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Registran escuelas de JMM poca asistencia


José María Morelos.- Las lluvias no cesan en la Zona Maya y la asistencia en las escuelas es casi nula en el Municipio de José María Morelos, según se dio a conocer por las autoridades educativas.
Y es que el problema no es solamente la lluvia, las calles se encuentran inundadas, en algunas avenidas principales hasta se rebasan las banquetas; por otra parte, los terrenos cerca de las escuelas se encuentran inundados y es difícil acceder a la entrada.


Otro factor que contribuyó a la nula asistencia es el frío, que en la Zona Maya la temperatura descendió hasta los 18 grados.
Se espera que para este jueves las condiciones del tiempo mejores, puesto que según el calendario escolar es el último día de clases.

Responsabilidad y congruencia en el manejo de redes sociales

• Imparte el Poder Judicial curso en conjunto con la Comisión de Derechos Humanos del Estado para concientizar al personal administrativo y jurisdiccional en materia de libertad de expresión y discursos de odio.

Chetumal, 04 de diciembre.- El Poder Judicial de Quintana Roo llevó a cabo el curso “Uso responsable de las redes” que impartió la Comisión de Derechos Humanos de Quintana Roo al personal administrativo y jurisdiccional, con el objetivo de dar a conocer la responsabilidad que conlleva, como personas servidoras públicas, el uso de todas las redes sociales, exhortándolas a su buen uso como representantes de la casa de Justicia.
https://bit.ly/2RraSZY

Hallan a un descuartizado y un ejecutado en la Región 102


Cancún.- Tres bolsas negras con restos humanos y una persona muerta fueron encontradas sobre la calle 22, lote 30, manzana 57 en la Región 102, en los primeros minutos de hoy miércoles, según reportaron autoridades policiacas.
Los uniformados llegaron al lugar para verificar el reporte, lo primero que observaron fueron las tres bolsas negras con restos humanos, de una de ella salía una extremidad inferior (pierna), aunque la lluvia no cesaba, procesaron el hallazgo.


A un costado de las tres bolsas negras, se observó a un sujeto de complexión regular tes morena de aproximadamente 1.70 metros de estatura; se encontraba amarrado de los pies y con la cara cubierta con cinta industrial, con vestimenta playera tipo polo, pantalón de vestir, cinturón y tenis, todos de color negro.
Los uniformados esperaron la llegada de los Ministeriales de la Fiscalía General del Estado para que tomaran conocimiento, así como del Servicio Médico Forense que se encargó de levantar las tres bolsas con los restos humanos y a la víctima encintada.
Hasta el momento se desconoce la identidad de las víctimas, pero ni la intensa lluvia detuvo las ejecuciones en Cancún.

El día que Alberto Capella usó a letal sicario para atrapar a miembros de un cartel, según narra el The New York Times

Por Julio César Solís

CANCÚN, MX.- El periódico The New York Times, uno de los emblemáticos de Estados Unidos y el mundo, publicó un reportaje de investigación sobre el sicario más letal del cártel Guerreros Unidos, y que tras ser detenido en el estado de Morelos, formó parte de un programa ‘improvisado’ de testigos protegidos, implementando por Jesús Alberto Capella Ibarra.

El entonces titular de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) de esa entidad, estableció una estrategia distinta que consistía en brindar protección a integrantes de grupos criminales a cambio de obtener información para la detención de líderes y desmantelamiento de cárteles.

Hoy, Alberto Capella encabeza la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Quintana Roo.

Por ser de interés público, a continuación se reproduce el texto íntegro del NYT, difundido el pasado 14 de diciembre:

 

“Me convirtieron en un monstruo”, dice el sicario más letal de Guerreros Unidos

AZAM AHMED Y PAULINA VILLEGAS / THE NEW YORK TIMES

JOJUTLA, Morelos.– Los reclutas ingresaron a un claro, donde un grupo de entrenadores estaba parado en una fila cerrada, ocultando algo.

“¿Cuántos de ustedes han matado a alguien antes?”, preguntó uno de los instructores. Algunas manos se levantaron.

Los entrenadores se separaron, dejando ver un cadáver desnudo tirado sobre la hierba. Uno de ellos puso un machete en la mano del joven que estaba más cerca.

“Desmiembra”, le ordenó.

El recluta se congeló. El instructor esperó, luego se acercó detrás del aterrado recluta y le disparó en la cabeza. Después le pasó el machete a un adolescente larguirucho mientras los demás lo miraban atónitos.

El adolescente no dudó. Le ofrecieron la oportunidad de demostrar que podía ser un asesino, un sicario, y la aprovechó. Una oportunidad de dinero, poder y, lo que más ansiaba, respeto. Ser temido en un lugar donde el miedo era moneda.

“Quería ser un psicópata, matar sin piedad y ser el sicario más temido del mundo”, dijo mientras describe la escena.

Al igual que los otros reclutas, un cártel de drogas conocido como Guerreros Unidos lo había enviado a un campo de entrenamiento en las montañas.

Imaginó ejercicios de campo, carreras matutinas, prácticas de tiro. Ahora, parado sobre el cuerpo, sólo estaba tratando de reprimir el impulso de vomitar.

Cerró los ojos y golpeó a ciegas. Para sobrevivir, necesitaba mantener el rumbo. El entrenamiento haría el resto: purgarlo de miedo y de empatía.

“Se llevaron todo lo que me quedaba de humano y me convirtieron en un monstruo”, dijo.

En pocos años se convirtió en uno de los asesinos más mortales en el estado de Morelos, un instrumento de los cárteles que destrozan la nación.

Confesó que, para 2017, con apenas 22 años, había participado en más de 100 asesinatos. Las autoridades han confirmado casi dos docenas de ellos tan sólo en Morelos.

 

Testigo protegido

Cuando la policía lo atrapó ese año, podría haber enfrentado más de 200 años en prisión. Pero en lugar de enjuiciarlo, las autoridades vieron una oportunidad para dividir al cártel desde adentro.

Lo convirtieron en la pieza central de una operación policial que desmanteló al cártel en el sur de Morelos, lo que resultó en el arresto y condena de docenas de sus agentes.

Para los investigadores, él era una mina de oro, un libro de referencia completo sobre la industria de asesinatos en el estado. Para el sicario, el gobierno era un salvavidas.

Por supuesto, el sistema legal de México no fue creado para este tipo de acuerdo.

La nación tiene sólo un programa oficial para protección de testigos, a nivel federal, y pocos realmente confían en él. Las fugas, la corrupción y la incompetencia lo han dejado en ruinas.

El jefe de la policía en Morelos en ese momento, Alberto Capella, quería un programa de protección de testigos que funcionara, uno que pudiera usar para aplastar el crimen organizado en su estado.

Así que simplemente creó uno clandestino, una estrategia improvisada que los exfuncionarios de justicia describen como una extensión legal.

Pero si trabajar alrededor de los límites de la ley era la única forma de combatir el flagelo del crimen organizado, pensó Capella, parecía un pequeño precio a pagar por la justicia.

“Teníamos que intentar algo”, dijo Capella, quien sobrevivió a atentado años antes, endureciendo su resolución. “No podíamos simplemente sentarnos allí y no hacer nada”.

