Capella- Pagina 3

‘Son pseudo empresarios’, dice Capella ante acusaciones en su contra

RUBÉN TORRES

CANCÚN, Q. ROO.- Jesús Alberto Capella Ibarra, secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo calificó a través de un mensaje de twitter a Chakib Naif I. Al Boustany, Adrián Nicolae Cosmin y Florian Tudor como “pseudo empresarios”, quienes en una carta abierta publicada en medios denunciaron extorsiones y persecución en su contra por parte del funcionario.

En la misiva pública, Al Boustany, Nicolae Cosmin y Florian Tudor, ciudadanos de origen rumano, denunciaron estar sometidos a presiones por Capella Ibarra desde el año pasado, junto con las corporaciones preventivas municipal y estatal, con respaldo de la delegación de la Fiscalía General de la República (FGR) e incluso de la Secretaría de Marina.

De acuerdo con los tres rumanos, estos hechos impactan a “empresarios y hombres de negocios en Quintana Roo”, actos que constan en la carpeta de investigación asentada en la delegación de la FGR: FED/FECC/UNAI-QR/0000287/2019 y afectados por ello con 67 millones de pesos por saqueo y 150 millones de pesos en afectaciones laborales.

Los denunciantes aseguran que Capella Ibarra se ostenta como el director del Mando Único y que fue en diciembre de 2019 cuando inició el acoso en su contra, pero en particular contra Florian Tudor, de acuerdo al contenido de la carta desplegada y dirigida a los tres Poderes de la Unión, estatales y comisiones de Derechos Humanos, entre otros.

En respuesta, el director de la Secretaría de Seguridad Pública, quien asumió el cargo de manos del gobernador Carlos Joaquín el 26 de septiembre de 2018, publicó en un twitter, como es su costumbre, lo siguiente:

“NINGUNA amenaza, campaña perversa (como la de los pseudo empresarios de hoy), ataque político, campaña mediática orquestada y financiada por intereses oscuros, IMPEDIRA que cumplamos con nuestra responsabilidad institucional siempre apegados al marco jurídico vigente…”.

Por lo tanto serán las autoridades federales, en este caso la FGR, al frente de Alejandro Gertz Manero, quien determine si la investigación asentada en su delegación en la entidad, es atraída o queda en manos de la Fiscalía General de Quintana Roo, dependiendo en qué sentido emita su opinión jurisdiccional.

Fuente

El día que Alberto Capella usó a letal sicario para atrapar a miembros de un cartel, según narra el The New York Times

Por Julio César Solís

CANCÚN, MX.- El periódico The New York Times, uno de los emblemáticos de Estados Unidos y el mundo, publicó un reportaje de investigación sobre el sicario más letal del cártel Guerreros Unidos, y que tras ser detenido en el estado de Morelos, formó parte de un programa ‘improvisado’ de testigos protegidos, implementando por Jesús Alberto Capella Ibarra.

El entonces titular de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) de esa entidad, estableció una estrategia distinta que consistía en brindar protección a integrantes de grupos criminales a cambio de obtener información para la detención de líderes y desmantelamiento de cárteles.

Hoy, Alberto Capella encabeza la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Quintana Roo.

Por ser de interés público, a continuación se reproduce el texto íntegro del NYT, difundido el pasado 14 de diciembre:

 

“Me convirtieron en un monstruo”, dice el sicario más letal de Guerreros Unidos

AZAM AHMED Y PAULINA VILLEGAS / THE NEW YORK TIMES

JOJUTLA, Morelos.– Los reclutas ingresaron a un claro, donde un grupo de entrenadores estaba parado en una fila cerrada, ocultando algo.

“¿Cuántos de ustedes han matado a alguien antes?”, preguntó uno de los instructores. Algunas manos se levantaron.

Los entrenadores se separaron, dejando ver un cadáver desnudo tirado sobre la hierba. Uno de ellos puso un machete en la mano del joven que estaba más cerca.

“Desmiembra”, le ordenó.

El recluta se congeló. El instructor esperó, luego se acercó detrás del aterrado recluta y le disparó en la cabeza. Después le pasó el machete a un adolescente larguirucho mientras los demás lo miraban atónitos.

El adolescente no dudó. Le ofrecieron la oportunidad de demostrar que podía ser un asesino, un sicario, y la aprovechó. Una oportunidad de dinero, poder y, lo que más ansiaba, respeto. Ser temido en un lugar donde el miedo era moneda.

“Quería ser un psicópata, matar sin piedad y ser el sicario más temido del mundo”, dijo mientras describe la escena.

Al igual que los otros reclutas, un cártel de drogas conocido como Guerreros Unidos lo había enviado a un campo de entrenamiento en las montañas.

Imaginó ejercicios de campo, carreras matutinas, prácticas de tiro. Ahora, parado sobre el cuerpo, sólo estaba tratando de reprimir el impulso de vomitar.

Cerró los ojos y golpeó a ciegas. Para sobrevivir, necesitaba mantener el rumbo. El entrenamiento haría el resto: purgarlo de miedo y de empatía.

“Se llevaron todo lo que me quedaba de humano y me convirtieron en un monstruo”, dijo.

En pocos años se convirtió en uno de los asesinos más mortales en el estado de Morelos, un instrumento de los cárteles que destrozan la nación.

Confesó que, para 2017, con apenas 22 años, había participado en más de 100 asesinatos. Las autoridades han confirmado casi dos docenas de ellos tan sólo en Morelos.

 

Testigo protegido

Cuando la policía lo atrapó ese año, podría haber enfrentado más de 200 años en prisión. Pero en lugar de enjuiciarlo, las autoridades vieron una oportunidad para dividir al cártel desde adentro.

Lo convirtieron en la pieza central de una operación policial que desmanteló al cártel en el sur de Morelos, lo que resultó en el arresto y condena de docenas de sus agentes.

Para los investigadores, él era una mina de oro, un libro de referencia completo sobre la industria de asesinatos en el estado. Para el sicario, el gobierno era un salvavidas.

Por supuesto, el sistema legal de México no fue creado para este tipo de acuerdo.

La nación tiene sólo un programa oficial para protección de testigos, a nivel federal, y pocos realmente confían en él. Las fugas, la corrupción y la incompetencia lo han dejado en ruinas.

El jefe de la policía en Morelos en ese momento, Alberto Capella, quería un programa de protección de testigos que funcionara, uno que pudiera usar para aplastar el crimen organizado en su estado.

Así que simplemente creó uno clandestino, una estrategia improvisada que los exfuncionarios de justicia describen como una extensión legal.

Pero si trabajar alrededor de los límites de la ley era la única forma de combatir el flagelo del crimen organizado, pensó Capella, parecía un pequeño precio a pagar por la justicia.

“Teníamos que intentar algo”, dijo Capella, quien sobrevivió a atentado años antes, endureciendo su resolución. “No podíamos simplemente sentarnos allí y no hacer nada”.

