La presencia de funcionarios en las fuerzas policiales que carecen de empatía, conexión y comprensión con la comunidad del sur de Quintana Roo es preocupante. Más aún, la falta de sensibilidad genera incomodidad entre los subordinados.
Fercho representaba la clase de policía que escasea en la actualidad: íntegro, recto en su proceder, un amigo leal, aunque distante en su trato, pero con la honestidad como sello distintivo. Fercho era un agente que enorgullecía a los altos mandos con su desempeño. Siempre se atribuían el mérito del trabajo realizado por él. Sin embargo, era Fercho quien arriesgaba su vida, no los “insignificantes” subsecretarios y secretarios en el poder. Ellos, a diferencia de Fercho, desde la comodidad de sus oficinas, anunciaban cifras y datos sin derramar una sola gota de sudor.
Lo verdaderamente lamentable es la ausencia de gratitud hacia alguien que sacrificó su vida por su labor. Mientras los secretarios cuentan con Suburbans blindadas, escoltas y vales de gasolina a discreción, Fercho se desplazaba en su motocicleta, adquirida a plazos en Liverpool. A diferencia de los altos mandos, él no portaba armas largas, sino una pistola calibre 9 milímetros que, de forma “curiosa”, le habían retirado días antes de su fatal destino.
La desgarradora escena de su funeral muestra a un hombre que lo dio todo por nada, y cuando digo nada, es literalmente nada. Ningún miembro de la corporación envió siquiera una corona de flores para simular agradecimiento por su sacrificio en el cumplimiento del deber. Nadie dispuso una esquela, nadie expresó reconocimiento alguno hacia un GRAN POLICÍA LLAMADO FERMÍN CORTES BURGOS.
Qué insuficiencia materna de quienes hoy estan al frente de la Secretaria de Seguridad Ciudadana.