de esta función.
Los inspectores del municipio arribaron para revisar permisos y boletaje, ver que carecían de los primeros, procedieron a imponer un sello de clausura en la taquilla. Sin embargo, personal de la plaza, procedió a ingresar a todos los que esperaban comprar boleto y comenzaron a cobrarles, de forma irregular, directamente adentro.
Por mientras, la función sigue en pie.
“¡Pablo Hermoso, tu oficio es vergonzozo!” y “¡Toros sí, toreros no!”, fueron algunas de las consignas exclamadas por los inconformes, desde el camellón central de la avenida Bonampak, en donde sostuvieron lonas con mensajes alusivos, al igual que los oficios de amparo.
A pesar de sus reclamos, familias enteras ingresaban sin problema a la Plaza de Toros para la esperada función, que se realiza para conmemorar los 30 años de este recinto.
Antes de la actuación de Fiscalización, Roberto Villalobos, integrante de la asociación civil Opus Magnum, se quejó que la función es no solamente ilegal, sino que se incurre en desacato, pues ellos lograron que un juez federal otorgara dos recursos de suspensión, por los que se obliga al municipio a impedir este evento.

“Existen dos órdenes de suspensión, 1574 y 1575, por medio del Juez Octavo de Distrito. Esperamos que las autoridades hagan su trabajo”, comentó. “A todas luces la corrida de toros es ilegal, trasgrede la Ley de Bienestar Animal, no tiene permisos del Ayuntamiento, y esperamos que la presidenta y las autoridades correspondientes actúen como corresponde”.
Al ver que se estaba llevando a cabo el espectáculo, advirtió que acudirían ante la Fiscalía General del Estado para que intervenga y aplique lo ordenado por el juez.
El oficio ganado, insistió, fue obtenido hoy mismo, pero ya se entregó al municipio, por lo que no pueden alegar que no supieran. Incluso, advirtió que denunciarían por desacato, en caso de que no se obedezca el amparo.
Villalobos indicó que el permitirles hacer esta función y luego imponerles una multa no es lo correcto, pues se ve que hay una muy fuerte inversión, incluso con caballos traídos de España, por lo que la sanción simplemente sería un costo adicional para ellos.
La función, cabe recordar, se efectuaba, sin permisos y contra a lo marcado por la ley, debido a una orden de suspensión a favor de la Plaza de Toros, otorgada por la magistrada Isabel Cecilia González Glennie, integrante del Tribunal de Justicia Administrativa.

Detienen a tres, por homicidio de ex esposa de notario

Cancún.- Tres personas fueron detenidas por agentes de la Secretaría de Seguridad Pública, relacionadas al asesinato de Rocío “N”, la ex esposa del notario público Jorge Parra Moguel, estableciéndose el móvil, relacionado con el crimen organizado, por un conflicto con un negocio. El fiscal general del Estado, Oscar Montes de Oca, en conferencia de prensa dada desde las instalaciones de la Fiscalía, en Cancún, reveló que estas personas fueron ubicadas la Zona Hotelera de la ciudad, en un vehículo que coincidía con el utilizado en el asesinato, ocurrido el pasado 14 de diciembre, e identificado por las cámaras de vigilancia.
Los agentes policiacos procedieron a seguir y detener a los sospechosos, que llevaban consigo una cantidad de marihuana. El vehículo había sido modificado, con otras placas e incluso puesto a la venta, pero otros elementos permitieron su identificación.

De los tres detenidos, uno tenía una orden de aprehensión pendiente en Puebla, por homicidio.
Uno confesó su rol en el asesinato ocurrido en Cancún, brindando detalles de los autores intelectuales y el móvil, que es por un conflicto con un negocio ubicado junto a la playa (aunque no brindó el fiscal más detalles, se entiende que es derecho de piso).
El fiscal igualmente aseveró que no se trató de un feminicidio, pues la víctima no vivía alguna situación de violencia. Incluso, al ser cuestionado por una denuncia por amenazas contra su ex pareja, de hace 14 años, indicó que no es un caso activo y que seguramente ya había prescrito.
Sobre la petición de sustracción de la carpeta de investigación, para que el caso sea atraído por la Fiscalía General de la República (FGR), hecha por Parra Moguel, el Montes de Oca aseverò que ellos siempre han actuado de manera profesional y con ética, rechazando que pudieran desviar alguna investigación.
De todas maneras, indicó que si pedían la carpeta, colaborarán con gusto.

ATAQUE EN EL CRUCERO
Por otro lado, confirmó que el ataque armado afuera de la Plaza las Tiendas, en la zona de El Crucero, estaba dirigido directamente contra quien falleció, hiriendo de paso a otras cuatro personas, incluida un menor de cuatro años de edad. Ninguno herido de gravedad.
Por este hecho, ya hay una persona detenida, en un vehículo que fue asegurado y que tenía un reporte de robo.
Por último, sobre la polémica por las inasistencias a las mesas de seguridad, el fiscal indicó que la situación ya fue aclarada y que él estima asistir a un 95% de ellas.

El día que Alberto Capella usó a letal sicario para atrapar a miembros de un cartel, según narra el The New York Times

Por Julio César Solís

CANCÚN, MX.- El periódico The New York Times, uno de los emblemáticos de Estados Unidos y el mundo, publicó un reportaje de investigación sobre el sicario más letal del cártel Guerreros Unidos, y que tras ser detenido en el estado de Morelos, formó parte de un programa ‘improvisado’ de testigos protegidos, implementando por Jesús Alberto Capella Ibarra.