El paso del sicario, de asesino a sueldo a testigo estatal, ofrece una rara visión del mundo de los asesinos en México y hasta dónde llegarán las autoridades para detenerlos.

Violencia sin control

Hoy se producen más asesinatos en México que en cualquier otro momento de las últimas dos décadas, cuando la nación comenzó a recopilar estadísticas de homicidios.

Los cárteles luchan entre sí por el control de la venta local de droga y las rutas de contrabando hacia Estados Unidos, mientras que las fuerzas armadas de México luchan contra todos ellos.

La violencia es la peor desde que comenzó la guerra contra las drogas respaldada por Estados Unidos hace 13 años, y asesinos como el citado en este artículo encarnan la crisis, ya que son responsables de una parte desproporcionada de asesinatos en todo el país.

Los asesinatos se han vuelto tan comunes, tan esperados, que el país se ha vuelto cada vez más insensible a ellos.

Cada año que pasa trae niveles récord de violencia, con expresiones más desgarradoras de la misma, y ​​las instituciones están tan mal equipadas para detener la marea que Capella sintió que no tenía más remedio que inventar una solución alternativa al estado de derecho quebrantado del país.

El trato fue simple: el sicario testificó contra sus antiguos camaradas y jefes, detallando el funcionamiento interno de un cártel notoriamente despiadado. A cambio, podía caminar libre, sin enfrentar ningún cargo.

Sin papeleo. Sin firmas. No hay legislación que autorice un programa de protección de testigos en el estado. Sólo un acuerdo de caballeros, tal y como los involucrados lo llamaron.

“No había nada en qué pensar”, recordó el sicario. “No quería pasar toda mi vida en prisión”.

A principios de 2019, el método de Capella demostró ser tan valioso que la policía erigió un programa de testigos aún más grande a su alrededor, reclutando a más de una docena de secuaces del cártel.

Juntos, sus testimonios llevaron a 100 condenas y ayudó a reducir los homicidios, secuestros y extorsiones en el estado, al menos por un tiempo, dijeron las autoridades.

Incluso, cuando la violencia se disparó en todo México, cayó en el sur de Morelos.

En todo el país, casi 100 personas fueron asesinadas todos los días, a menudo de maneras horribles que extendieron los límites de la imaginación humana. Menos del 5 por ciento de esos casos fueron resueltos.

Con tasas de condena tan deprimentes, Capella sintió que México prácticamente estaba emitiendo licencias para matar.

Su programa, explícitamente autorizado por la ley o no, era una oportunidad para hacer lo que cientos de otros oficiales sólo podían soñar: identificar y encerrar a los asesinos que estaban impulsando la crisis de homicidios del país.

El poder sin control del crimen organizado se exhibió por completo en octubre, cuando cientos de hombres armados del Cártel de Sinaloa sitiaron la ciudad de Culiacán a plena luz del día, obligando al gobierno a entregar una figura notable del cartel: el hijo de Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante conocido como El Chapo, y lo soltó, de vuelta al inframundo.

Poco después, un cártel diferente mató a tiros a nueve madres y niños mormones, otro recordatorio inquietante del número de víctimas civiles inocentes. Como consecuencia, el presidente Trump amenazó con designar a los cárteles como grupos terroristas.

Capella sabía muy bien que su propia solución a los cárteles era peligrosa, particularmente porque dependía de la desagradable perspectiva de liberar a un prolífico asesino.

“Es algo que pocos se han atrevido a hacer”, reconoció el jefe de policía, “pero vale la pena el riesgo”.

Pero nadie, y menos el sicario, esperaba cómo terminaría el acuerdo.

Capella se mudó a otro trabajo a casi mil 600 kilómetros de distancia, y el programa colapsó lentamente.

Sin mandato legal o apoyo oficial, este año cedió debido al cambio en los vientos políticos. Algunos de los testigos se fueron y volvieron a la vida del crimen. Al menos uno fue asesinado.

El sicario se quedó hasta el verano, cuando temeroso de que la policía lo entregara a sus enemigos del cártel, huyó.

Los pistoleros no estaban muy lejos. Su hermano, que irónicamente evitó el crimen y se alistó en las Fuerzas Armadas, fue asesinado días después.

Sus padres encontraron una nota adjunta al cuerpo: esto es lo que sucede con los soplones, advirtió.

“Así es como funcionan las cosas en México”, dijo el sicario, que pidió que no se usara su nombre para la seguridad de su familia, mientras huía. “Y quiero que el mundo lo vea”.

 

Cómo se hace un sicario

Los jefes del cártel se agruparon en un pequeño grupo, burlándose de él. Podría robar, incluso pelear, pero no matar, dijeron. No tenía el corazón.

Se rieron, empujándolo para ver qué tan lejos llegaría. Sabía que era una prueba.

Tenía 17 años y trabajaba para Guerreros Unidos, un cártel que operaba en varios estados y traficaba heroína a Estados Unidos. De inmediato se distinguió por ser inteligente y naturalmente violento.

Respondió bruscamente. No sabían de lo que era capaz, dijo. Y en verdad, él tampoco.

Sus compañeros narcos señalaron calle abajo a dos hombres jóvenes, un par de objetivos involuntarios.

Se fue hacia ellos, preguntándose si sus jefes tenían razón: que no era capaz de asesinar a mansalva.

Luego, como si alguien más estuviera controlando sus movimientos, sacó un pequeño cuchillo de su bolsillo y, sin previo aviso, cortó la garganta del joven más cercano a él.

Mientras escupía la sangre, recordó, enterró su miedo, decidido a demostrar que era despiadado, la esencia de un sicario.

“Me bloqueé, mis propias emociones, y me dije a mí mismo que alguien más lo estaba haciendo”, dijo.

Más tarde descubrió que los dos hombres eran inocentes, y todo parte de un juego que sus jefes estaban jugando. No habían esperado que él realmente matara a nadie.

Cuando se corrió la voz y el brillo de admiración vino de amigos y conocidos, su culpa disminuyó. Nadie lo volvería a cuestionar. Ahora estaba en el camino, brutal e inmutable, para convertirse en un asesino profesional.

“Les gustó eso”, recordó. “Y a partir de ahí se me abrió una nueva carrera”.

En más de una docena de entrevistas, el sicario dijo que su infancia fue normal, incluso buena. Sus padres estaban juntos. Le enseñaron a cuidar a los demás.

“Me enseñaron valores, principios”, dijo.

Alto y delgado, con una cara redonda y ojos encapotados. Una vez soñó con jugar futbol profesional, pero se saltó la escuela para pasar el rato con una pequeña pandilla, fumando mariguana y peleándose.

Un tiempo siguió a su padre al trabajo, uniéndose a él en sus rondas para la compañía de agua local. Por un tiempo pensó en hacer una vida de tal trabajo, aunque fuera mundano y mal pagado.