El paso del sicario, de asesino a sueldo a testigo estatal, ofrece una rara visión del mundo de los asesinos en México y hasta dónde llegarán las autoridades para detenerlos.

Violencia sin control

Hoy se producen más asesinatos en México que en cualquier otro momento de las últimas dos décadas, cuando la nación comenzó a recopilar estadísticas de homicidios.

Los cárteles luchan entre sí por el control de la venta local de droga y las rutas de contrabando hacia Estados Unidos, mientras que las fuerzas armadas de México luchan contra todos ellos.

La violencia es la peor desde que comenzó la guerra contra las drogas respaldada por Estados Unidos hace 13 años, y asesinos como el citado en este artículo encarnan la crisis, ya que son responsables de una parte desproporcionada de asesinatos en todo el país.

Los asesinatos se han vuelto tan comunes, tan esperados, que el país se ha vuelto cada vez más insensible a ellos.

Cada año que pasa trae niveles récord de violencia, con expresiones más desgarradoras de la misma, y ​​las instituciones están tan mal equipadas para detener la marea que Capella sintió que no tenía más remedio que inventar una solución alternativa al estado de derecho quebrantado del país.

El trato fue simple: el sicario testificó contra sus antiguos camaradas y jefes, detallando el funcionamiento interno de un cártel notoriamente despiadado. A cambio, podía caminar libre, sin enfrentar ningún cargo.

Sin papeleo. Sin firmas. No hay legislación que autorice un programa de protección de testigos en el estado. Sólo un acuerdo de caballeros, tal y como los involucrados lo llamaron.

“No había nada en qué pensar”, recordó el sicario. “No quería pasar toda mi vida en prisión”.

A principios de 2019, el método de Capella demostró ser tan valioso que la policía erigió un programa de testigos aún más grande a su alrededor, reclutando a más de una docena de secuaces del cártel.

Juntos, sus testimonios llevaron a 100 condenas y ayudó a reducir los homicidios, secuestros y extorsiones en el estado, al menos por un tiempo, dijeron las autoridades.

Incluso, cuando la violencia se disparó en todo México, cayó en el sur de Morelos.

En todo el país, casi 100 personas fueron asesinadas todos los días, a menudo de maneras horribles que extendieron los límites de la imaginación humana. Menos del 5 por ciento de esos casos fueron resueltos.

Con tasas de condena tan deprimentes, Capella sintió que México prácticamente estaba emitiendo licencias para matar.

Su programa, explícitamente autorizado por la ley o no, era una oportunidad para hacer lo que cientos de otros oficiales sólo podían soñar: identificar y encerrar a los asesinos que estaban impulsando la crisis de homicidios del país.

El poder sin control del crimen organizado se exhibió por completo en octubre, cuando cientos de hombres armados del Cártel de Sinaloa sitiaron la ciudad de Culiacán a plena luz del día, obligando al gobierno a entregar una figura notable del cartel: el hijo de Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante conocido como El Chapo, y lo soltó, de vuelta al inframundo.

Poco después, un cártel diferente mató a tiros a nueve madres y niños mormones, otro recordatorio inquietante del número de víctimas civiles inocentes. Como consecuencia, el presidente Trump amenazó con designar a los cárteles como grupos terroristas.

Capella sabía muy bien que su propia solución a los cárteles era peligrosa, particularmente porque dependía de la desagradable perspectiva de liberar a un prolífico asesino.

“Es algo que pocos se han atrevido a hacer”, reconoció el jefe de policía, “pero vale la pena el riesgo”.

Pero nadie, y menos el sicario, esperaba cómo terminaría el acuerdo.

Capella se mudó a otro trabajo a casi mil 600 kilómetros de distancia, y el programa colapsó lentamente.

Sin mandato legal o apoyo oficial, este año cedió debido al cambio en los vientos políticos. Algunos de los testigos se fueron y volvieron a la vida del crimen. Al menos uno fue asesinado.

El sicario se quedó hasta el verano, cuando temeroso de que la policía lo entregara a sus enemigos del cártel, huyó.

Los pistoleros no estaban muy lejos. Su hermano, que irónicamente evitó el crimen y se alistó en las Fuerzas Armadas, fue asesinado días después.

Sus padres encontraron una nota adjunta al cuerpo: esto es lo que sucede con los soplones, advirtió.

“Así es como funcionan las cosas en México”, dijo el sicario, que pidió que no se usara su nombre para la seguridad de su familia, mientras huía. “Y quiero que el mundo lo vea”.

 

Cómo se hace un sicario

Los jefes del cártel se agruparon en un pequeño grupo, burlándose de él. Podría robar, incluso pelear, pero no matar, dijeron. No tenía el corazón.

Se rieron, empujándolo para ver qué tan lejos llegaría. Sabía que era una prueba.

Tenía 17 años y trabajaba para Guerreros Unidos, un cártel que operaba en varios estados y traficaba heroína a Estados Unidos. De inmediato se distinguió por ser inteligente y naturalmente violento.

Respondió bruscamente. No sabían de lo que era capaz, dijo. Y en verdad, él tampoco.

Sus compañeros narcos señalaron calle abajo a dos hombres jóvenes, un par de objetivos involuntarios.

Se fue hacia ellos, preguntándose si sus jefes tenían razón: que no era capaz de asesinar a mansalva.

Luego, como si alguien más estuviera controlando sus movimientos, sacó un pequeño cuchillo de su bolsillo y, sin previo aviso, cortó la garganta del joven más cercano a él.

Mientras escupía la sangre, recordó, enterró su miedo, decidido a demostrar que era despiadado, la esencia de un sicario.

“Me bloqueé, mis propias emociones, y me dije a mí mismo que alguien más lo estaba haciendo”, dijo.

Más tarde descubrió que los dos hombres eran inocentes, y todo parte de un juego que sus jefes estaban jugando. No habían esperado que él realmente matara a nadie.

Cuando se corrió la voz y el brillo de admiración vino de amigos y conocidos, su culpa disminuyó. Nadie lo volvería a cuestionar. Ahora estaba en el camino, brutal e inmutable, para convertirse en un asesino profesional.

“Les gustó eso”, recordó. “Y a partir de ahí se me abrió una nueva carrera”.

En más de una docena de entrevistas, el sicario dijo que su infancia fue normal, incluso buena. Sus padres estaban juntos. Le enseñaron a cuidar a los demás.

“Me enseñaron valores, principios”, dijo.

Alto y delgado, con una cara redonda y ojos encapotados. Una vez soñó con jugar futbol profesional, pero se saltó la escuela para pasar el rato con una pequeña pandilla, fumando mariguana y peleándose.

Un tiempo siguió a su padre al trabajo, uniéndose a él en sus rondas para la compañía de agua local. Por un tiempo pensó en hacer una vida de tal trabajo, aunque fuera mundano y mal pagado.

Entonces su padre se quedó sin empleo, hundiendo a la familia en la ruina financiera. Su madre comenzó a trabajar desde el anochecer hasta el amanecer por pocos pesos.