El entonces titular de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) de esa entidad, estableció una estrategia distinta que consistía en brindar protección a integrantes de grupos criminales a cambio de obtener información para la detención de líderes y desmantelamiento de cárteles.

Hoy, Alberto Capella encabeza la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Quintana Roo.

Por ser de interés público, a continuación se reproduce el texto íntegro del NYT, difundido el pasado 14 de diciembre:

 

“Me convirtieron en un monstruo”, dice el sicario más letal de Guerreros Unidos

AZAM AHMED Y PAULINA VILLEGAS / THE NEW YORK TIMES

JOJUTLA, Morelos.– Los reclutas ingresaron a un claro, donde un grupo de entrenadores estaba parado en una fila cerrada, ocultando algo.

“¿Cuántos de ustedes han matado a alguien antes?”, preguntó uno de los instructores. Algunas manos se levantaron.

Los entrenadores se separaron, dejando ver un cadáver desnudo tirado sobre la hierba. Uno de ellos puso un machete en la mano del joven que estaba más cerca.

“Desmiembra”, le ordenó.

El recluta se congeló. El instructor esperó, luego se acercó detrás del aterrado recluta y le disparó en la cabeza. Después le pasó el machete a un adolescente larguirucho mientras los demás lo miraban atónitos.

El adolescente no dudó. Le ofrecieron la oportunidad de demostrar que podía ser un asesino, un sicario, y la aprovechó. Una oportunidad de dinero, poder y, lo que más ansiaba, respeto. Ser temido en un lugar donde el miedo era moneda.

“Quería ser un psicópata, matar sin piedad y ser el sicario más temido del mundo”, dijo mientras describe la escena.

Al igual que los otros reclutas, un cártel de drogas conocido como Guerreros Unidos lo había enviado a un campo de entrenamiento en las montañas.

Imaginó ejercicios de campo, carreras matutinas, prácticas de tiro. Ahora, parado sobre el cuerpo, sólo estaba tratando de reprimir el impulso de vomitar.

Cerró los ojos y golpeó a ciegas. Para sobrevivir, necesitaba mantener el rumbo. El entrenamiento haría el resto: purgarlo de miedo y de empatía.

“Se llevaron todo lo que me quedaba de humano y me convirtieron en un monstruo”, dijo.

En pocos años se convirtió en uno de los asesinos más mortales en el estado de Morelos, un instrumento de los cárteles que destrozan la nación.

Confesó que, para 2017, con apenas 22 años, había participado en más de 100 asesinatos. Las autoridades han confirmado casi dos docenas de ellos tan sólo en Morelos.

 

Testigo protegido

Cuando la policía lo atrapó ese año, podría haber enfrentado más de 200 años en prisión. Pero en lugar de enjuiciarlo, las autoridades vieron una oportunidad para dividir al cártel desde adentro.

Lo convirtieron en la pieza central de una operación policial que desmanteló al cártel en el sur de Morelos, lo que resultó en el arresto y condena de docenas de sus agentes.

Para los investigadores, él era una mina de oro, un libro de referencia completo sobre la industria de asesinatos en el estado. Para el sicario, el gobierno era un salvavidas.

Por supuesto, el sistema legal de México no fue creado para este tipo de acuerdo.

La nación tiene sólo un programa oficial para protección de testigos, a nivel federal, y pocos realmente confían en él. Las fugas, la corrupción y la incompetencia lo han dejado en ruinas.

El jefe de la policía en Morelos en ese momento, Alberto Capella, quería un programa de protección de testigos que funcionara, uno que pudiera usar para aplastar el crimen organizado en su estado.

Así que simplemente creó uno clandestino, una estrategia improvisada que los exfuncionarios de justicia describen como una extensión legal.

Pero si trabajar alrededor de los límites de la ley era la única forma de combatir el flagelo del crimen organizado, pensó Capella, parecía un pequeño precio a pagar por la justicia.

“Teníamos que intentar algo”, dijo Capella, quien sobrevivió a atentado años antes, endureciendo su resolución. “No podíamos simplemente sentarnos allí y no hacer nada”.

El paso del sicario, de asesino a sueldo a testigo estatal, ofrece una rara visión del mundo de los asesinos en México y hasta dónde llegarán las autoridades para detenerlos.

Violencia sin control

Hoy se producen más asesinatos en México que en cualquier otro momento de las últimas dos décadas, cuando la nación comenzó a recopilar estadísticas de homicidios.

Los cárteles luchan entre sí por el control de la venta local de droga y las rutas de contrabando hacia Estados Unidos, mientras que las fuerzas armadas de México luchan contra todos ellos.

La violencia es la peor desde que comenzó la guerra contra las drogas respaldada por Estados Unidos hace 13 años, y asesinos como el citado en este artículo encarnan la crisis, ya que son responsables de una parte desproporcionada de asesinatos en todo el país.

Los asesinatos se han vuelto tan comunes, tan esperados, que el país se ha vuelto cada vez más insensible a ellos.

Cada año que pasa trae niveles récord de violencia, con expresiones más desgarradoras de la misma, y ​​las instituciones están tan mal equipadas para detener la marea que Capella sintió que no tenía más remedio que inventar una solución alternativa al estado de derecho quebrantado del país.

El trato fue simple: el sicario testificó contra sus antiguos camaradas y jefes, detallando el funcionamiento interno de un cártel notoriamente despiadado. A cambio, podía caminar libre, sin enfrentar ningún cargo.