Entonces su padre se quedó sin empleo, hundiendo a la familia en la ruina financiera. Su madre comenzó a trabajar desde el anochecer hasta el amanecer por pocos pesos.

Con creciente resentimiento, observó la humillación y la baja remuneración del trabajo diario, mientras los mafiosos locales ganaban mucho dinero disfrutando de un respeto que bordeaba el miedo.

“Fue entonces cuando elegí vivir día a día”, dijo. “Me convertí en un criminal”.

Se abrió camino robando y vendiendo drogas, buscando a Guerreros Unidos. Los líderes notaron su ambición. Después de ese primer asesinato, el líder del cártel le ofreció un puesto en el campo de entrenamiento de sicario.

Era 2012 y la guerra de México contra las drogas estaba en su sexto año. La violencia había alcanzado máximos históricos cuando los militares salieron a las calles para combatir el crimen organizado y los cárteles lucharon entre sí por la supremacía.

El asesinato se convirtió en una forma de mensaje, un espectáculo de sadismo: cuerpos colgados de puentes, cortados en pedazos, depositados en plazas públicas. Cada escena espeluznante del crimen como una advertencia, una forma de decir que la violencia del cártel no conocía límites.

A medida que el mercado de drogas se agitó, con nuevos jugadores subiendo y bajando, los campos de entrenamiento se convirtieron en academias para los ejecutores de la industria. El sicario vio una oportunidad.

Dijo que durante seis meses vivió en austeridad con docenas de otros hombres en las montañas del sur de México, donde conoció el terror, el hambre y el frío. En todas partes sintiendo el espectro de la muerte.

Cazaron y mataron a miembros del cártel rival y, en algunos casos, otros fueron asesinados por sus propios entrenadores por desobedecer las órdenes o mostrar dudas, dijo.

Recordó que los alumnos que se enfrentaron a los instructores fueron colgados de los árboles y utilizados para la práctica de tiro, una afirmación que los expertos en cárteles consideraron plausible.

Saber que podría morir por no seguir las órdenes, ya fuera para matar a un granjero, cortar un cuerpo o torturar a un amigo, era todo el incentivo que necesitaba para hacer lo impensable. Al menos así lo justificó.

“Me convirtieron en un animal”, dijo.

Pero detrás de cada decisión, cada acto inhumano, había una verdad de la que no podía escapar. Él escogió esta vida. Era lo que él quería.

El negocio del asesinato

En un año ya se había transformado en un asesino experto, probado en batalla y sin tener ni 20 años cumplidos.

Después del campo de entrenamiento fue enviado a Acapulco, explicó, para luchar contra otros cárteles por el lucrativo mercado de drogas en los distritos turísticos.

Un año más tarde regresó, pero a un Morelos muy diferente. Su antiguo jefe había sido abatido a tiros y su antiguo cártel, Guerreros Unidos, casi fue vencido allí, tragado por sus antiguos aliados, Los Rojos.

El sicario ya no tenía un jefe para rendirle cuentas, ni ninguna lealtad en absoluto.

Algunos de sus viejos camaradas habían cambiado de bando y los ganadores subsumieron a los perdedores.

El líder de Los Rojos, Santiago Mazari Hernández, conocido en la calle como “El Carrete”, envió un emisario para reclutar al sicario. Quería que lo ayudara a establecer operaciones de drogas en el sur del estado de Morelos. El pasado era el pasado, dijo.

“Fue unirse a ellos o ser asesinado”, recordó el sicario.

Comenzaron a vender drogas en Jojutla, luego se extendieron a Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Zacatepec, luchando contra otros grupos en las pequeñas ciudades del sur de Morelos.

A medida que su negocio se expandió, también lo hizo su influencia, especialmente en el gobierno local. Tenían funcionarios en la nómina, explicó el sicario, para evitar sorpresas como arrestos o incautaciones.

La expansión de las operaciones significó eliminar a la competencia, no sólo de otros cárteles, sino también de delincuentes locales: ladrones, violadores, pequeños traficantes de drogas y soplones. Cualquiera que dibujara el escrutinio policial.

El asesinato rara vez fue por deporte, detalló. Estudiaba detenidamente a sus víctimas e investigaba las quejas en su contra.

Una vez confirmadas, les advertía una última vez para que se detuvieran, principalmente para evitar que llamaran demasiado la atención de las autoridades.

Si no lo hacían, planeaba los asesinatos meticulosamente, llevándolos a cabo sólo con la aprobación de arriba.

“Para matar a alguien, tenía que tener permiso”, explicó. “¿Por qué quiero matar a esa persona? ¿Simplemente porque no me gusta? Así no es cómo funciona.”

Siguió un código, dijo. No reclutaba niños y no dañaba mujeres ni personas trabajadoras si podía evitarlo.

Pero el funcionamiento del crimen organizado rara vez fue ordenado. Él mató a mujeres y civiles inocentes. A pesar de todo lo que se habla de honrar un código, a menudo era sólo eso: hablar. Los negocios siempre fueron lo primero.

The New York Times confirmó muchos de sus homicidios con las autoridades e intentó hablar con las familias de las víctimas en varios casos. Todos se negaron. Habiendo perdido a sus hijas, hijos y padres por el cártel, temían represalias.

De todas las personas que el sicario mató en su carrera de cinco años, sólo unas pocas lo atormentan. Una en particular.

Fue durante una operación de rutina, recordó, cuando sus jefes lo mandaron a eliminar a un grupo de secuestradores locales. Al llegar, explicó, encontró a un estudiante universitario con ellos.

El sicario dijo que al instante supo que el estudiante era inocente: la expresión de terror en su rostro, su lenguaje corporal, incluso su ropa.

Siguiendo el protocolo, el sicario ató a todos y llamó a su jefe. Quería dejar ir al joven. No estaba afiliado. No había necesidad de matarlo. Pero el jefe dijo que no. Cualquier testigo era una responsabilidad.

Mientras el niño rogaba por su vida, el sicario miró hacia otro lado y le dijo que lo sentía antes de cortarle el cuello.

“Ese estudiante todavía me persigue”, dijo, llorando. “Veo su rostro, ese niño rogándome por su vida. Nunca olvidaré sus ojos. Fue el único que me miró de esa manera”.

 

Traición y captura

A veces, en la oscuridad, la madre del sicario se arrodillaba en silencio junto a su cama, susurrándole mientras dormía. Ella sabía que su hijo trabajaba para los cárteles, incluso sin saber exactamente su función.

“Deja de hacer eso”, recordó haberle dicho una noche. “Tu Dios no puede salvarme”.

A finales de 2016 se había vuelto insensible a la muerte, buscando objetivos con una indiferencia mecánica. La vida le importaba aún menos, incluida la suya.