Con creciente resentimiento, observó la humillación y la baja remuneración del trabajo diario, mientras los mafiosos locales ganaban mucho dinero disfrutando de un respeto que bordeaba el miedo.

“Fue entonces cuando elegí vivir día a día”, dijo. “Me convertí en un criminal”.

Se abrió camino robando y vendiendo drogas, buscando a Guerreros Unidos. Los líderes notaron su ambición. Después de ese primer asesinato, el líder del cártel le ofreció un puesto en el campo de entrenamiento de sicario.

Era 2012 y la guerra de México contra las drogas estaba en su sexto año. La violencia había alcanzado máximos históricos cuando los militares salieron a las calles para combatir el crimen organizado y los cárteles lucharon entre sí por la supremacía.

El asesinato se convirtió en una forma de mensaje, un espectáculo de sadismo: cuerpos colgados de puentes, cortados en pedazos, depositados en plazas públicas. Cada escena espeluznante del crimen como una advertencia, una forma de decir que la violencia del cártel no conocía límites.

A medida que el mercado de drogas se agitó, con nuevos jugadores subiendo y bajando, los campos de entrenamiento se convirtieron en academias para los ejecutores de la industria. El sicario vio una oportunidad.

Dijo que durante seis meses vivió en austeridad con docenas de otros hombres en las montañas del sur de México, donde conoció el terror, el hambre y el frío. En todas partes sintiendo el espectro de la muerte.

Cazaron y mataron a miembros del cártel rival y, en algunos casos, otros fueron asesinados por sus propios entrenadores por desobedecer las órdenes o mostrar dudas, dijo.

Recordó que los alumnos que se enfrentaron a los instructores fueron colgados de los árboles y utilizados para la práctica de tiro, una afirmación que los expertos en cárteles consideraron plausible.

Saber que podría morir por no seguir las órdenes, ya fuera para matar a un granjero, cortar un cuerpo o torturar a un amigo, era todo el incentivo que necesitaba para hacer lo impensable. Al menos así lo justificó.

“Me convirtieron en un animal”, dijo.

Pero detrás de cada decisión, cada acto inhumano, había una verdad de la que no podía escapar. Él escogió esta vida. Era lo que él quería.

El negocio del asesinato

En un año ya se había transformado en un asesino experto, probado en batalla y sin tener ni 20 años cumplidos.

Después del campo de entrenamiento fue enviado a Acapulco, explicó, para luchar contra otros cárteles por el lucrativo mercado de drogas en los distritos turísticos.

Un año más tarde regresó, pero a un Morelos muy diferente. Su antiguo jefe había sido abatido a tiros y su antiguo cártel, Guerreros Unidos, casi fue vencido allí, tragado por sus antiguos aliados, Los Rojos.

El sicario ya no tenía un jefe para rendirle cuentas, ni ninguna lealtad en absoluto.

Algunos de sus viejos camaradas habían cambiado de bando y los ganadores subsumieron a los perdedores.

El líder de Los Rojos, Santiago Mazari Hernández, conocido en la calle como “El Carrete”, envió un emisario para reclutar al sicario. Quería que lo ayudara a establecer operaciones de drogas en el sur del estado de Morelos. El pasado era el pasado, dijo.

“Fue unirse a ellos o ser asesinado”, recordó el sicario.

Comenzaron a vender drogas en Jojutla, luego se extendieron a Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Zacatepec, luchando contra otros grupos en las pequeñas ciudades del sur de Morelos.

A medida que su negocio se expandió, también lo hizo su influencia, especialmente en el gobierno local. Tenían funcionarios en la nómina, explicó el sicario, para evitar sorpresas como arrestos o incautaciones.

La expansión de las operaciones significó eliminar a la competencia, no sólo de otros cárteles, sino también de delincuentes locales: ladrones, violadores, pequeños traficantes de drogas y soplones. Cualquiera que dibujara el escrutinio policial.

El asesinato rara vez fue por deporte, detalló. Estudiaba detenidamente a sus víctimas e investigaba las quejas en su contra.

Una vez confirmadas, les advertía una última vez para que se detuvieran, principalmente para evitar que llamaran demasiado la atención de las autoridades.

Si no lo hacían, planeaba los asesinatos meticulosamente, llevándolos a cabo sólo con la aprobación de arriba.

“Para matar a alguien, tenía que tener permiso”, explicó. “¿Por qué quiero matar a esa persona? ¿Simplemente porque no me gusta? Así no es cómo funciona.”

Siguió un código, dijo. No reclutaba niños y no dañaba mujeres ni personas trabajadoras si podía evitarlo.

Pero el funcionamiento del crimen organizado rara vez fue ordenado. Él mató a mujeres y civiles inocentes. A pesar de todo lo que se habla de honrar un código, a menudo era sólo eso: hablar. Los negocios siempre fueron lo primero.

The New York Times confirmó muchos de sus homicidios con las autoridades e intentó hablar con las familias de las víctimas en varios casos. Todos se negaron. Habiendo perdido a sus hijas, hijos y padres por el cártel, temían represalias.

De todas las personas que el sicario mató en su carrera de cinco años, sólo unas pocas lo atormentan. Una en particular.

Fue durante una operación de rutina, recordó, cuando sus jefes lo mandaron a eliminar a un grupo de secuestradores locales. Al llegar, explicó, encontró a un estudiante universitario con ellos.

El sicario dijo que al instante supo que el estudiante era inocente: la expresión de terror en su rostro, su lenguaje corporal, incluso su ropa.

Siguiendo el protocolo, el sicario ató a todos y llamó a su jefe. Quería dejar ir al joven. No estaba afiliado. No había necesidad de matarlo. Pero el jefe dijo que no. Cualquier testigo era una responsabilidad.

Mientras el niño rogaba por su vida, el sicario miró hacia otro lado y le dijo que lo sentía antes de cortarle el cuello.

“Ese estudiante todavía me persigue”, dijo, llorando. “Veo su rostro, ese niño rogándome por su vida. Nunca olvidaré sus ojos. Fue el único que me miró de esa manera”.

 

Traición y captura

A veces, en la oscuridad, la madre del sicario se arrodillaba en silencio junto a su cama, susurrándole mientras dormía. Ella sabía que su hijo trabajaba para los cárteles, incluso sin saber exactamente su función.

“Deja de hacer eso”, recordó haberle dicho una noche. “Tu Dios no puede salvarme”.

A finales de 2016 se había vuelto insensible a la muerte, buscando objetivos con una indiferencia mecánica. La vida le importaba aún menos, incluida la suya.

Recibió un ascenso, lo que trajo un salario más alto, más responsabilidades y la envidia de los demás. Todavía trabajaba para “El Carrete”, que dirigía el cártel de Los Rojos, pero estaba más paranoico y por una buena razón.

Cuanto más profundo descendía al inframundo, más entendía las pequeñas rivalidades entre los líderes. Sus vidas estaban llenas de desconfianza. El trabajo así lo exigió.

Le dijeron que matara a los miembros de su propio equipo, pues los líderes temían que se volvieran demasiado influyentes o indisciplinados. Dijo que mató a tantos que comenzó a reconsiderar a quién contrataba.

