Adiós Simón, sukum peek…

Simón

La tierra roja recibió 3 girasoles intensos amarillos. El barro estaba cubriendo para siempre el cuerpo de Simón. A lado, estaba un árbol pequeñín, un yaxche, donde hace 4 meses enterramos a Duke, el amigo fiel, un pastor belga malinois… como Simón.

-Quiero ver a Simón, papá…

Mi Bebé lloraba desconsolado por su cachorro. A sus 4 años, el cierre prematuro de un ciclo de su amigo él mascota Simón.

Un accidente. Un ejercicio. Su última caminata. No se fijó en la llanta del jeep.

El cielo azul intenso me reclamaba seguramente por qué dejé que Simón, un cachorrillo de 3 meses de edad de 7.5 kilogramos con sus dos vacunas lo dejara correr en el camino de barro respirando los mil aromas de la selva maya.

Y cómo no dejar que respirara la selva de mil olores. Cómo no dejar que Simón con sus cuatro patitas sintiera por primera vez el piso mojado, que oliera la tierra mojada por el huracán “Grace”, ese olor a tierra, nuestra tierra, nuestra composición. Una tierra que a los pocos minutos estaría cubriendo su cuerpo color café, con su manchón blanco en el cuello…

Debía saberlo. Debía quitarle esas libertades de vivir, de oler, de saborear los diez mil olores del campo, debía restringirle esas delicias de vivir…

Duke murió por vacunas de baja calidad que el veterinario le aplicó y son fáciles de conseguir en un mercantilismo de las mascotas. El parvovirus se ensañó. En cambio Simón… por mi descuido…

El solo movió la colita y dejó su último suspiro en un camino de barro adornado en sus orillas por el subinché y el tzalam, el chechém, el pasak y el Jabín. Su último respiro, su última despedida.

Solo 3 girasoles en ese barro mojado. Intensos amarillos como la vida corta que experimentó.

Adiós Simón, sukum peek.

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