Recibió un ascenso, lo que trajo un salario más alto, más responsabilidades y la envidia de los demás. Todavía trabajaba para “El Carrete”, que dirigía el cártel de Los Rojos, pero estaba más paranoico y por una buena razón.

Cuanto más profundo descendía al inframundo, más entendía las pequeñas rivalidades entre los líderes. Sus vidas estaban llenas de desconfianza. El trabajo así lo exigió.

Le dijeron que matara a los miembros de su propio equipo, pues los líderes temían que se volvieran demasiado influyentes o indisciplinados. Dijo que mató a tantos que comenzó a reconsiderar a quién contrataba.

“Casi nunca recluté dentro de mis círculos de amistad”, dijo. “Reclutaría al tipo que quisiera dinero fácil”.

Pero eso lo dejó vulnerable, incapaz de confiar en su equipo. Resultó ser su ruina.

En mayo de 2017, la policía detuvo a uno de sus socios. Para evitar la prisión, les ofreció al sicario.

El 15 de mayo, el compañero traidor llamó al sicario. Tenían trabajo qué hacer, le dijo. Afuera había mucha luz, horas de trabajo extrañas para ellos, pero había una emergencia, le explicó su compañero.

Se encontraron en una casa de seguridad y se fueron juntos, dirigiéndose hacia sus motocicletas estacionadas calle abajo. El sicario escuchó a la policía antes de verlos, el chirrido de los neumáticos, los motores acelerados. Todo terminó en menos de un minuto.

Se maldijo durante el camino a la estación. Se preguntó si la tonta suerte sólo lo había salvado todos estos años.

En la estación en Jojutla, un pequeño edificio blanco frente a la prisión local, los comandantes de la policía confiscaron su teléfono. Contenía suficiente evidencia para encerrarlo de por vida.

Mientras estaba sentado y esposado a una silla, los oficiales vieron un video que había grabado en su teléfono. Era uno de sus múltiples “trabajos”.

La policía llamó a su madre, quien se negó a creerles. Sí, ella sabía que su hijo era un criminal, recordó. Pero ella se negó a creer que él fuera un asesino, hasta que un oficial la obligó a ver una entrevista en la que su hijo confesó sus innumerables homicidios.

“Nunca le enseñamos estas cosas”, dijo, sollozando. “No aprendió esa malicia de nosotros. Le dimos amor y apoyo”.

La policía comenzó a sumar lo que sabían, comenzando con varios homicidios que se le adjudicaban. Enfrentó 240 años de prisión sólo por ellos.

Pero el jefe de policía, Alberto Capella, se había cansado de las herramientas y ambiciones limitadas del estado. Forenses descuidados, oficiales corruptos e investigaciones al azar dejaron pocos casos resueltos.

Anteriormente había sido jefe de policía en Tijuana, donde en 2007 la prensa local lo apodó “Rambo” por luchar contra docenas de asesinos de cárteles en una batalla que terminó con su hogar perforado por cientos de balas.

Ahora, como comandante en Morelos, quería resultados. Mientras el sicario se sentaba en una silla de vinilo rasgada en el recinto, uno de los agentes de Capella explicó el acuerdo.

El sicario testificaría contra sus antiguos camaradas, detallando los muchos asesinatos que habían cometido. Pero en lugar de describir al sicario en la corte o en los archivos del caso como uno de los asesinos o conspiradores principales, las autoridades estatales lo enumeraron como testigo, alguien sin una participación real en el crimen.

El sicario, que entonces tenía 22 años, acordó vivir en un edificio al lado de la prisión, para su propia protección, y para que pudiera ser trasladado a audiencias públicas.

Las autoridades estatales no lo acusaron de ninguno de los asesinatos y decidieron esperar hasta que terminara de testificar. Entonces, podrían decidir cómo procesarlo, si es que lo hacían.

Por ley, se supone que los casos de narcotráfico en México deben ser manejados a nivel federal, por una división encargada de investigar el crimen organizado.

El grupo puede usar sus poderes de negociación para convencer a los testigos de que se presenten, aunque pocos lo hacen.

A nivel estatal no existe tal programa y ​​los funcionarios a menudo han encontrado sus propias formas de perseguir la justicia, a veces al violar la ley por completo.

Muchos han mantenido detenidos a sospechosos durante años antes del juicio como una forma de castigo, sabiendo que no tenían la evidencia de una condena.

Otros han optado por una solución más brutal: el asesinato extrajudicial de presuntos delincuentes.

Capella intentó un enfoque muy diferente: buscar condenas en los tribunales y desarrollar un nuevo conjunto de reglas para asegurarlas.

Cansado del débil estado de derecho de México, Capella decidió crear su propia versión.

Sus métodos poco ortodoxos y su actitud sin complejos le han traído controversia y muchos enemigos. El actual gobierno de Morelos lo acusó de malversación de fondos en un asunto separado, lo que niega rotundamente.

Algunos exfuncionarios de justicia en México consideran que su programa de protección de testigos es un tramo, y que funciona bien fuera de las normas legales.

Otros dicen que es tan inusual que no están del todo seguros. Incluso los funcionarios estatales en Morelos que apoyaron el programa reconocieron que funcionaba en un área gris de la legalidad, aunque, como Capella, lo llamaron legal, defendible y altamente efectivo.

“Prefiero cometer un gran error que ser culpable de inacción”, dijo Capella. “México está cansado de esta parálisis institucional”.

“Es un milagro, sobreviví”

Durante cinco años, el sicario vivió como dos personas diferentes: el hijo que dejó víveres para su madre y que tuvo un bebé con su novia, y el “monstruo”, como se llamaba a sí mismo, que mataba por unos cientos de dólares a la semana.

Después de su arresto, la pared entre ellos comenzó a resquebrajarse. Explicó que sufrió lo que parecían episodios psicóticos, noches sin dormir llenas de voces extrañas y sombras colapsando sobre él. Sabía que no merecía lástima, sólo culpa. Y se consoló un poco pensando en eso.

“Estaba a punto de volverme loco”, dijo. “Me pasaba dos o tres días llorando”.

Finalmente, un pastor, un convicto reformado y sin educación, vino a verlo. Al principio, al sicario le preocupaba que el hombre fuera un espía enviado por sus enemigos. Finalmente comenzó a hablar con él y, en poco tiempo, apenas pudo detenerse.

El pastor fue tomado por sorpresa por el torrente de confesiones que el sicario hizo cuando se entregó a la Biblia, con el mismo fervor que alguna vez tuvo para la violencia; una conversión tan común que es casi un cliché en el mundo de las pandillas y los cárteles.

“Esa otra persona está muerta”, dijo el sicario como si, con la repetición, se hiciera realidad.

Encontró un nuevo propósito en el confinamiento, ayudando a resolver casos sin resolver, testificando contra integrantes de cárteles y allanando el camino para unas dos docenas de condenas.