“Casi nunca recluté dentro de mis círculos de amistad”, dijo. “Reclutaría al tipo que quisiera dinero fácil”.

Pero eso lo dejó vulnerable, incapaz de confiar en su equipo. Resultó ser su ruina.

En mayo de 2017, la policía detuvo a uno de sus socios. Para evitar la prisión, les ofreció al sicario.

El 15 de mayo, el compañero traidor llamó al sicario. Tenían trabajo qué hacer, le dijo. Afuera había mucha luz, horas de trabajo extrañas para ellos, pero había una emergencia, le explicó su compañero.

Se encontraron en una casa de seguridad y se fueron juntos, dirigiéndose hacia sus motocicletas estacionadas calle abajo. El sicario escuchó a la policía antes de verlos, el chirrido de los neumáticos, los motores acelerados. Todo terminó en menos de un minuto.

Se maldijo durante el camino a la estación. Se preguntó si la tonta suerte sólo lo había salvado todos estos años.

En la estación en Jojutla, un pequeño edificio blanco frente a la prisión local, los comandantes de la policía confiscaron su teléfono. Contenía suficiente evidencia para encerrarlo de por vida.

Mientras estaba sentado y esposado a una silla, los oficiales vieron un video que había grabado en su teléfono. Era uno de sus múltiples “trabajos”.

La policía llamó a su madre, quien se negó a creerles. Sí, ella sabía que su hijo era un criminal, recordó. Pero ella se negó a creer que él fuera un asesino, hasta que un oficial la obligó a ver una entrevista en la que su hijo confesó sus innumerables homicidios.

“Nunca le enseñamos estas cosas”, dijo, sollozando. “No aprendió esa malicia de nosotros. Le dimos amor y apoyo”.

La policía comenzó a sumar lo que sabían, comenzando con varios homicidios que se le adjudicaban. Enfrentó 240 años de prisión sólo por ellos.

Pero el jefe de policía, Alberto Capella, se había cansado de las herramientas y ambiciones limitadas del estado. Forenses descuidados, oficiales corruptos e investigaciones al azar dejaron pocos casos resueltos.

Anteriormente había sido jefe de policía en Tijuana, donde en 2007 la prensa local lo apodó “Rambo” por luchar contra docenas de asesinos de cárteles en una batalla que terminó con su hogar perforado por cientos de balas.

Ahora, como comandante en Morelos, quería resultados. Mientras el sicario se sentaba en una silla de vinilo rasgada en el recinto, uno de los agentes de Capella explicó el acuerdo.

El sicario testificaría contra sus antiguos camaradas, detallando los muchos asesinatos que habían cometido. Pero en lugar de describir al sicario en la corte o en los archivos del caso como uno de los asesinos o conspiradores principales, las autoridades estatales lo enumeraron como testigo, alguien sin una participación real en el crimen.

El sicario, que entonces tenía 22 años, acordó vivir en un edificio al lado de la prisión, para su propia protección, y para que pudiera ser trasladado a audiencias públicas.

Las autoridades estatales no lo acusaron de ninguno de los asesinatos y decidieron esperar hasta que terminara de testificar. Entonces, podrían decidir cómo procesarlo, si es que lo hacían.

Por ley, se supone que los casos de narcotráfico en México deben ser manejados a nivel federal, por una división encargada de investigar el crimen organizado.

El grupo puede usar sus poderes de negociación para convencer a los testigos de que se presenten, aunque pocos lo hacen.

A nivel estatal no existe tal programa y ​​los funcionarios a menudo han encontrado sus propias formas de perseguir la justicia, a veces al violar la ley por completo.

Muchos han mantenido detenidos a sospechosos durante años antes del juicio como una forma de castigo, sabiendo que no tenían la evidencia de una condena.

Otros han optado por una solución más brutal: el asesinato extrajudicial de presuntos delincuentes.

Capella intentó un enfoque muy diferente: buscar condenas en los tribunales y desarrollar un nuevo conjunto de reglas para asegurarlas.

Cansado del débil estado de derecho de México, Capella decidió crear su propia versión.

Sus métodos poco ortodoxos y su actitud sin complejos le han traído controversia y muchos enemigos. El actual gobierno de Morelos lo acusó de malversación de fondos en un asunto separado, lo que niega rotundamente.

Algunos exfuncionarios de justicia en México consideran que su programa de protección de testigos es un tramo, y que funciona bien fuera de las normas legales.

Otros dicen que es tan inusual que no están del todo seguros. Incluso los funcionarios estatales en Morelos que apoyaron el programa reconocieron que funcionaba en un área gris de la legalidad, aunque, como Capella, lo llamaron legal, defendible y altamente efectivo.

“Prefiero cometer un gran error que ser culpable de inacción”, dijo Capella. “México está cansado de esta parálisis institucional”.

“Es un milagro, sobreviví”

Durante cinco años, el sicario vivió como dos personas diferentes: el hijo que dejó víveres para su madre y que tuvo un bebé con su novia, y el “monstruo”, como se llamaba a sí mismo, que mataba por unos cientos de dólares a la semana.

Después de su arresto, la pared entre ellos comenzó a resquebrajarse. Explicó que sufrió lo que parecían episodios psicóticos, noches sin dormir llenas de voces extrañas y sombras colapsando sobre él. Sabía que no merecía lástima, sólo culpa. Y se consoló un poco pensando en eso.

“Estaba a punto de volverme loco”, dijo. “Me pasaba dos o tres días llorando”.

Finalmente, un pastor, un convicto reformado y sin educación, vino a verlo. Al principio, al sicario le preocupaba que el hombre fuera un espía enviado por sus enemigos. Finalmente comenzó a hablar con él y, en poco tiempo, apenas pudo detenerse.

El pastor fue tomado por sorpresa por el torrente de confesiones que el sicario hizo cuando se entregó a la Biblia, con el mismo fervor que alguna vez tuvo para la violencia; una conversión tan común que es casi un cliché en el mundo de las pandillas y los cárteles.

“Esa otra persona está muerta”, dijo el sicario como si, con la repetición, se hiciera realidad.

Encontró un nuevo propósito en el confinamiento, ayudando a resolver casos sin resolver, testificando contra integrantes de cárteles y allanando el camino para unas dos docenas de condenas.

La policía dijo que vieron una verdadera transformación en él, aunque también tenían sus propios motivos para creerlo.

Para octubre de 2018, la policía había ampliado el programa para incluir una docena de testigos cooperantes.

Sin otro lugar donde ubicarlos, las autoridades alojaron a los jóvenes justo al lado de la cárcel que albergaba a los miembros del cártel contra los que estaban testificando.

Cada pocas semanas, la policía los trasladaba a los tribunales para proporcionar pruebas en los casos.

Los testigos dormían en colchones delgados en el suelo, comían en una mesa de plástico rota y se sentaban en sillas despojadas de sus espaldas. Grandes bañeras azules rebosaban de agua utilizada para bañarse y enjuagarse.

Hubo pequeñas comodidades: un televisor, un microondas y un teclado eléctrico en el que el sicario aprendió a tocar la canción principal de la película Titanic. Y cada día de la semana, el ala improvisada de la prisión se convertía en un renacimiento evangélico.