Sin papeleo. Sin firmas. No hay legislación que autorice un programa de protección de testigos en el estado. Sólo un acuerdo de caballeros, tal y como los involucrados lo llamaron.

“No había nada en qué pensar”, recordó el sicario. “No quería pasar toda mi vida en prisión”.

A principios de 2019, el método de Capella demostró ser tan valioso que la policía erigió un programa de testigos aún más grande a su alrededor, reclutando a más de una docena de secuaces del cártel.

Juntos, sus testimonios llevaron a 100 condenas y ayudó a reducir los homicidios, secuestros y extorsiones en el estado, al menos por un tiempo, dijeron las autoridades.

Incluso, cuando la violencia se disparó en todo México, cayó en el sur de Morelos.

En todo el país, casi 100 personas fueron asesinadas todos los días, a menudo de maneras horribles que extendieron los límites de la imaginación humana. Menos del 5 por ciento de esos casos fueron resueltos.

Con tasas de condena tan deprimentes, Capella sintió que México prácticamente estaba emitiendo licencias para matar.

Su programa, explícitamente autorizado por la ley o no, era una oportunidad para hacer lo que cientos de otros oficiales sólo podían soñar: identificar y encerrar a los asesinos que estaban impulsando la crisis de homicidios del país.

El poder sin control del crimen organizado se exhibió por completo en octubre, cuando cientos de hombres armados del Cártel de Sinaloa sitiaron la ciudad de Culiacán a plena luz del día, obligando al gobierno a entregar una figura notable del cartel: el hijo de Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante conocido como El Chapo, y lo soltó, de vuelta al inframundo.

Poco después, un cártel diferente mató a tiros a nueve madres y niños mormones, otro recordatorio inquietante del número de víctimas civiles inocentes. Como consecuencia, el presidente Trump amenazó con designar a los cárteles como grupos terroristas.

Capella sabía muy bien que su propia solución a los cárteles era peligrosa, particularmente porque dependía de la desagradable perspectiva de liberar a un prolífico asesino.

“Es algo que pocos se han atrevido a hacer”, reconoció el jefe de policía, “pero vale la pena el riesgo”.

Pero nadie, y menos el sicario, esperaba cómo terminaría el acuerdo.

Capella se mudó a otro trabajo a casi mil 600 kilómetros de distancia, y el programa colapsó lentamente.

Sin mandato legal o apoyo oficial, este año cedió debido al cambio en los vientos políticos. Algunos de los testigos se fueron y volvieron a la vida del crimen. Al menos uno fue asesinado.

El sicario se quedó hasta el verano, cuando temeroso de que la policía lo entregara a sus enemigos del cártel, huyó.

Los pistoleros no estaban muy lejos. Su hermano, que irónicamente evitó el crimen y se alistó en las Fuerzas Armadas, fue asesinado días después.

Sus padres encontraron una nota adjunta al cuerpo: esto es lo que sucede con los soplones, advirtió.

“Así es como funcionan las cosas en México”, dijo el sicario, que pidió que no se usara su nombre para la seguridad de su familia, mientras huía. “Y quiero que el mundo lo vea”.

 

Cómo se hace un sicario

Los jefes del cártel se agruparon en un pequeño grupo, burlándose de él. Podría robar, incluso pelear, pero no matar, dijeron. No tenía el corazón.

Se rieron, empujándolo para ver qué tan lejos llegaría. Sabía que era una prueba.

Tenía 17 años y trabajaba para Guerreros Unidos, un cártel que operaba en varios estados y traficaba heroína a Estados Unidos. De inmediato se distinguió por ser inteligente y naturalmente violento.

Respondió bruscamente. No sabían de lo que era capaz, dijo. Y en verdad, él tampoco.

Sus compañeros narcos señalaron calle abajo a dos hombres jóvenes, un par de objetivos involuntarios.

Se fue hacia ellos, preguntándose si sus jefes tenían razón: que no era capaz de asesinar a mansalva.

Luego, como si alguien más estuviera controlando sus movimientos, sacó un pequeño cuchillo de su bolsillo y, sin previo aviso, cortó la garganta del joven más cercano a él.

Mientras escupía la sangre, recordó, enterró su miedo, decidido a demostrar que era despiadado, la esencia de un sicario.

“Me bloqueé, mis propias emociones, y me dije a mí mismo que alguien más lo estaba haciendo”, dijo.

Más tarde descubrió que los dos hombres eran inocentes, y todo parte de un juego que sus jefes estaban jugando. No habían esperado que él realmente matara a nadie.

Cuando se corrió la voz y el brillo de admiración vino de amigos y conocidos, su culpa disminuyó. Nadie lo volvería a cuestionar. Ahora estaba en el camino, brutal e inmutable, para convertirse en un asesino profesional.

“Les gustó eso”, recordó. “Y a partir de ahí se me abrió una nueva carrera”.

En más de una docena de entrevistas, el sicario dijo que su infancia fue normal, incluso buena. Sus padres estaban juntos. Le enseñaron a cuidar a los demás.

“Me enseñaron valores, principios”, dijo.

Alto y delgado, con una cara redonda y ojos encapotados. Una vez soñó con jugar futbol profesional, pero se saltó la escuela para pasar el rato con una pequeña pandilla, fumando mariguana y peleándose.