La policía dijo que vieron una verdadera transformación en él, aunque también tenían sus propios motivos para creerlo.

Para octubre de 2018, la policía había ampliado el programa para incluir una docena de testigos cooperantes.

Sin otro lugar donde ubicarlos, las autoridades alojaron a los jóvenes justo al lado de la cárcel que albergaba a los miembros del cártel contra los que estaban testificando.

Cada pocas semanas, la policía los trasladaba a los tribunales para proporcionar pruebas en los casos.

Los testigos dormían en colchones delgados en el suelo, comían en una mesa de plástico rota y se sentaban en sillas despojadas de sus espaldas. Grandes bañeras azules rebosaban de agua utilizada para bañarse y enjuagarse.

Hubo pequeñas comodidades: un televisor, un microondas y un teclado eléctrico en el que el sicario aprendió a tocar la canción principal de la película Titanic. Y cada día de la semana, el ala improvisada de la prisión se convertía en un renacimiento evangélico.

Un pastor rasgueaba una guitarra vieja y los conducía en himnos. Cuando cesaban los cantos, se turnaban para confesar los actos de violencia que habían cometido, su tentación de regresar, su gratitud por haber sido salvados.

“Hace 16 años yo era como ustedes, muchachos”, dijo el pastor, con la guitarra apoyada contra su vientre. “Es un milagro que haya sobrevivido”. Varios comenzaron a llorar sin previo aviso.

El sicario, cuyos crímenes superaron con creces los de los demás, era el líder natural. Se convirtió en una figura paterna para el grupo e hizo cumplir su voluntad empuñando un gran palo de madera.

Finalmente, los jóvenes se ganaron la confianza de sus guardianes y se les permitió un nivel de autonomía casi cómico.

A principios de 2019 ya estaban ejecutando su propia seguridad, bloqueando y desbloqueando la entrada prohibida para los visitantes, monitoreando las idas y venidas en la sala.

Algunos incluso comenzaron su propio negocio, lavando los autos del gobierno.

La policía sabía que los riesgos eran grandes, al igual que la posibilidad de fracaso. Pero su confianza creció día a día.

Capella, el jefe de policía, se jactó del cambio que había tenido en su interior el sicario. Un diputado dijo que el sicario saldría libre con una hoja de antecedentes penales limpia.

“Hemos logrado lo que nos propusimos lograr”, dijo Capella.

 

La desintegración

Sin embargo, la desintegración llegó antes de lo esperado. Después de más de un año en el programa, Capella consiguió un nuevo trabajo como jefe de policía en el estado de Quintana Roo.

Con su partida, el programa de protección de testigos perdió a su administrador. Era caro y estaba fuera de los libros. Nadie quería supervisar el proyecto.

Los jóvenes continuaron asistiendo a sus citas en la corte, el pastor seguía apareciendo y la novia del sicario dio a luz a su segundo hijo, una niña. Pero la energía poco a poco comenzó a desvanecerse.

Casi la mitad de los testigos se habían ido. Algunos habían terminado sus apariciones en la corte y se fueron por su propia voluntad.

Otros se habían salido, contentos de arriesgarse a la sentencia de muerte que les esperaba en la calle. Muchos se habían acostumbrado a la idea de una muerte prematura. Para ellos, el programa fue un breve respiro.

El sicario habló menos sobre lo que vino después. En verdad se había acostumbrado a la instalación. Le gustó el respeto de los guardias, los fiscales y sus compañeros testigos. Era un santuario del mundo exterior.

Afuera no sólo se preocupaba por el cártel y por una vida huyendo, también temía la tentación de que, a pesar de todo lo que había hecho por cambiar, terminara justo donde comenzó.

“Sé que ser liberado y volver a formar parte de la sociedad es más difícil que estar encerrado aquí”, dijo después de una sesión de oración. “La verdad es que prefiero estar aquí, con dolor, que allá afuera por mi cuenta”.

Para el verano de 2019, el programa estaba en mal estado: los platos sucios se apilaron, el agua se acumuló en el piso y los inodoros quedaron sin limpiar. Las luces ya ni siquiera funcionaban correctamente.

“Todo está llegando a su fin”, dijo un día. “Sólo mira a tu alrededor. El mundo está al revés”.

Ahora estaba prácticamente solo. Únicamente quedaba otro testigo. Sus amigos venían periódicamente para fumar mariguana o escuchar música en la oscuridad. Los usó para enviar mensajes a personas en el exterior, incluidos los traficantes de drogas.

La policía casi había abandonado el programa. La mayoría de los funcionarios estaban felices de verlo vacilar, ansiosos por terminar con la carga.

En el vacío, el sicario volvió a lo que sabía: vender drogas. Mientras aún estaba adentro, reclutó a antiguos testigos que habían abandonado el programa, formando un equipo de traficantes de mariguana.

El pastor se enteró y lo presionó para que se detuviera.

“Me di cuenta de cuántas personas estaba arrastrando a ese destino de nuevo”, dijo el sicario. “Conduje a mis amigos hacia la Biblia, y ahora les estoy haciendo vender drogas”.

Su recaída parecía casi inevitable. ¿Cómo podría el estado esperar cambiar a alguien tan despojado de su humanidad en sólo dos años, con un pastor no remunerado y sin educación como su única fuente de inspiración?

Quizás nunca tuvo la intención de hacerlo. El sicario había ayudado a desmantelar su antiguo cártel, dejándolo en ruinas. Ya no era de mucha utilidad para la policía.

En el exterior, sus enemigos lo verían como débil, y ya no bajo la protección de la policía.

Le gustaba afirmar que su reputación en las calles mantenía a salvo a su familia, pero eso tampoco era del todo cierto. Incluso la policía lo sabía.

El sicario se había suavizado desde que se unió al programa. Se preocupaba por su familia, sus hijos, la perspectiva de una nueva vida. La esperanza era una responsabilidad en su viejo mundo.

Uno de los policías le había advertido sobre su partida.

“No tendrás ninguna oportunidad allí afuera”, recordó que dijo el oficial. “‘Ya no eres la misma persona”.

“Lo hizo bien”, dijo el sicario. “Tenía toda la razón”.

“Lo justo sería que yo muriera”.

En una tarde soleada de agosto, el sicario huyó. Un informante le advirtió que la policía planeaba arrestarlo y presentar cargos. Cierto o no, no desperdició la oportunidad.

Había sido descuidado antes, cuando fue atrapado por primera vez. Pero ahora, después de todas las personas a las que había ayudado a encerrar, significaba una aproximación mucho más cercana a una muerte segura. Lo matarían en el momento en que lo vieran.

Se escapó de las instalaciones y se registró en un pequeño hotel en la carretera. Después de casi dos años bajo protección policial, estaba solo.

Unos días más tarde, el 5 de agosto, un par de pistoleros se hicieron pasar como clientes y llegaron al puesto de tacos de sus padres y le dispararon cuatro veces a su hermano.