Un pastor rasgueaba una guitarra vieja y los conducía en himnos. Cuando cesaban los cantos, se turnaban para confesar los actos de violencia que habían cometido, su tentación de regresar, su gratitud por haber sido salvados.

“Hace 16 años yo era como ustedes, muchachos”, dijo el pastor, con la guitarra apoyada contra su vientre. “Es un milagro que haya sobrevivido”. Varios comenzaron a llorar sin previo aviso.

El sicario, cuyos crímenes superaron con creces los de los demás, era el líder natural. Se convirtió en una figura paterna para el grupo e hizo cumplir su voluntad empuñando un gran palo de madera.

Finalmente, los jóvenes se ganaron la confianza de sus guardianes y se les permitió un nivel de autonomía casi cómico.

A principios de 2019 ya estaban ejecutando su propia seguridad, bloqueando y desbloqueando la entrada prohibida para los visitantes, monitoreando las idas y venidas en la sala.

Algunos incluso comenzaron su propio negocio, lavando los autos del gobierno.

La policía sabía que los riesgos eran grandes, al igual que la posibilidad de fracaso. Pero su confianza creció día a día.

Capella, el jefe de policía, se jactó del cambio que había tenido en su interior el sicario. Un diputado dijo que el sicario saldría libre con una hoja de antecedentes penales limpia.

“Hemos logrado lo que nos propusimos lograr”, dijo Capella.

 

La desintegración

Sin embargo, la desintegración llegó antes de lo esperado. Después de más de un año en el programa, Capella consiguió un nuevo trabajo como jefe de policía en el estado de Quintana Roo.

Con su partida, el programa de protección de testigos perdió a su administrador. Era caro y estaba fuera de los libros. Nadie quería supervisar el proyecto.

Los jóvenes continuaron asistiendo a sus citas en la corte, el pastor seguía apareciendo y la novia del sicario dio a luz a su segundo hijo, una niña. Pero la energía poco a poco comenzó a desvanecerse.

Casi la mitad de los testigos se habían ido. Algunos habían terminado sus apariciones en la corte y se fueron por su propia voluntad.

Otros se habían salido, contentos de arriesgarse a la sentencia de muerte que les esperaba en la calle. Muchos se habían acostumbrado a la idea de una muerte prematura. Para ellos, el programa fue un breve respiro.

El sicario habló menos sobre lo que vino después. En verdad se había acostumbrado a la instalación. Le gustó el respeto de los guardias, los fiscales y sus compañeros testigos. Era un santuario del mundo exterior.

Afuera no sólo se preocupaba por el cártel y por una vida huyendo, también temía la tentación de que, a pesar de todo lo que había hecho por cambiar, terminara justo donde comenzó.

“Sé que ser liberado y volver a formar parte de la sociedad es más difícil que estar encerrado aquí”, dijo después de una sesión de oración. “La verdad es que prefiero estar aquí, con dolor, que allá afuera por mi cuenta”.

Para el verano de 2019, el programa estaba en mal estado: los platos sucios se apilaron, el agua se acumuló en el piso y los inodoros quedaron sin limpiar. Las luces ya ni siquiera funcionaban correctamente.

“Todo está llegando a su fin”, dijo un día. “Sólo mira a tu alrededor. El mundo está al revés”.

Ahora estaba prácticamente solo. Únicamente quedaba otro testigo. Sus amigos venían periódicamente para fumar mariguana o escuchar música en la oscuridad. Los usó para enviar mensajes a personas en el exterior, incluidos los traficantes de drogas.

La policía casi había abandonado el programa. La mayoría de los funcionarios estaban felices de verlo vacilar, ansiosos por terminar con la carga.

En el vacío, el sicario volvió a lo que sabía: vender drogas. Mientras aún estaba adentro, reclutó a antiguos testigos que habían abandonado el programa, formando un equipo de traficantes de mariguana.

El pastor se enteró y lo presionó para que se detuviera.

“Me di cuenta de cuántas personas estaba arrastrando a ese destino de nuevo”, dijo el sicario. “Conduje a mis amigos hacia la Biblia, y ahora les estoy haciendo vender drogas”.

Su recaída parecía casi inevitable. ¿Cómo podría el estado esperar cambiar a alguien tan despojado de su humanidad en sólo dos años, con un pastor no remunerado y sin educación como su única fuente de inspiración?

Quizás nunca tuvo la intención de hacerlo. El sicario había ayudado a desmantelar su antiguo cártel, dejándolo en ruinas. Ya no era de mucha utilidad para la policía.

En el exterior, sus enemigos lo verían como débil, y ya no bajo la protección de la policía.

Le gustaba afirmar que su reputación en las calles mantenía a salvo a su familia, pero eso tampoco era del todo cierto. Incluso la policía lo sabía.

El sicario se había suavizado desde que se unió al programa. Se preocupaba por su familia, sus hijos, la perspectiva de una nueva vida. La esperanza era una responsabilidad en su viejo mundo.

Uno de los policías le había advertido sobre su partida.

“No tendrás ninguna oportunidad allí afuera”, recordó que dijo el oficial. “‘Ya no eres la misma persona”.

“Lo hizo bien”, dijo el sicario. “Tenía toda la razón”.

“Lo justo sería que yo muriera”.

En una tarde soleada de agosto, el sicario huyó. Un informante le advirtió que la policía planeaba arrestarlo y presentar cargos. Cierto o no, no desperdició la oportunidad.

Había sido descuidado antes, cuando fue atrapado por primera vez. Pero ahora, después de todas las personas a las que había ayudado a encerrar, significaba una aproximación mucho más cercana a una muerte segura. Lo matarían en el momento en que lo vieran.

Se escapó de las instalaciones y se registró en un pequeño hotel en la carretera. Después de casi dos años bajo protección policial, estaba solo.

Unos días más tarde, el 5 de agosto, un par de pistoleros se hicieron pasar como clientes y llegaron al puesto de tacos de sus padres y le dispararon cuatro veces a su hermano.

Cuando los asesinos huyeron, dejaron una nota: “A ver si todos aprenden de esta manera”.

Los hermanos se parecían, por lo que los pistoleros pudieron haber pensado que habían matado al sicario. Cuando se enteró del tiroteo, deseó estar en el lugar de su hermano.

Su hermano era inocente, insistió la familia. Nunca se había asociado con el crimen organizado. Terminó la escuela secundaria, vivía en casa con sus padres, se había alistado para unirse a las Fuerzas Armadas y tenía previsto salir pronto, dijo su madre.

El sicario sabía que no merecía la libertad. “La justicia para mí”, a veces decía, “sería la muerte”. Pero su hermano era diferente.

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“Cocoa” le hablaba a “La Tuta”, le pedía favores. Yo lo denuncié y Calderón mandó matarme: Lemus

El periodista Jesús Lemus Barajas reitera en entrevista con SinEmbargo que el ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa mandó a ejecutarlo en venganza por las publicaciones que hizo sobre la relación de su hermana María Luisa Calderón, “Cocoa”, con Servando Gómez Martínez, conocido como “La Tuta”, líder de Los Caballeros Templarios y también ex líder de La Familia Michoacana. Lemus se salvó “de suerte”, recuerda, pero fue encarcelado injustamente por poco más tres años.

