Urge humanizar restricciones de sana distancia, señala arquitecta Isabel Martín del Campo
Cancún.- La pandemia del COVID-19 obligó a mudarse a una “nueva normalidad” con cubrebocas, gel antibacterial, restricciones de aforo y la hoy ubicua sana distancia. El resultado de este cambio, efectuado de manera emergente y unilateral, son espacios “inhumanos”, más propios de campos de concentración o zonas de guerra que de espacios pensados para el público.
Así lo señaló Isabel Rosas Martín del Campo, arquitecta quien en días pasados brindó una conferencia sobre neuroarquitectura, por petición de la Comisión Nacional de Estudiantes de Arquitectura, efectuada en la Universidad del Oriente, en Cancún, aunque trasmitida de forma “virtual” para todo el país.
En entrevista, la experta señaló que falta todavía que se haga una crítica y un replanteo sobre las restricciones utilizadas para asegurar una sana distancia, que se ve fueron hechas de manera unilateral, y no de manera multidisciplinaria.
“Vivimos en una clase de estado de guerra; a donde vayas en el espacio público ves marcas, cintas amarillas de peligro, taches y otras soluciones poco inteligentes, que agravan el estrés que supone vivir en una pandemia”, explicó.
El estrés, ya está comprobado, es un factor de consideración en la salud, tanto mental como física de las persona, pese a lo cual no se le ha dado atención a este problema, lamentó la arquitecto, quien dijo que es todavía peor en quienes se enferman, porque son aislados y colocados en estancias hospitalarias, todavía más deshumanizantes, como un constante recordatorio de que están en peligro de muerte.
“El COVID-19 se entrometió en nuestras vidas, si que sepamos cuánto durará esto, por lo que debemos ver de qué manera podemos gestionar el espacio de manera más inteligente, en consideración al ser humano”, declaró.
Como ejemplo de esta consideración, mencionó, está el barrio de Brooklyn, en Nueva York, en donde la sana distancia es marcada de manera lúdica, no agresiva, a través de tapetes diseñados por comunidades artísticas.
“El diseño del tapete indica cuál es la sana distancia sin estas alertas de peligro, como se se tratara de un campo minado”, declaró.
Estos problemas, generados por la gestión del espacio público, son en los que la arquitectura debiera incidir, pero tristemente temas de filosofía, psicología o neuroarquitectura no son incluidos en los temarios de las universidades, lo que ha generado un vacío.
“El futuro arquitecto además de saber hacer planos, deben comprender la finalidad de la arquitectura y lo que necesita la gente ahora”, opinó.