Pintor

Muere el pintor chetumaleño Francisco Hoil

 

Por Nicolás Lizama

Francisco Hoil era un artista en toda la expresión de la palabra.
La pintura, creo, fue lo mejor que su genio reflejaba.
No necesitaba firmar sus cuadros.
Era fácil distinguir a su autor gracias al estilo que sus manos ágiles forjaron con el tiempo.
Una ocasión lo encontré esculpiendo el perfil de un indígena maya en la pared de de casa y juro que era extraordinario.
Tuvo varias vertientes como artista.
También incursionó en la caricatura con el seudónimo de Canek, en donde dejaba fluir como cascada el lado crítico que aloja en el alma todo artista que se tome en serio.
Recuerdo la ocasión en que nos reunimos en la ciudad de Chetumal varios moneros convocados por la revista “Monosapiens”.
A la hora de las presentaciones, llegado el turno de Francisco, se levantó y aportó sus generales.
No bien había terminado de decir que firmaba sus trabajos como Canek, cuando Francisco Bautista, que también hizo caricatura y firmaba como Baft (las iniciales de su nombre y apellidos) se lo quedó mirando con cara de pocos amigos y soltó una expresión parecida a: “Así que tú eres el cab… que me estuvo j…diendo”.
¡Uf, casi arde Troya!
Y es que Bautista, en algún momento, había sido el destinatario de varias de sus obras.
Francisco, fue un innovador en varios aspectos.
Fue, por ejemplo, el primero y único en exponer en las paredes de una cantina, que si bien no era de mala muerte, poco, un chirris apenas le faltaba para que lo fuera.
Fue un genial detalle -me asustó en un principio cuando me lo comentó muy festivo- el aproximar el arte a los parroquianos que concurrían en considerables cantidades a satisfacer sus paladares.
Con amigos comunes, fueron muchas nuestras pláticas, nuestras semi parrandas y nuestras cafeteadas.
Era de plática amplia, atrevida, sincera, de esa gente que comparte sus conocimientos cuando habla.
“Pancho”, el artista, el extraordinario transmisor de sentimientos, ha partido de este mundo.
Lo vamos a extrañar, carambas.

Mexico se pinta de negro, fallece el gran pintor mexicano Francisco Toledo

Ciudad de México, 5 de septiembre (SinEmbargo).– Esta noche todos los colores se visten de negro. Francisco Benjamín López Toledo, legendario artista mexicano, murió.

Unos minutos después de que su familia confirmara la muerte del artista a medios nacionales, el Presidente Andrés Manuel López Obrador dijo, en su cuenta de Twitter: “El arte está de luto. Ha fallecido el maestro Francisco Toledo, oaxaqueño, gran pintor y extraordinario promotor cultural, auténtico defensor de la naturaleza, las costumbres y las tradiciones de nuestro pueblo. Descanse en paz”.

La Secretaria de Cultura Alejandra Frausto también escribió al respecto: “Su paso era como la semilla de maíz, la de calabaza, la de chile y de frijol de la milpa más bella que nadie haya creado. Rayones, dibujo excelso, chango murciélago elefante chapulín. El zapoteco se oyó en coros que lo inventaron todo con ese canto tuyo Francisco Toledo”.

En 2015, ese hombre delicado y sensible a la vez, dijo a El País sobre los 43 de Ayotzinapa: “Eso es una vergüenza que no tiene nombre. Los políticos quieren que se pase página, pero esa página no se podrá pasar nunca. Queda para la historia de la infamia”.

–Para recordar a los 43 estudiantes desaparecidos hizo papalotes (cometas) con sus rostros y los puso a volar. ¿Por qué? –le preguntó el periodista Jan Martínez Ahrens.

–Fue un gesto que preparamos con los niños de la escuela. Hay una costumbre del sur: cuando llega el Día de los Muertos se vuelan papalotes porque se cree que las almas bajan por el hilo y llegan a tierra para comer las ofrendas; luego, al terminar la fiesta, vuelven a volar. Como a los estudiantes de Ayotzinapa los habían buscado ya bajo tierra y en el agua, enviamos los papalotes a buscarlos al cielo –respondió.

La obra de Francisco Benjamín López Toledo “traza un círculo completo. Empezó en Oaxaca, donde llegó a estudiar a los 12 años, y en su tramo final, tras largos periodos en el extranjero, ha recalado en el punto de partida. Su tierra es el ombligo de su creación. De ella emanan su paleta, sus criaturas primitivas y fantásticas, sus creencias. Sus cuadros, cercanos en el tratamiento del color a los de su mentor artístico, Rufino Tamayo, combinan influencias occidentales –Goya y Picasso, Klee y Ho­garth– con formas antiguas e indescifrables, fraguadas en los valles del sur de México”, reseñó el mismo diario.

Han pasado 5 años desde el septiembre negro e inolvidable: los muchachos no regresan, y Toledo ha muerto.

Francisco Toledo acompañado por Carlos Monsivais. Foto: Cuartoscuro.

En la década de los 50 comenzó su formación artística profesional en el taller de grabado de Arturo García Bustos. Posteriormente ingresó al Taller de Grabado de la Escuela de Diseño y Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en la Ciudad de México.

Al poco tiempo Toledo se trasladó a Francia donde estudió en el taller de grabado de Stanley Hayter.

En 1965 el artista regresó a México y desarrolló pintura, litografía, grabado, escultura, cerámica y diseño tapices con diversos artesanos.

Museos como el de Arte Moderno en México, París, Nueva York; en el New York Public Library, la Tate Gallery de Londres y la Kunstnaneshus de Oslo, entre otros, poseen algunas de sus obras más destacadas.

Actualmente las obras de Francisco Toledo se encuentran rotando por el mundo, poniendo en alto su visión creativa en las artes plásticas mexicanas.

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