Ciudad de México, 17 de diciembre (SinEmbargo).- “Ahí te lo encargo. Dale pronto y lo tiras al río”, son las palabras que Jesús Lemus Barajas no olvida; esa fue la instrucción que espetó el comandante Luis Carrillo cuando –después de privarlo de la libertad– lo entregó al grupo delictivo Los Zetas para que lo asesinaran. Fue en mayo de 2008. La orden venía del entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa, asegura el periodista, ahora desplazado.

Frente a la detención en Estados Unidos del ex Secretario de seguridad pública, Genaro García Luna por sus presuntos vínculos con el narcotráfico y luego que ex Presidente Felipe Calderón negó conocer la red de su subordinado, el periodista Jesús Lemus dice en entrevista con  SinEmbargo que el ex Mandatario miente, y reitera su acusación que Felipe Calderón mandó a ejecutarlo en venganza por las publicaciones que hizo sobre la relación de su hermana Luisa María de Guadalupe Calderón Hinojosa –también conocida como “Cocoa”– con Servando Gómez Martínez, alias “La Tuta”.

“La hermana del ex Presidente Felipe Calderón le hablaba [a “La Tuta”] para pedirle favores, para que candidatos de elección popular fueran apoyados por el narco. Yo comienzo a publicar este tipo de relación y entonces se viene una venganza del ex Presidente Calderón, donde él ordena mi ejecución, de tal forma que un comandante de la policía ministerial me busca y me secuestra.

Lemus se salvó “de suerte”, dice, pero fue encarcelado injustamente por poco más tres años.

“El ex Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, fue el que orquestó todo, porque él hizo y armó un expediente de cajas y cajas”, añade.

El Gobierno actual, plantea el periodista, debería iniciar inmediatamente una investigación exhaustiva de la red que conformó García Luna, y que el primero que debe de ser indagado es Felipe Calderón porque era su jefe directo.

“Calderón es un farsante, un loco, un mitómano. Es increíble que quiera que nos traguemos la mentira que él no sabía lo que hacía el secretario de seguridad pública, por supuesto que sabía y tan lo sabía que cuando yo estaba en Puente Grande, tenía de vecino de celda al  ‘El Grande’, José Enrique Villarreal Barragán, el jefe de los sicarios  de los Beltrán Leyva, y de la voz del ‘El Grande’ escuché las versiones de cómo era la relación de Felipe Calderón, a través de Genaro García Luna, no solamente con el Cártel de Sinaloa, sino con el Cártel de Los Zetas, con el Cártel del Golfo, de La Familia Michoacana”, asegura.

Ayer, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, aseguró que su Gobierno no iniciará investigaciones en contra de Genaro García Luna, Secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón Hinojosa, por lo que sólo cooperará en la indagatoria que se lleva en Estados Unidos.

El periodista reprochó la postura que ha tomado la Cuarta Transformación. Para el escritor, el mandatario nacional es omiso y falta a su labor de dar seguimiento y combatir la corrupción, lo cual, pone en evidencia – de acuerdo con el periodista– que el Jefe del Ejecutivo tiene “compromisos”.

“[AMLO] es un Presidente que nos queda a deber mucho en el sentido que combate a la corrupción, porque tiene de antemano servido por Estados Unidos a García Luna, ya lo tiene en bandeja de plata, para jalar el hilo de la corrupción y ese hilo puede llegar mucho muy lejos, no solo al Presidente Calderón, puede trascender al Presidente Fox; pero el Presidente López Obrador tiene miedo, o tiene los compromisos más grandes, que es casi lo mismo. […] volvemos a lo mismo, la mafia del poder que decía AMLO que la iba a combatir, pues creo que –esa mafia– se lo está comiendo”, comentó el informador.

LA HISTORIA

Era el año 2008, el segundo del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa. La ofensiva de Gobierno federal contra “los cárteles de la droga”, llamada “Guerra contra las Drogas”, había sido declarada un año y medio antes, justo en el estado de Michoacán, donde Lemus Barajas ejercía su labor de periodista.

Lemus dirigía un periódico en La Piedad, Michoacán, en donde comenzó a publicar reportajes y notas donde señalaba que entre Gobierno de Felipe Calderón y el Cartel de La Familia Michoacana existía una estrecha relación, concretamente entre Luisa María Calderón, “Cocoa”, y “La Tuta”, quien en ese entonces era Jefe de La Familia Michoacana.

“Es una versión que yo comencé a difundir porque la conozco de fuentes cercanas del narcotráfico, y esa versión posteriormente es referida por ‘La Tuta’ en uno de sus videos público que están prohibidos en Youtube. Ahí dice que la hermana del Presidente Felipe Calderón le hablaba para pedirle favores para que candidatos de elección popular fueran apoyados por el narco. Yo comienzo a publicar este tipo de relación y entonces se viene una venganza del ex presidente Calderón, él ordena mi ejecución, de tal forma que un comandante de la policía ministerial, –bajo las órdenes de Carlos Zamarripa Aguirre Zamarripa, Procurador de Justicia de Guanajuato–, me busca, se me secuestra”, cuenta.

El 7 de mayo de 2008 ocurrió la privación de la libertad de Lemus Barajas en el municipio de Cuerámaro, en el estado de Guanajuato. El comandante Luis Carrillo realizó la captura, cuenta el periodista.

“El comandante Luis Carrillo me lleva y me entrega a un grupo de Los Zetas para que me ejecuten en Guanajuato, es obvio que era una orden que bajó de Felipe Calderón, a través de su amigo el Gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Olivas Ramírez; ese personaje es el que me manda secuestrar para que me desaparezcan y para que me ejecuten y me entregan al grupo de Los Zetas. […] donde claramente lo escuché y son palabras que nunca se me van a olvidar, cómo le dijo: ‘ahí te lo encargo, dale pronto y lo tiras al río’. Esas palabras no se olvidan”, narra el periodista.

La organización Reporteros Sin Fronteras, al enterarse de la desaparición de Lemus, actuó de inmediato y emitió un comunicado donde alertada que el periodista lleva varias horas desaparecido y exigía su presentación con vida.

“Eso fue lo que a mí me salvó la vida, porque realmente la intensión era matarme, pero cuando aparece el comunicado de RSF, el comandante va y me recoge de la casa de seguridad”, añade.

Las primeras 72 horas de su detención en la Policía Ministerial de Guanajuato, Lemus fue sometido a tortura. “Un policía me dijo que me había salvado de pura suerte”, afirma

Al periodista le imputaron falsos cargos de delincuencia organizada y supuestamente por narcotráfico, y fue encarcelado.

“Me mandaron a la cárcel estatal de Guanajuato unos días y de ahí trasladan. Argumentado que soy un reo de máxima seguridad, me llevaron a la cárcel federal de Puente Grande donde pasé tres años preso, ahí estuve con los delincuentes más peligrosos de México de aquel tiempo, como Rafael Caro Quintero, ‘El Mochaorejas’, Mario Aburto, Alfredo Beltrán Leyva, incluso ‘El Grande’”, destaca.

