¿Conspiración o coincidencia?, Asesinato del comunicador Carlos Domínguez Rodríguez

febrero 13, 2018
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Después de haber transcurrido un mes del artero asesinato del periodista Carlos Domínguez Rodríguez en Nuevo Laredo, Tamaulipas, Carlos Domínguez Ramírez, su hijo, señaló que quienes realizaron este crimen tenían “órdenes” de “callarlo”.

En un escrito informó que el comunicador fue objeto de  múltiples llamadas horas antes de ser asesinado.

El homicidio se perpetró  “a tan solo 250 metros de distancia del C4 municipal repleto de soldados y policías de Fuerza Tamaulipas, el cuartel general de protección civil y bomberos, la presidencia municipal y ante la mirada de decenas de ciudadanos y automovilistas que circulaban por el cruce de las transitadas calles Morelos y Perú del corazón de la ciudad fronteriza”.

Lo que lleva al cuestionamiento “¿por qué los asesinos no temieron realizar un acto de tal salvajismo a tan solo 250 metros de las narices de decenas de soldados y policías? ¿Existía ya una conspiración para matarlo o es mera coincidencia que todos estuvieran ocupados sin las más mínimas posibilidades de darse cuenta de lo que sucedía frente a ellos? Eso solo lo sabremos si el caso merece el lujo que en este país es recibir justicia”.

Domínguez Ramírez se preguntó por qué nadie se percató en el C4 de lo que estaba sucediendo “hasta después de 12-15 minutos”.

“Los homicidas tardaron alrededor de dos minutos realizando su miserable acto mientras mi padre luchaba por su vida recibiendo una a una las 27 puñaladas dentro de su vehículo”, recalcó.

También se preguntó por qué nadie le brindó las primeras asistencias y resaltó que llegaron compañeros periodistas antes que las autoridades y minutos después del ataque.

“Mi padre tardó más de 5 minutos desangrándose, agonizando por las 27 heridas producidas por arma punzo cortante”, externó.

Explicó que el 13 de enero, “se levantó muy temprano a publicar su muy famosa columna política para después darse un baño y prepararse para realizar algunas otras actividades cotidianas a las que él ya estaba acostumbrado”.

“Después del paseo en el zoológico mi padre planeaba llevar a sus nietos a la exposición permanente de dinosaurios del museo regional de Nuevo Laredo que se encuentra en el bulevar Colosio… Pero, antes y durante su paseo en el zoológico mi padre recibió muchas llamadas, todas con la misma insistencia, un grupo de amigos querían verlo en un café para presentarle a unas personas que querían conocerlo por su trabajo periodístico, así argumentaban”, manifestó.

“A mi padre saber eso debió parecerle absurdo ya que desde que recuerdo jamás me había mencionado de ningún caso parecido donde personas que acostumbrasen a leerlo de pronto quisieran conocerlo en persona. No debió tomar en serio las primeras insistencias y por estar de paseo con sus nietos seguramente rechazó la reunión, pero las llamadas siguieron hasta que una persona que se hacía llamar buen amigo de él lo llamó, para de igual manera citarlo en el mismo lugar con insistencia, logrando que mi padre cambiara de parecer y accediendo tras estar seguro de que si su amigo lo llamaba debía ser algo serio y las personas que lo esperaban podrían ofrecer algo o representar algo de interés. En el camino al lugar donde lo citaron las llamadas continuaron, ya que mi padre no sabía bien donde estaba el lugar, pero después de un momento llegó, se trataba del céntrico café de “mala muerte”, Café D* Arturo, lugar famoso por ser concurrido por homosexuales y parejas del mismo sexo, situación de la que mi padre debió percatarse desde que arribó al lugar”, explicó.

“Al momento de llegar al café de la cita mi papá se dio cuenta de que el local estaba cerrado, situación que debió parecerle extraña y que inmediato lo hicieron cambiar de opinión, pero, afuera lo estaban ya esperando un grupo de personas que lo conocían y quienes no cedían en sus intenciones de hacer que mi padre ahora entrara al lugar, cosas que él rechazo, les pidió que lo disculparan y que si querían podían reunirse otro día en algún otro lugar marchándose de inmediato, tomando la avenida Madero avanzando solo dos cuadras y media para girar a la derecha con dirección hacia el sur por la calle Morelos pasando por el C4 repleto de militares y el cuartel de protección civil y bomberos, solo avanzando 5 cuadras más, alrededor de 250 metros, hasta llegar al semáforo de la calle Perú para detenerse por un semáforo en rojo, donde se da el inicio de los cobardes y brutales hechos”. agregó.

“…Habían conseguido que mi padre se bajara de su auto y al verlo sobre el asfalto saltaron de la camioneta para abalanzarse sobre él, pero, a pesar de sus 69 años mi padre se dio cuenta de todo con una destreza admirable, al notar que tipos encapuchados iban sobre su persona de inmediato dio la vuelta y se refugió dentro de su auto poniendo seguro a su puerta, escudándose de los cobardes asesinos quienes desde afuera le apuntaban con un arma de fuego gritándole que no se moviera y que no intentara nada más mientras golpeaban fuertemente su ventana logrando romper el cristal de tres fuertes golpes para después abrir la puerta y atacarlo a golpes y puñaladas, sacaron del asiento del copiloto con amenazas de muerte a su nuera con él bebe de 8 meses en brazos, sin darse cuenta que en la parte trasera del auto se quedaba atrapado otro de sus nietos, quien en asiento de primera fila presenció cómo mi padre luchaba por su vida e imploraba por piedad, pero a la misma ves los asesinos también luchaban por quitársela haciendo caso omiso a sus súplicas”, detalló.

“Ni los gritos de dolor y las súplicas de mi padre porque ya no lo lastimaran hicieron tambalear a los asesinos, tenían órdenes, y no cualquier tipo de orden, de esas órdenes que tampoco son lanzadas por cualquier tipo de personas; callar a un buen periodista con lujo de violencia”, concluyó.

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