Juan Cimá Barzón
Eran como las 6 de la mañana, los balazos irrumpieron la calma y la solemnidad de aquel Viernes Santo, del día 13 de abril de 1933. La gente de Dzulá se preparaba para llevar sus ofrendas para las ceremonias de Semana Santa. Al principio, creyeron que se trataba de los hermanos Balam, quienes acostumbraban disparar al aire cuando estaban ebrios. Sin embargo, los constantes disparos que se acercaban alertaron a la gente, ya no cabía la menor duda, eran los “huaches” (blancos) . En ese momento, todos los pobladores ya habían abandonaron sus actividades y se disponían a enfrentar la inminente llegada de los soldados federales. La sorpresiva ofensiva no les dio opción de defenderse, varios mártires como Asunción Beh y Serapio Yam se quedaron en Dzulá para hacer frente a los federales, sabiendo que no saldrían vivos de aquel enfrentamiento. La prioridad del Teniente Sulub fue poner a salvo a las familias, sus Santas Cruces y al Santo Patrono San Román, sus órdenes fue de retirada para dispersarse y encontrarse en un punto estratégico de la selva.
Ese día, el Teniente lloró de rabia por la caída de su pueblo, porque la situación pudo haber sido diferente. El mismo Sulub había desplegado dos flancos, mismos que hacían guardia permanente ocultos en la selva, uno en la entrada del pueblo y el otro a 4 km aproximadamente más adelante. La estrategia era dejar avanzar al enemigo hasta quedar entre ambos flancos, cercarlos y después atacar para que no tuvieran escapatoria.
Sin embargo, días antes, el Teniente consultó al sacerdote maya Román Pat, quien le dijo que los dioses le habían dicho, en sus visiones, que los huaches no llegarían; por lo tanto, Sulub confió, la fé se impuso sobre la astucia; entonces ordenó el levantamiento de los flancos y comenzar con las ceremonias de Semana Santa. Esta situación la aprovecharon los Federales para emboscar e invadir a traición, sabiendo que todos los mandos estaban reunidos en Dzulá para cumplir con las ceremonias de los días santos. Buscaban derrotar al Teniente Evaristo Sulub, quien ya se había ganado el título de ser el “Último rebelde maya”, dado que él no se sumaba a la pacificación, él seguía defendiendo la autonomía de los mayas, hasta sus últimas consecuencias, en la conocida “Guerra de Castas”.
Memorias de mi padre Plácido Cima y Seferino Santos.