Un tiempo siguió a su padre al trabajo, uniéndose a él en sus rondas para la compañía de agua local. Por un tiempo pensó en hacer una vida de tal trabajo, aunque fuera mundano y mal pagado.

Entonces su padre se quedó sin empleo, hundiendo a la familia en la ruina financiera. Su madre comenzó a trabajar desde el anochecer hasta el amanecer por pocos pesos.

Con creciente resentimiento, observó la humillación y la baja remuneración del trabajo diario, mientras los mafiosos locales ganaban mucho dinero disfrutando de un respeto que bordeaba el miedo.

“Fue entonces cuando elegí vivir día a día”, dijo. “Me convertí en un criminal”.

Se abrió camino robando y vendiendo drogas, buscando a Guerreros Unidos. Los líderes notaron su ambición. Después de ese primer asesinato, el líder del cártel le ofreció un puesto en el campo de entrenamiento de sicario.

Era 2012 y la guerra de México contra las drogas estaba en su sexto año. La violencia había alcanzado máximos históricos cuando los militares salieron a las calles para combatir el crimen organizado y los cárteles lucharon entre sí por la supremacía.

El asesinato se convirtió en una forma de mensaje, un espectáculo de sadismo: cuerpos colgados de puentes, cortados en pedazos, depositados en plazas públicas. Cada escena espeluznante del crimen como una advertencia, una forma de decir que la violencia del cártel no conocía límites.

A medida que el mercado de drogas se agitó, con nuevos jugadores subiendo y bajando, los campos de entrenamiento se convirtieron en academias para los ejecutores de la industria. El sicario vio una oportunidad.

Dijo que durante seis meses vivió en austeridad con docenas de otros hombres en las montañas del sur de México, donde conoció el terror, el hambre y el frío. En todas partes sintiendo el espectro de la muerte.

Cazaron y mataron a miembros del cártel rival y, en algunos casos, otros fueron asesinados por sus propios entrenadores por desobedecer las órdenes o mostrar dudas, dijo.

Recordó que los alumnos que se enfrentaron a los instructores fueron colgados de los árboles y utilizados para la práctica de tiro, una afirmación que los expertos en cárteles consideraron plausible.

Saber que podría morir por no seguir las órdenes, ya fuera para matar a un granjero, cortar un cuerpo o torturar a un amigo, era todo el incentivo que necesitaba para hacer lo impensable. Al menos así lo justificó.

“Me convirtieron en un animal”, dijo.

Pero detrás de cada decisión, cada acto inhumano, había una verdad de la que no podía escapar. Él escogió esta vida. Era lo que él quería.

El negocio del asesinato

En un año ya se había transformado en un asesino experto, probado en batalla y sin tener ni 20 años cumplidos.

Después del campo de entrenamiento fue enviado a Acapulco, explicó, para luchar contra otros cárteles por el lucrativo mercado de drogas en los distritos turísticos.

Un año más tarde regresó, pero a un Morelos muy diferente. Su antiguo jefe había sido abatido a tiros y su antiguo cártel, Guerreros Unidos, casi fue vencido allí, tragado por sus antiguos aliados, Los Rojos.

El sicario ya no tenía un jefe para rendirle cuentas, ni ninguna lealtad en absoluto.

Algunos de sus viejos camaradas habían cambiado de bando y los ganadores subsumieron a los perdedores.

El líder de Los Rojos, Santiago Mazari Hernández, conocido en la calle como “El Carrete”, envió un emisario para reclutar al sicario. Quería que lo ayudara a establecer operaciones de drogas en el sur del estado de Morelos. El pasado era el pasado, dijo.

“Fue unirse a ellos o ser asesinado”, recordó el sicario.

Comenzaron a vender drogas en Jojutla, luego se extendieron a Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Zacatepec, luchando contra otros grupos en las pequeñas ciudades del sur de Morelos.

A medida que su negocio se expandió, también lo hizo su influencia, especialmente en el gobierno local. Tenían funcionarios en la nómina, explicó el sicario, para evitar sorpresas como arrestos o incautaciones.

La expansión de las operaciones significó eliminar a la competencia, no sólo de otros cárteles, sino también de delincuentes locales: ladrones, violadores, pequeños traficantes de drogas y soplones. Cualquiera que dibujara el escrutinio policial.

El asesinato rara vez fue por deporte, detalló. Estudiaba detenidamente a sus víctimas e investigaba las quejas en su contra.

Una vez confirmadas, les advertía una última vez para que se detuvieran, principalmente para evitar que llamaran demasiado la atención de las autoridades.

Si no lo hacían, planeaba los asesinatos meticulosamente, llevándolos a cabo sólo con la aprobación de arriba.

“Para matar a alguien, tenía que tener permiso”, explicó. “¿Por qué quiero matar a esa persona? ¿Simplemente porque no me gusta? Así no es cómo funciona.”

Siguió un código, dijo. No reclutaba niños y no dañaba mujeres ni personas trabajadoras si podía evitarlo.

Pero el funcionamiento del crimen organizado rara vez fue ordenado. Él mató a mujeres y civiles inocentes. A pesar de todo lo que se habla de honrar un código, a menudo era sólo eso: hablar. Los negocios siempre fueron lo primero.

The New York Times confirmó muchos de sus homicidios con las autoridades e intentó hablar con las familias de las víctimas en varios casos. Todos se negaron. Habiendo perdido a sus hijas, hijos y padres por el cártel, temían represalias.

De todas las personas que el sicario mató en su carrera de cinco años, sólo unas pocas lo atormentan. Una en particular.