Cuando los asesinos huyeron, dejaron una nota: “A ver si todos aprenden de esta manera”.

Los hermanos se parecían, por lo que los pistoleros pudieron haber pensado que habían matado al sicario. Cuando se enteró del tiroteo, deseó estar en el lugar de su hermano.

Su hermano era inocente, insistió la familia. Nunca se había asociado con el crimen organizado. Terminó la escuela secundaria, vivía en casa con sus padres, se había alistado para unirse a las Fuerzas Armadas y tenía previsto salir pronto, dijo su madre.

El sicario sabía que no merecía la libertad. “La justicia para mí”, a veces decía, “sería la muerte”. Pero su hermano era diferente.

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Congreso le da 5 días a Capella para resolver tema de inseguridad en las carreteras, pero enseguida se arrepienten

Chetumal.- La denuncia de los constantes asaltos en el tramo carretero de Bacalar a Tulum en la vía federal 307, causó polémica en los integrantes de la XVI Legislatura, pues mientras unos querían hacer un exhorto al presidente de México, otros solicitaban que se hiciera al gobernador del Estado, unos más hasta solicitaron de destitución del secretario de Seguridad Pública, Jesús Alberto Capella Ibarra y que le daban cinco días para solucionar el problema.
Fue en la Sesión No. 24 del Primer Periodo Ordinario de Sesiones del Primer Año de Ejercicio Constitucional de la H. XVI Legislatura, llevada a cabo hoy martes, donde se subió la propuesta de enviar un exhorto a la Guardia Nacional, al Ejecutivo Estatal, al secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo y a los 11 ayuntamientos, para que garanticen la seguridad de los ciudadanos.
El primer “atorón” que tuvieron los diputados fue si el exhorto debería de aprobarse como de “obvia y urgente resolución” o si se turnaba a comisiones para que fuera analizado a profundidad y en otra sesión se discutiera en el pleno. Sin embargo, al solicitar la votación, 16 legisladores votaron a favor de urgencia y obvia resolución y seis se manifestaron en contra.
Posteriormente, se votó la modificación al punto de acuerdo para adicionar a los órganos operativos de seguridad pública; al secretario federal de Seguridad y Protección Ciudadana, y al Seguridad Pública de Quintana Roo para que, en el uso de sus atribuciones, tomen las medidas necesarias y, sin comprometer su estrategia, se informe a la legislatura; además de la Guardia Nacional y a los 11 Ayuntamientos.

Los votos a favor fueron mayoría con 20 votos a favor y dos en contra; así que se declaró aprobada la modificación.
Lili Campos Miranda (PAN) y Carlos Rafael Hernández Blanco (PRI) fueron los legisladores que votaron en contra.
Por último, se votó el acuerdo ya con la modificación incluida, pues se quitó de la redacción del documento el exhorto al Ejecutivo Estatal y el plazo de cinco días para que el Secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo informase sobre la situación de los asaltos en la carretera 307 en el tramo de Bacalar a Tulum. La proposición fue aprobada por mayoría con 21 votos a favor y uno en contra.

Antros, oficinas de los delincuentes

Por Saraí Reyes

CANCÚN, MX.- El titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Quintana Roo,Alberto Capella Ibarra, admitió que la autoridad difícilmente puede tener el control de los hechos que se dan al interior de bares o discotecas e, incluso, afirmó que algunos de ellos se han convertido en oficinas de los delincuentes.

Lo anterior tras la desaparición de Maximiliano Gonzáles Rojas, el 27 de octubre, cuando se encontraba en el antro Distrito Cavana.

El jefe policíaco lamentó el silencio de los propietarios de ese tipo de establecimientos.

“No tengo yo ninguna denuncia de algún propietario que me diga tengo un problema en el baño de mi antro”, dijo.

Esto también en el marco del joven regiomontano que fue reportado como desaparecido en la discoteca Palazzo, el pasado 11 de Julio y que hasta la fecha nada se sabe de él.

“Esto nos genera una complicación mayor, se da en espacios que tienen un control privado, en un contexto que es muy difícil para la autoridad tener cierto control; desafortunadamente estos tipos de giros negros, algunos de ellos se han convertido en las oficinas de delincuentes”, refirió.

Por ello, advirtió: “ya de una vez por todas hay que poner orden, en lo privado y en lo público”.

Alberto Capella adelantó que junto con los propietarios de estos negocios diseñarán los controles que sean necesarios para poder saber por lo menos quiénes entran y quiénes salen, y con ello evitar que esas tragedias se sigan repitiendo.

El funcionario estatal subrayó que la SSP hace todo lo necesario para dar con el paradero de los jóvenes, coadyuvando con la Fiscalía General del Estado (FGE) con la parte tecnológica y espera tener los resultados muy pronto.

Finalmente, expuso que es una cuestión muy compleja de atender, en virtud de que, lamentablemente todos los días dado el consumo de alcohol en los jóvenes, “se avientan un proceso que dura hasta días y llega información relevante de que no aparecen a mediodía, en la tarde o en la noche, pero a los días siguientes aparecen con una cruda determinante”. (Noticaribe)

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Dan de baja a 100 elementos policiacos por negarse a adaptarse a nuevos cambios

COZUMEL, MX.- Para el secretario de Seguridad Pública del Estado, si bien son más los elementos que cumplen a cabalidad con su labor, siguen quienes se oponen a cambiar sus malas prácticas. Debido a ello, se han dado unas 100 bajas. Aclaró que más que por corrupción o vínculos con el crimen organizado es porque no aplican de manera correcta los protocolos.

“Sobre todo hay que cambiar las actitudes de algunos compañeros policías que las siguen regando en algunas ocasiones, pero afortunadamente hay un compromiso importante para que no exista ese fenómeno de impunidad; hay que cuidar la imagen de la isla para que siga creciendo el turismo”, señaló Jesús Alberto Capella Ibarra.

Dijo que son casos que ocurren, no solo en la isla, sino en todo el estado, y que pueden ser de elementos municipales, federales o estatales. Sobre si son por actos de corrupción o abuso, dijo que a veces son porque no se aplican los protocolos como es debido y por eso se han ido más de 100. Cada queja que reciben es atendida. Dijo que es bueno grabar cuando hay incidentes, pero no hay que sacar de contexto los videos o incluso querer humillar a los elementos.

“Hay por ahí circulando un video, tampoco estoy de acuerdo con la intromisión de terceras personas que no están siendo parte de la Policía; es una persona increpando a la autoridad, lo que les resta autoridad, imaginen que fuera un delincuente; por una parte, tenemos a la sociedad exigiendo acciones contundentes y, por otro lado, hay ciertos actores que quieren amedrentar el ejercicio judicial”, subrayó.