Jesús Lemus fue recluido bajo cargos que jamás se demostraron. El Ministerio Público jamás entregó ni una sola prueba contra el comunicador. Tres años después, se demostró su inocencia y quedó en libertad.

“Considerando que no hay ningún elemento de juicio que señale siquiera la duda de que estuviera relacionado en hechos de narcotráfico o de delincuencia organizada, [Jesús Lemus Barajas] queda exonerado de toda acusación y se le dicta sentencia absolutoria”, expone la sentencia absolutoria dictada el 11 de mayo de 2011.

El comunicador está convencido que fue el ex Presidente Calderón fue quien ordenó su privación de la libertad, y posterior arresto. “De nadie más pudo haber venido la orden. Yo no tenía ni la más mínima relación con el Gobernador de Guanajuato, como para que él me haya mandado a su Policía Ministerial”.

Lemus Barajas se convirtió en escritor. Su estancia en prisión la canalizó a seguir su instinto de periodista y ahí entrevistó a criminales más peligrosos, entrevistas y pasajes que ha revelado en diversos libros, sin embargo, ahora vive desplazado, pues tuvo que dejar su estado por inseguridad y amenazas.

El escritor inició un proceso contra el Estado mexicano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para exigir una disculpa pública y la reparación integral del daño.

El proceso ante las instancias internacionales sigue en curso de acuerdo con el periodista. “En la Corte Interamericana estamos están pidiendo la información e informes al Estado”.

Los informes fueron requeridos a diversas dependencias, entre ellas a la extinta Procuraduría General de la República (PGR), ahora Fiscalía General de la República. También al penal Puente Grande, en este caso un informe sobre las condiciones de su reclusión; al Gobierno de Guanajuato sobre la captura detención: al Juzgado Segundo Penal de Guanajuato, que de primera instancia lo sentenció a 20 años de prisión, que después fue revocada en tercera instancia.

Además, han pedido un información a la Comisión Nacional de Derechos Humanos para que explique del por qué no razón no intervino en su momento, ya que el afectado interpuso al menos tres quejas sobre la violación a sus derechos humanos, pero el organismo nunca intervino.

El periodista explica que fue hasta el arranque de la actual administración de Andrés Manuel López Obrador, (AMLO) que se acercó a la CEAV para iniciar el proceso a fin de demandar la reparación integral del daño por la violación a sus derechos humanos.

“Ahí es donde estoy pidiendo que se habrá una investigación contra todos los posibles responsables de su ilegal detención, secuestro y encarcelamiento, y sobre todo que se determine y quede sentado de dónde vino la orden de matarme”, dice.

Y añade: “Yo no me había acercado porque no tenía confianza en el Gobierno de Enrique Peña Nieto, no hice ningún movimiento. Lo comencé hacer hasta que empezó López Obrador porque vi que había mejores condiciones al planteamiento del seguimiento a las personas que me encarcelaron”. Además señala directamente al Juez Segundo de lo Penal de Guanajuato, al ex Gobernador de Guanajuato, al Procurador Zamarripa.

A más de ocho años de demostrar que fue encarcelado injustamente, Jesús Lemus no ha visto la justicia e incluso ni siquiera cuenta con su calidad de víctima de manera oficial, mientras que los que orquestaron su captura continúan en cargos públicos. “Son funcionarios, no han perdido su calidad de funcionarios públicos, siguen actuando impunemente, trabajando como si nada hubiera pasado a mí me destrozaron la vida y a mí destrozaron la vida y ellos siguen operando con la máxima comodidad”, asegura.

El periodista destaca que el Presidente López Obrador tiene la oportunidad histórica demostrarle al pueblo que va verdaderamente contra la corrupción,  e iniciar una investigación del caso García Luna y sus nexos, sin embargo, tal parece no quiere hacerlo, y con ello, queda a deber a la nación.

“Debe de tomar acción, no nada mas dejar que EUA juzgue a García Luna. AMLO tiene la posibilidad de hacer historia y hacer esa Cuarta Transformación que tanto ha clamado; pero no quiere hacerlo, se niega a indagar la relación de García Luna, y eso no nos deja ver más que los grandes compromisos que tiene el Presidente López Obrador, que al final de cuentas es lo mismo. […] Creo que el Presidente López Obrador tiene miedo que el caso García Luna vaya a salpicar a varios de sus funcionarios , a varias de las gentes que están muy cercanas a él (AMLO) […] Estamos ante una encrucijada donde el Gobierno va a salir muy mal de todas formas porque si hace algo contra la corrupción pues se da un balazo en el pie y sino hace pues pierde popularidad”, concluye.

Por Sugeyry Romina Gándar

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Mantiene Estados Unidos mismo nivel de alerta para Quintana Roo

Cancún.- El Departamento de Estado de los Estados Unidos actualizó hoy sus alertas de viaje, dejando a Quintana Roo sin cambios, en el nivel 2, mismo que aplica en cerca de la mitad de los estados mexicanos.
De forma regular, el gobierno estadounidense revisa el nivel de alerta que designa para cada país, acción que ocurrió hoy, sin que se le modificara en nada al nivel de alerta o al mensaje que acompaña la sección de Quintana Roo.

En el mensaje, se alerta de actividad criminal, incluido homicidio. Aunque la mayoría de los casos son luchas internas entre grupos rivales, sí han llegado a zonas frecuentadas por turistas. Por este motivo, se mantiene la categoría 2 (de una escala del 1 al 4), para “extremar precauciones”.
No hay restricción alguna para viajar a estos ciudadanos o a empleados del gobierno estadounidense.
Desde que Estados Unidos abandonara su anterior sistema de “warnings” por el actual de niveles de alerta, hace cerca de tres años, Quintana Roo se mantiene en nivel 2.
Únicamente cuando ocurrió una explosión en un ferry de Barcos Caribe, o cuando se dio la balacera en el Blue Parrot, se incluyó una mención especial en esta alerta del gobierno estadounidense, sin que cambiara el nivel.

EUA no tiene restricciones para que sus ciudadanos viajen a QRoo

*Mexico Travel Advisory*
*Estado de Quintana Roo – Nivel 2: ejercicio de mayor precaución*

La actividad criminal y la violencia, incluido el homicidio, ocurren en todo el estado. La mayoría de los homicidios parecen ser objetivos; sin embargo, los asesinatos de organizaciones criminales y las batallas territoriales entre grupos criminales han resultado en crímenes violentos en áreas frecuentadas por ciudadanos estadounidenses. Los espectadores han resultado heridos o muertos en incidentes de disparos.