Fue durante una operación de rutina, recordó, cuando sus jefes lo mandaron a eliminar a un grupo de secuestradores locales. Al llegar, explicó, encontró a un estudiante universitario con ellos.

El sicario dijo que al instante supo que el estudiante era inocente: la expresión de terror en su rostro, su lenguaje corporal, incluso su ropa.

Siguiendo el protocolo, el sicario ató a todos y llamó a su jefe. Quería dejar ir al joven. No estaba afiliado. No había necesidad de matarlo. Pero el jefe dijo que no. Cualquier testigo era una responsabilidad.

Mientras el niño rogaba por su vida, el sicario miró hacia otro lado y le dijo que lo sentía antes de cortarle el cuello.

“Ese estudiante todavía me persigue”, dijo, llorando. “Veo su rostro, ese niño rogándome por su vida. Nunca olvidaré sus ojos. Fue el único que me miró de esa manera”.

 

Traición y captura

A veces, en la oscuridad, la madre del sicario se arrodillaba en silencio junto a su cama, susurrándole mientras dormía. Ella sabía que su hijo trabajaba para los cárteles, incluso sin saber exactamente su función.

“Deja de hacer eso”, recordó haberle dicho una noche. “Tu Dios no puede salvarme”.

A finales de 2016 se había vuelto insensible a la muerte, buscando objetivos con una indiferencia mecánica. La vida le importaba aún menos, incluida la suya.

Recibió un ascenso, lo que trajo un salario más alto, más responsabilidades y la envidia de los demás. Todavía trabajaba para “El Carrete”, que dirigía el cártel de Los Rojos, pero estaba más paranoico y por una buena razón.

Cuanto más profundo descendía al inframundo, más entendía las pequeñas rivalidades entre los líderes. Sus vidas estaban llenas de desconfianza. El trabajo así lo exigió.

Le dijeron que matara a los miembros de su propio equipo, pues los líderes temían que se volvieran demasiado influyentes o indisciplinados. Dijo que mató a tantos que comenzó a reconsiderar a quién contrataba.

“Casi nunca recluté dentro de mis círculos de amistad”, dijo. “Reclutaría al tipo que quisiera dinero fácil”.

Pero eso lo dejó vulnerable, incapaz de confiar en su equipo. Resultó ser su ruina.

En mayo de 2017, la policía detuvo a uno de sus socios. Para evitar la prisión, les ofreció al sicario.

El 15 de mayo, el compañero traidor llamó al sicario. Tenían trabajo qué hacer, le dijo. Afuera había mucha luz, horas de trabajo extrañas para ellos, pero había una emergencia, le explicó su compañero.

Se encontraron en una casa de seguridad y se fueron juntos, dirigiéndose hacia sus motocicletas estacionadas calle abajo. El sicario escuchó a la policía antes de verlos, el chirrido de los neumáticos, los motores acelerados. Todo terminó en menos de un minuto.

Se maldijo durante el camino a la estación. Se preguntó si la tonta suerte sólo lo había salvado todos estos años.

En la estación en Jojutla, un pequeño edificio blanco frente a la prisión local, los comandantes de la policía confiscaron su teléfono. Contenía suficiente evidencia para encerrarlo de por vida.

Mientras estaba sentado y esposado a una silla, los oficiales vieron un video que había grabado en su teléfono. Era uno de sus múltiples “trabajos”.

La policía llamó a su madre, quien se negó a creerles. Sí, ella sabía que su hijo era un criminal, recordó. Pero ella se negó a creer que él fuera un asesino, hasta que un oficial la obligó a ver una entrevista en la que su hijo confesó sus innumerables homicidios.

“Nunca le enseñamos estas cosas”, dijo, sollozando. “No aprendió esa malicia de nosotros. Le dimos amor y apoyo”.

La policía comenzó a sumar lo que sabían, comenzando con varios homicidios que se le adjudicaban. Enfrentó 240 años de prisión sólo por ellos.

Pero el jefe de policía, Alberto Capella, se había cansado de las herramientas y ambiciones limitadas del estado. Forenses descuidados, oficiales corruptos e investigaciones al azar dejaron pocos casos resueltos.

Anteriormente había sido jefe de policía en Tijuana, donde en 2007 la prensa local lo apodó “Rambo” por luchar contra docenas de asesinos de cárteles en una batalla que terminó con su hogar perforado por cientos de balas.

Ahora, como comandante en Morelos, quería resultados. Mientras el sicario se sentaba en una silla de vinilo rasgada en el recinto, uno de los agentes de Capella explicó el acuerdo.

El sicario testificaría contra sus antiguos camaradas, detallando los muchos asesinatos que habían cometido. Pero en lugar de describir al sicario en la corte o en los archivos del caso como uno de los asesinos o conspiradores principales, las autoridades estatales lo enumeraron como testigo, alguien sin una participación real en el crimen.

El sicario, que entonces tenía 22 años, acordó vivir en un edificio al lado de la prisión, para su propia protección, y para que pudiera ser trasladado a audiencias públicas.

Las autoridades estatales no lo acusaron de ninguno de los asesinatos y decidieron esperar hasta que terminara de testificar. Entonces, podrían decidir cómo procesarlo, si es que lo hacían.

Por ley, se supone que los casos de narcotráfico en México deben ser manejados a nivel federal, por una división encargada de investigar el crimen organizado.

El grupo puede usar sus poderes de negociación para convencer a los testigos de que se presenten, aunque pocos lo hacen.