Por eso cree que está bien que tanto ciudadanos como elementos graben cuando ocurre algún incidente. Considera que hay que recordar a la gente que los policías están para servirle.

“Cozumel es un ejemplo importante de ambientes adecuados y de tranquilidad; no podemos bajar la guardia, todavía hay que seguir apretando, seguimos teniendo algunos problemas, seguimos con la profesionalización de la Policía de aquí del municipio; debo reconocer la voluntad de trabajo conjunto, compromiso y determinación del presidente municipal, del Gobierno del Estado y de las fuerzas federales”, dijo respecto a la situación que vive la ínsula, donde hay menos inseguridad.

La tendencia es de cerca del 40% menos de incidencia delictiva, y asegura que probablemente tendrá una reducción importante una vez que se instale la tecnología, “con las cámaras y todo lo que está planteado en los próximos meses, vamos a convertir a la isla en un laboratorio muy importante en términos de seguridad y ahorita vamos a seguir con fortalecer el recurso humano, que es con lo que contamos”.

Recordó que hace unas semanas entregaron patrullas que les hay ayudado a reducir los tiempos de respuesta a las llamadas del 911.

Adelantó que en la reunión de seguridad iban a tocar el tema de una banda que opera en Cozumel a la que llevan siguiendo hace semanas, pero dijo que no daba más adelantos para no alertar a nadie.

Finalmente opinó sobre los atentados contra elementos de las corporaciones en todo el país. Dijo que es un tema lamentable y que manda las condolencias a las familias de sus compañeros, pero que la diferencia con otras entidades es que en Quintana Roo no hay impunidad, porque se agarra a los responsables. “El que se mete con un policía de Quintana Roo se mete con todos”. (Agencia SIM)

#Purga: 39 elementos, Incluidos mandos, serán dados de baja de la Policía Estatal, anuncia Alberto Capella.

Felipe Carrillo Puerto.- Una purga al interior de la Secretaría de Seguridad Pública se realizará esta semana, 39 oficiales, incluidos mandos medios serán dados de baja, anunció el Secretario de la SSP, Alberto Capella Ibarra.

La mayoría será dado de baja de la corporación por pérdida de confianza, además de no pasar los exámenes de control de confianza en la Policía Estatal.

Alberto Capella estuvo en Felipe Carrillo Puerto para entregar al cuerpo policiaco de equipo de trabajo.

Ante el presidente municipal y sus regidores y el jefe policiaco de esta ciudad, Lorenzo Hau Chuc, Capella Ibarra criticó que el sueldo de los 192 policías sea de apenas 3500 pesos a la quincena y dijo que buscará los mecanismos para ayudar al municipio a elevar los sueldos que trascienda el trienio del alcalde.

A través de Sefiplan y del Congreso del Estado, representado en ese evento por el diputado Luís Fernando Chavez Zepeda, de la Comisión de Seguridad, buscarán la manera de dignificar el sueldo policiaco.

-¿Cuando cuesta el seguro de vida de un policía comandante?

– 50 mil pesos, contestó Lorenzo Hau Chuc.
– Eso no se ve en ningún lado solo acá.
Se comprometió a buscar que el seguro de vida de los 192 policías de la base de Carrillo Puerto ascienda a a un millón 500 mil pesos como lo tienen los policías estatales.

El equipamiento entregado por el secretario de seguridad pública consta de 40 chalecos balísticos, 25 cascos balísticos, 20 equipos antimotín, 20 escudos antimotín, 50 esposas metálicas, 40 bastones retráctiles, 25 goggles, 25 lámparas led, 100 fornituras, 30 forros de casco, 45 bastones pr24, 50 pares de botas y 150 uniformes.

En este evento que se llevó a cabo en los patios del Palacio Municipal el alcalde José Esquivel anunció que se entregará un lote titulado a cada uno de los 192 policías.

Estuvieron presentes, Luis Fernando Chávez Cepeda diputado de la XVI legislatura del congreso del estado y presidente de la comisión de seguridad pública, David Pedrosa Vázquez Capitán de Navío, jefe de sección III de la zona naval, Federico Rojas Soriano Capitán II de infantería representante de la comandancia de la 34va zona militar, Marco Antonio Mejía Juárez titular de la estación de la policía federal en el municipio, así como regidores, secretarios, directores, jefes de área y trabajadores de la comuna local.

Anticipa Capella cambios operativos en Tulum y Bacalar

Chetumal.- La cobertura policiaca en Bacalar se ha quedado atrás en comparación al crecimiento poblacional, por lo que próximamente será reforzada, igual que en Tulum, en donde debe evitarse que se derrame la inseguridad desde Solidaridad, afirmó el secretario de Seguridad Pública, Jesús Alberto Capella Ibarra.
Entrevistado después de su comparecencia en el Congreso del Estado, el jefe policiaco indicó que se han identificado a siete grupos, de los que ha habido detenciones en cinco. Esto incluye a los colombianos, con base de operaciones en Chetumal, y cuyo líder está exhibido en carteles públicos, aunque sabe de la llegada de otros elementos en el norte del estado.
También existe el Cartel Jalisco Nueva Generación, con presencia en Quintana Roo de hace años, en el trasiego de drogas, y que tiene conflicto por el control territorial de las narcotienditas con los Bonfileños (“Cártel de Cancún) y con los Pelones; así como con el Cártel del Golfo, exclusivamente en Solidaridad.
Cuestionado sobre las pruebas en las que se basó para acusar de prestanombres al asesinado inspector estatal Archi Llama, comentó que ya se acordó que el fiscal, Oscar Montés de Oca, será quien lo aborde próximamente.
Negó que haya querido denostar la imagen de un compañero que ya perdió la vida, pero defendió lo dicho, pues tenía que presentar una hipótesis para evitar la “confusión” debido al video difundido por los delincuentes en donde el agente hacía una serie de acusaciones, amenazado.
Sobre la recompensa de un millón de pesos ofrecida por el asesinato de otro policía, indicó que saldrá de recursos de la Secretaría de Finanzas y Planeación, luego de que se acordara entre ellos, la Fiscalía y el gobernador del Estado.
Rechazó que a los anteriores policías asesinados se les hubiera valorado menos, sino que en otros casos se tenían evidencias de quiénes habían sido, algo que ahora no es así, además que existe el riesgo de que se transforme en una situación recurrente, por lo que se tomó esta decisión drástica.
Sobre policías dados de baja, indcó que son 91, y sumarían 120 si se añaden aquellos que renunciaron por verse bajo investigación. Actualmente hay un control del 80% del personal y ya se revisan “ciertas situaciones que nos generan ruido”, en conjunto con la Fiscalía.
Sobre el helicóptero “Águila 1”, indicó que cuesta 2 millones de pesos mensuales su operación, monto que esperan reducir con la adquisición de un segundo helicóptero el año próximo, para así no trasladarlo de norte a sur.
De su comparecencia, opinó que fue muy respetuosa y productiva, llevándose varias inquietudes a las que les dará respuesta a futuro.