*No existen restricciones de viaje para los empleados del gobierno de los Estados Unidos en el estado de Quintana Roo, que incluyen áreas turísticas en: Cancún , Cozumel, Isla Mujeres, Playa del Carmen , Tulum y la Riviera Maya.*

https://travel.state.gov/content/travel/en/traveladvisories/traveladvisories/mexico-travel-advisory.html

_*Última actualización 17 de Diciembre 2019*_

Refuerza Pedro Joaquín lazos de cooperación y amistad con representantes del Consulado de Estados Unidos

• Recibe el Presidente Municipal a la recién nombrada Jefa Consular de los Estados Unidos en Mérida, Caroline Amberger, con quien reafirmó lazos de amistad y cooperación en beneficio de los cozumeleños y turistas estadounidenses que visitan Cozumel

• En la reunión, resaltan el trabajo que realiza Pedro Joaquín para la atención y seguridad de los turistas, al igual que consolidar a Cozumel como destino líder en arribo de cruceros, lo que favorece la economía de la población cozumeleña

• Caroline Amberger agradece el apoyo que el Presidente Municipal brinda a la agente consular en Cozumel, Terri Barnhart-Ocejo, para garantizar la seguridad de los ciudadanos norteamericanos

Cozumel, Quintana Roo, a 17 de diciembre de 2019.- El Presidente Municipal, Pedro Joaquín Delbouis, recibió a la recién nombrada Jefa Consular de los Estados Unidos en Mérida, Caroline Amberger, quien estuvo acompañada por la agente consular en Cozumel, Terri Barnhart-Ocejo, con quienes reafirmó lazos de amistad y cooperación en beneficio de los cozumeleños y turistas estadounidenses que visitan Quintana Roo, particularmente la isla.

Este primer acercamiento tuvo lugar en el Palacio Municipal, con la finalidad de intercambiar experiencias, exponer visiones y fortalecer el contacto directo con el Ayuntamiento de Cozumel, que preside Pedro Joaquín, de quien se destacó el trabajo que realiza para la atención y seguridad de los turistas y consolidar a Cozumel como destino líder en llegada de cruceros, lo que favorece la economía de la población cozumeleña.

“La reunión fue fructífera, las representantes del Consulado que nos visitaron reafirmaron su compromiso de contribuir con la actual administración para el próximo año 2020, brindando el apoyo necesario con la actividad turística, y así mantener el sano desarrollo de la isla”, resaltó Pedro Joaquín Delbouis.

Por su parte, la Jefa Consular de los Estados Unidos en Mérida, Caroline Amberger, agradeció el apoyo que el Presidente Municipal brinda a la agente consular en Cozumel, Terri Barnhart-Ocejo, para garantizar la seguridad de los ciudadanos estadounidenses, quienes siempre son recibidos de una manera muy cálida y cordial.

Agregó que la junta permitió reforzar lazos de amistad y cooperación con la representación consular de Estados Unidos y el municipio, además de hacer énfasis en que la actual administración mantiene a Cozumel en un constante progreso como un destino turístico, con altos estándares de estabilidad y atención para los visitantes y locales.

A su vez, el Director de Turismo y Desarrollo Económico, Pedro Hermosillo López, subrayó que con estas acciones se mantiene un trabajo mucho más cercano con el Consulado de Estados Unidos, considerando que Cozumel es el principal puerto de arribo de cruceros en el Caribe, en el que “en un día fuerte, pueden llegar hasta 30 mil visitantes, siendo más de la mitad de origen norteamericano”, expresó.

Tulum es mucho más grande que cualquier circunstancia negativa que pudiera enfrentar: Víctor Mas Tah.


*Se reúne con el Fiscal General del Estado y afiliados a la Coparmex Riviera Maya.
*Analizan temas relacionados con la seguridad y otros aspectos sociales.
*2020 será el año de la consolidación económica y turística de Tulum, afirma.
TULUM, 17 de Diciembre de 2019.-“Tulum es mucho más grande que cualquier circunstancia negativa que pudiera enfrentar, ya que se trabaja para el 2020 sea el año de la consolidación económica y turística del municipio”, afirmó el presidente municipal en reunión que sostuvo con los afiliados a la Confederación Patronal de República Mexicana (Coparmex) Riviera Maya, en donde estuvieron presentes el Fiscal General del Estado, Oscar Montes de Oca Rosales y el Director General de Seguridad Pública y Tránsito Municipal, Jesús Pérez Abarca.
Ante los empresarios que encabeza Marc Pujol Folch, precisó que el ánimo de mucha gente que está aportando ideas positivas a Tulum, permitirá enfrentar de manera exitosa los problemas y llevar al municipio a un crecimiento sano, con mejores servicios y mayor seguridad para garantizar la estabilidad de las inversiones.
Después de escuchar los problemas que enfrenta los inversionistas establecidos en Tulum, como es la inseguridad, la invasión de predios, alumbrado público y otros temas, resaltó que el municipio cuenta con una corporación policial fortalecida debido al Mando Único al firmar un convenio con el estado, también por la capacidad de coordinación con los cuerpos de seguridad estatales y federales.
Víctor Mas Tah, señaló que los retos para el año 2020 es la de construir instalaciones para el C4, otorgar más prestaciones al personal de seguridad pública, cubrir vacantes y continuar con la capacitación del personal y en el presente año se ha invertido en prestaciones al personal de seguridad pública al adquirir pólizas de seguros para las patrullas y de vida para el personal de la Dirección General de Seguridad Pública y Tránsito Municipal.


Por su parte, el Fiscal General del Estado, Oscar Montes de Oca Rosales, señaló a los afiliados a la Coparmex que promuevan una cultura de la denuncia, con el propósito de que las autoridades policíacas cuenten con elementos para perseguir el delito en coordinación con otras autoridades de diversos niveles.
Por último, precisó que con el apoyo de las policías estatal, municipal y Guardia Nacional, se garantizará la seguridad de los habitantes de Tulum, así como de los turistas nacionales y extranjeros, por ello, deben tomar en cuenta la necesidad de presentar las denuncias correspondientes ante las autoridades de la Fiscalía General del Estado.

Consigue FGE sentencia de 11 años de prisión a imputado por violación en grado de tentativa

*El sentenciado también pagará una multa por $53, 359

Chetumal.-La Fiscalía General del Estado de Quintana Roo, informa que como resultado de la investigación realizada y datos de prueba alcanzados con herramientas y equipos científicos, fiscales especializadas en delitos sexuales consiguieron una sentencia condenatoria de 11 años de prisión en contra de Enrique “N”, por el delito de violación en grado de tentativa, en perjuicio de una persona menor de edad de identidad reservada.

La Fiscalía Especializada contra la Libertad Sexual y el Libre Desarrollo de la Personalidad a través de sus fiscales, en la audiencia de individualización de sanciones y reparación del daño, además de obtener 11 años de prisión en contra del sentenciado, también lograron que se aplique una multa de $53, 359 así como $15, 000 por la reparación del daño en su aspecto material y moral.

Los hechos ocurrieron en mayo de este año, en un domicilio del municipio Bacalar Quintan Roo al momento que la víctima del delito se cambiaba de ropa, ocasión que aprovechó el acusado para intentar abusar de ella, sin lograr su objetivo.

La Fiscalía General del Estado agotará todos los recursos de investigación jurídica y científica necesarios para obtener que los jueces en el estado de Quintana Roo otorguen condenas justas en contra de quienes quebrantan la ley y vulneran los derechos de las víctimas.

…Comunicado emitido por Comunicación Social de la FGE.