A nivel estatal no existe tal programa y ​​los funcionarios a menudo han encontrado sus propias formas de perseguir la justicia, a veces al violar la ley por completo.

Muchos han mantenido detenidos a sospechosos durante años antes del juicio como una forma de castigo, sabiendo que no tenían la evidencia de una condena.

Otros han optado por una solución más brutal: el asesinato extrajudicial de presuntos delincuentes.

Capella intentó un enfoque muy diferente: buscar condenas en los tribunales y desarrollar un nuevo conjunto de reglas para asegurarlas.

Cansado del débil estado de derecho de México, Capella decidió crear su propia versión.

Sus métodos poco ortodoxos y su actitud sin complejos le han traído controversia y muchos enemigos. El actual gobierno de Morelos lo acusó de malversación de fondos en un asunto separado, lo que niega rotundamente.

Algunos exfuncionarios de justicia en México consideran que su programa de protección de testigos es un tramo, y que funciona bien fuera de las normas legales.

Otros dicen que es tan inusual que no están del todo seguros. Incluso los funcionarios estatales en Morelos que apoyaron el programa reconocieron que funcionaba en un área gris de la legalidad, aunque, como Capella, lo llamaron legal, defendible y altamente efectivo.

“Prefiero cometer un gran error que ser culpable de inacción”, dijo Capella. “México está cansado de esta parálisis institucional”.

“Es un milagro, sobreviví”

Durante cinco años, el sicario vivió como dos personas diferentes: el hijo que dejó víveres para su madre y que tuvo un bebé con su novia, y el “monstruo”, como se llamaba a sí mismo, que mataba por unos cientos de dólares a la semana.

Después de su arresto, la pared entre ellos comenzó a resquebrajarse. Explicó que sufrió lo que parecían episodios psicóticos, noches sin dormir llenas de voces extrañas y sombras colapsando sobre él. Sabía que no merecía lástima, sólo culpa. Y se consoló un poco pensando en eso.

“Estaba a punto de volverme loco”, dijo. “Me pasaba dos o tres días llorando”.

Finalmente, un pastor, un convicto reformado y sin educación, vino a verlo. Al principio, al sicario le preocupaba que el hombre fuera un espía enviado por sus enemigos. Finalmente comenzó a hablar con él y, en poco tiempo, apenas pudo detenerse.

El pastor fue tomado por sorpresa por el torrente de confesiones que el sicario hizo cuando se entregó a la Biblia, con el mismo fervor que alguna vez tuvo para la violencia; una conversión tan común que es casi un cliché en el mundo de las pandillas y los cárteles.

“Esa otra persona está muerta”, dijo el sicario como si, con la repetición, se hiciera realidad.

Encontró un nuevo propósito en el confinamiento, ayudando a resolver casos sin resolver, testificando contra integrantes de cárteles y allanando el camino para unas dos docenas de condenas.

La policía dijo que vieron una verdadera transformación en él, aunque también tenían sus propios motivos para creerlo.

Para octubre de 2018, la policía había ampliado el programa para incluir una docena de testigos cooperantes.

Sin otro lugar donde ubicarlos, las autoridades alojaron a los jóvenes justo al lado de la cárcel que albergaba a los miembros del cártel contra los que estaban testificando.

Cada pocas semanas, la policía los trasladaba a los tribunales para proporcionar pruebas en los casos.

Los testigos dormían en colchones delgados en el suelo, comían en una mesa de plástico rota y se sentaban en sillas despojadas de sus espaldas. Grandes bañeras azules rebosaban de agua utilizada para bañarse y enjuagarse.

Hubo pequeñas comodidades: un televisor, un microondas y un teclado eléctrico en el que el sicario aprendió a tocar la canción principal de la película Titanic. Y cada día de la semana, el ala improvisada de la prisión se convertía en un renacimiento evangélico.

Un pastor rasgueaba una guitarra vieja y los conducía en himnos. Cuando cesaban los cantos, se turnaban para confesar los actos de violencia que habían cometido, su tentación de regresar, su gratitud por haber sido salvados.

“Hace 16 años yo era como ustedes, muchachos”, dijo el pastor, con la guitarra apoyada contra su vientre. “Es un milagro que haya sobrevivido”. Varios comenzaron a llorar sin previo aviso.

El sicario, cuyos crímenes superaron con creces los de los demás, era el líder natural. Se convirtió en una figura paterna para el grupo e hizo cumplir su voluntad empuñando un gran palo de madera.

Finalmente, los jóvenes se ganaron la confianza de sus guardianes y se les permitió un nivel de autonomía casi cómico.

A principios de 2019 ya estaban ejecutando su propia seguridad, bloqueando y desbloqueando la entrada prohibida para los visitantes, monitoreando las idas y venidas en la sala.

Algunos incluso comenzaron su propio negocio, lavando los autos del gobierno.

La policía sabía que los riesgos eran grandes, al igual que la posibilidad de fracaso. Pero su confianza creció día a día.

Capella, el jefe de policía, se jactó del cambio que había tenido en su interior el sicario. Un diputado dijo que el sicario saldría libre con una hoja de antecedentes penales limpia.

“Hemos logrado lo que nos propusimos lograr”, dijo Capella.

 

La desintegración

Sin embargo, la desintegración llegó antes de lo esperado. Después de más de un año en el programa, Capella consiguió un nuevo trabajo como jefe de policía en el estado de Quintana Roo.

Con su partida, el programa de protección de testigos perdió a su administrador. Era caro y estaba fuera de los libros. Nadie quería supervisar el proyecto.

Los jóvenes continuaron asistiendo a sus citas en la corte, el pastor seguía apareciendo y la novia del sicario dio a luz a su segundo hijo, una niña. Pero la energía poco a poco comenzó a desvanecerse.

Casi la mitad de los testigos se habían ido. Algunos habían terminado sus apariciones en la corte y se fueron por su propia voluntad.

Otros se habían salido, contentos de arriesgarse a la sentencia de muerte que les esperaba en la calle. Muchos se habían acostumbrado a la idea de una muerte prematura. Para ellos, el programa fue un breve respiro.

El sicario habló menos sobre lo que vino después. En verdad se había acostumbrado a la instalación. Le gustó el respeto de los guardias, los fiscales y sus compañeros testigos. Era un santuario del mundo exterior.

Afuera no sólo se preocupaba por el cártel y por una vida huyendo, también temía la tentación de que, a pesar de todo lo que había hecho por cambiar, terminara justo donde comenzó.

“Sé que ser liberado y volver a formar parte de la sociedad es más difícil que estar encerrado aquí”, dijo después de una sesión de oración. “La verdad es que prefiero estar aquí, con dolor, que allá afuera por mi cuenta”.

Para el verano de 2019, el programa estaba en mal estado: los platos sucios se apilaron, el agua se acumuló en el piso y los inodoros quedaron sin limpiar. Las luces ya ni siquiera funcionaban correctamente.

“Todo está llegando a su fin”, dijo un día. “Sólo mira a tu alrededor. El mundo está al revés”.

Ahora estaba prácticamente solo. Únicamente quedaba otro testigo. Sus amigos venían periódicamente para fumar mariguana o escuchar música en la oscuridad. Los usó para enviar mensajes a personas en el exterior, incluidos los traficantes de drogas.

La policía casi había abandonado el programa. La mayoría de los funcionarios estaban felices de verlo vacilar, ansiosos por terminar con la carga.

En el vacío, el sicario volvió a lo que sabía: vender drogas. Mientras aún estaba adentro, reclutó a antiguos testigos que habían abandonado el programa, formando un equipo de traficantes de mariguana.

El pastor se enteró y lo presionó para que se detuviera.

“Me di cuenta de cuántas personas estaba arrastrando a ese destino de nuevo”, dijo el sicario. “Conduje a mis amigos hacia la Biblia, y ahora les estoy haciendo vender drogas”.

Su recaída parecía casi inevitable. ¿Cómo podría el estado esperar cambiar a alguien tan despojado de su humanidad en sólo dos años, con un pastor no remunerado y sin educación como su única fuente de inspiración?

Quizás nunca tuvo la intención de hacerlo. El sicario había ayudado a desmantelar su antiguo cártel, dejándolo en ruinas. Ya no era de mucha utilidad para la policía.

En el exterior, sus enemigos lo verían como débil, y ya no bajo la protección de la policía.

Le gustaba afirmar que su reputación en las calles mantenía a salvo a su familia, pero eso tampoco era del todo cierto. Incluso la policía lo sabía.

El sicario se había suavizado desde que se unió al programa. Se preocupaba por su familia, sus hijos, la perspectiva de una nueva vida. La esperanza era una responsabilidad en su viejo mundo.

Uno de los policías le había advertido sobre su partida.

“No tendrás ninguna oportunidad allí afuera”, recordó que dijo el oficial. “‘Ya no eres la misma persona”.

“Lo hizo bien”, dijo el sicario. “Tenía toda la razón”.

“Lo justo sería que yo muriera”.

En una tarde soleada de agosto, el sicario huyó. Un informante le advirtió que la policía planeaba arrestarlo y presentar cargos. Cierto o no, no desperdició la oportunidad.

Había sido descuidado antes, cuando fue atrapado por primera vez. Pero ahora, después de todas las personas a las que había ayudado a encerrar, significaba una aproximación mucho más cercana a una muerte segura. Lo matarían en el momento en que lo vieran.

Se escapó de las instalaciones y se registró en un pequeño hotel en la carretera. Después de casi dos años bajo protección policial, estaba solo.

Unos días más tarde, el 5 de agosto, un par de pistoleros se hicieron pasar como clientes y llegaron al puesto de tacos de sus padres y le dispararon cuatro veces a su hermano.

Cuando los asesinos huyeron, dejaron una nota: “A ver si todos aprenden de esta manera”.

Los hermanos se parecían, por lo que los pistoleros pudieron haber pensado que habían matado al sicario. Cuando se enteró del tiroteo, deseó estar en el lugar de su hermano.

Su hermano era inocente, insistió la familia. Nunca se había asociado con el crimen organizado. Terminó la escuela secundaria, vivía en casa con sus padres, se había alistado para unirse a las Fuerzas Armadas y tenía previsto salir pronto, dijo su madre.

El sicario sabía que no merecía la libertad. “La justicia para mí”, a veces decía, “sería la muerte”. Pero su hermano era diferente.

Fuente

Disparan contra pasajeros de “Turismo Hernández”; hay tres heridos

Cancún.- Ni la lluvia detiene la inseguridad en Cancún, pues esta noche un sujeto desconocido disparó contra personas que se encontraban en una terminal de segunda “Turismo Hernández”, que se ubica en la calle 18 Poniente, entre la 1 Norte y la 3 Norte en la Supermanzana 66, a una cuadra de “El Crucero”.

Hasta el momento se desconoce si el sujeto con arma larga llegó para asaltar el lugar o iba por alguna persona en particular, lo que sí es un hecho es que tres personas resultaron heridas de bala, sin que se conozca sus identidades, solo que son tres masculinos.
Hasta el lugar llegaron elementos de la Policía Quintana Roo para tratar de averiguar lo que sucedió en el lugar, mientras la Cruz Roja prestó los primeros auxilios a los heridos en le lugar para luego ser trasladados al Hospital General “Jesús Kumate Rodríguez”.
El presunto responsable de los disparos huyó rumbo al Oxxo que se ubica sobre la avenida Tulum y la 18 Poniente, iba vestido todo de negro y se realizó el operativo de búsqueda. En el lugar quedaron 12 casquillos percutidos.
Este hecho se da en medio del anuncio de la detención de “la banda de los Rolex”, el que fue hecho por el Secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo, Jesús Alberto Capella Ibarra.

Capturan a banda asaltantes de relojes de lujo en Cancún

Cuatro sujetos, originarios de Venezuela,Colombia y  Cuba  dedicados al robo de relojes de lujo fueron detenidos en Cancun.

Fue la tarde de este martes cuando elementos de la policía Quintana Roo realizaban sus labores de vigilancia cuando detectaron en circulación un coche color blanco de modelo reciente y al parecer de arrendadora , cuyas características coincidían con la de la unidad involucrada en el robo de relojes de lujo en varias plazas entre ellas Pabellón Cumbres , Plaza Península y restaurantes de la avenida Guayacán.

Por lo anterior se generó un operativo de las unidades de la Policía Estatal de Quintana Roo y se logró la detención de esta banda que tenía asolados a plazas y restaurantes.

Los elementos de seguridad pública recuperaron dos relojes encontraron en el interior del coche.

Los detenidos fueron puestos a disposición de la Fiscalía General de Quintana Roo.

Se informó que los detenidos podrían estar involucrados también en el robo a cuentahabientes, situación que ya es investigada por la Fiscalía General del estado.

Fuente

Otra ejecución, ahora en la 107: Los crimínales han convertido a Cancún en el paraíso de las ejecuciones

Cancún.- En la Región 107 de esta ciudad fue asesinado un sujeto, quien viajaba con su familia.

El reporte preliminar señala que sujetos armados a bordo de una camioneta Ford EcoSport dorada, son los presuntos culpables que dispararon contra una familia, en los edificios del Fraccionamiento “Paraíso Maya”, donde dejaron a un muerto y dos heridos de gravedad.
Los dos heridos fueron atendidos en el lugar por paramédicos de la Cruz Roja, para después ser trasladados al Hospital General, para su atención médica, pues del impacto de las balas su vida corre peligro.

Llegaron al Fraccionamiento donde ocurrieron los hechos, los elementos de la Policía Quintana Roo quienes inmediatamente acordonaron el área; también estuvieron en el lugar los ministeriales de la Fiscalía General del Estado (FGE) para procesar los datos.
Inmediatamente se activó el código rojo para que las diferentes corporaciones policiacas iniciaran con la búsqueda de los presuntos culpables, pues tienen todos los datos proporcionados por los vecinos del lugar; hasta el momento no se ha logrado la detención de nadie relacionado con este crimen.

Ejecutan a ex esposa de Notario Público 78, Jorge Parra Moguel, actual esposo de la senadora Marybel Villegas

Cancún.- Una mujer fue “venadeada” cuando circulaba en su camioneta, por sujetos desconocidos que dispararon en varias ocasiones contra ella, hecho ocurrido en la Supermanzana 525 sobre la avenida Chac-Mool y avenida Fonatur aun costado de la tienda de autoservicios Chedraui.

Varios casquillos quedaron sobre la avenida, cuando los sujetos armados lanzaron tres detonaciones sobre el vehículo KIA que conducía una mujer de nombre Rocío M. E., de 45 años, e iba acompañada de sus dos menores hijos, quienes afortunadamente salieron ilesos del ataque, no así la mujer que quedó sin vida en su auto.
Presuntamente la ejecutada es esposa del notario público 78 con sede en Playa del Carmen y actual esposo de la senadora Marybel Villegas Canché. Era integrante del desaparecido Grupo de Agencia Federal de Investigaciones (AFI)
Al llegar los elementos de la Fiscalía General del Estado (FGE), recabaron ocho casquillos percutidos de arma calibre .40; mientras que el Servicio Médico Forense se hizo cargo del levantamiento del cadáver.
Los menores se reportan fuera de peligro y fueron trasladados en una ambulancia para ser valorados.

En, en Zona del Río, en Tijuana, Jorge Gilberto Parra Moguel, sobrevivió al ataque de un comando, pero dos de sus acompañantes no corrieron con la misma suerte.

Hace tan solo unos días, se afirmaba que a Parra Moguel se le había negado un amparo, luego de que en octubre de este año, interpuso dicho recurso legal ante el Juzgado Segundo de Distrito en el Estado de Quintana Roo, bajo el expediente 1343/2019, alegando que no podía ser privado de su libertad, sino mediante un juicio seguido ante los tribunales.

Dicho amparo indirecto fue admitido en noviembre pero, tras las audiencias, la Fiscalía General del Estado de Quintana Roo le negó la suspensión provisional y definitiva, con lo que podría ser detenido.