De Villatoro, quien le pidió la renuncia si no daba resultados, dijo que fue una reacción de molestia ante una serie de argumentos que no le parecieron.
“Todos estamos en el mismo barco, tenemos una responsabilidad. Así como nosotros tenemos la obligación de ser transparente, quienes reciben una dieta tendrán que rendir cuentas de ello”, añadió.

El Congreso se pone a las órdenes de Capella

Chetumal.- Alberto Capella conquistó a los 25 diputados, incluidos los 9 morenistas, quienes apoyaron al secretario en sus labores de seguridad. Se pusieron a sus órdenes, pues.

Los diputados Hernán Villatoro y Roberto Erales quisieron dar una máscara de críticos y fueron apabullados por el tijuanense.

La comparecencia del Secretario de Seguridad Pública en Quintana Roo, Jesús Alberto Capella Ibarra transcurrió sin sobresaltos, pues el titular en la materia llegó a exponer lo que se ha alcanzando en estos doce meses de su gestión.

Ante la Comisión de Seguridad Pública y Protección ciudadana, que preside el diputado morenista, Luis Fernando Chávez Zepeda, Capella Ibarra amplió los datos del III Informe de Gobierno de Carlos Joaquín González, donde los diputados presentes coincidieron en trabajar de manera coordinada con el Secretario para solucionar los problemas de inseguridad que afectan a Quintana Roo.

Destacó que es nula la agresión a turistas a pesar de que se tiene a 20 millones de turistas al año, más 5 millones que llegan vía cruceros, por eso el reto de atender a esta población y los quintanarroenses.

“Si se compara con otros destinos, es significativo la inexistencia de daño a turistas. El cuidado a los visitantes es de prioridad. Policía Quintana Roo permite trabajar en entornos seguros. Con estándares de calidad muy altos. Además de la Capacitación; y que la policía trabaja de manera coordinada con las dependencias federales”, aseveró.

Capella Ibarra dijo que son diez los ejes de acción prioritarios: Coordinación operativa, Capacitación, Dignificación policial, Tecnología al servicio de la policía, Régimen disciplinario, Seguridad social, Prevención del delito, Comunicación efectiva, Transformación en el sistema penitenciario y Seguridad privada.
Informó que se instalaron 1 mil 800 cámaras en su primera fase; dos arcos con cámaras. en Benito Juárez fueron 1 mil 372 cámaras de vigilancia. “Se crea el departamento de videovigilancia, análisis e inteligencia en octubre 2018. Se han procesado 146 documentos de inteligencia; detención de 110 personas gracias a lo tecnológico, 60 vehículos y 24 armas de fuego”.
También dijo que las llamadas al C4 han sido 2 millones 262 mil 270 llamadas al 911; con 95% de efectividad con el tiempo promedio de canalización es de un 1-30 minutos, en zona urbana es de 10 minutos con 15 segundos, el objetivo de llevarla a los 6 minutos en zonas urbanas. Se tiene un 75% de llamadas falsas.

Salvo Hernán Villatoro Barrios, todos los demás legisladores coincidieron con el Secretario de seguridad Pública: El Congreso de Quintana Roo cerró filas hoy en apoyo a la estrategia de Seguridad Pública que, según datos aportados en su comparecencia por el secretario estatal del ramo Alberto Capella, ha logrado en lo que va del año la detención de 417 personas presuntamente vinculadas al crimen organizado y ha decomisado 263 armas cortas, 57 largas, un lanzagranadas y casi nueve mil cartuchos útiles en operaciones para disminuir los índices de delitos, sobre todo de alto impacto como los homicidios dolosos, los cuales han disminuido 36% en lo que va del año.

Entre los diputados locales que escucharon la comparecencia del secretario de Seguridad Pública como parte de la glosa del Tercer Informe de Gobierno de Carlos Joaquín, el diputado José de la Peña, del Partido Verde, manifestó que la XVI Legislatura cierra filas en apoyo a la estrategia del Mando Único siempre y cuando siga avanzando en abatir los índices delictivos.

Este mismo martes las principales agrupaciones empresariales se manifestaron de la misma forma en un comunicado dirigido a la opinión pública, en el que rechazaron que algunos miembros de partidos políticos y del Poder Legislativo “estén usando a la seguridad y a la justicia para posicionarse, confundiendo con sus declaraciones a la sociedad, tergiversando información y difamando las acciones de las autoridades responsables.
Sobre la responsabilidad que tienen las corporaciones policiacas integradas en el Mando Único, Capella comentó: “es como cambiarle una llanta a un vehículo en movimiento”, en referencia a que la estrategia está enfrentando a grupos criminales con los que gobiernos anteriores habían aceptado pactos que, al cabo de los años, permitieron que esas mafias se fueran apoderando de Quintana Roo. En ese orden informó que en lo que va del año se han detenido a 1,180 personas como posibles responsables de cometer delitos de alto impacto: 58 por homicidio; 28, tentativa de homicidio; 522, tráfico de drogas; 84, robo de vehículo; 458, robo a negocio; 10 por secuestro y 20 por extorsión.

“Son 10 estados los que concentran más de la mitad de los homicidios dolosos del país, entre los que queda excluido Quintana Roo porque, al contrario de la tendencia nacional, se ha reducido aquí este delito 36% en lo que va del año. Como comparación”, añadió el funcionario, “Puebla, en el lugar 10 de este ranking, tiene acumulados de enero a septiembre un total de 764 carpetas de investigación por homicidio, casi el doble de las 453 averiguaciones abiertas en Quintana Roo”. De la misma forma reportó una disminución de 33.3% en el robo de vehículo.
Capella indicó que la fuerza policial del estado es de 5,086 policías, de los cuales 3,645, equivalentes al 71.6%, están desplegados en funciones operativas y preventivas. Ensalzó la coordinación que mantiene con las fuerzas estatales la Guardia Nacional, a través de efectivos del Ejército, Armada de México y la Policía Federal, que en conjunto suman unos 1,500 elementos, aunque consideró que aún no son suficientes debido a que varios destacamentos en Quintana Roo fueron enviados al centro del país desde diciembre de 2018 a fin de concentrarlos para recibir capacitación bajo la nueva estrategia de seguridad nacional.
En cuanto a violencia familiar, que ocupa el más alto índice entre los delitos, la Policía de Quintana Roo ha atendido más de 100 casos diarios en lo que va del año, con un promedio de 3,241 mensuales, principalmente en Benito Juárez, con 17,109 casos; Othón P. Blanco, 8,575 y Solidaridad, 7,700. En este sentido, reportó el funcionario, se ha brindado un promedio mensual de 296 medidas de protección a las víctimas de esta violencia, principalmente niños y mujeres.
Asimismo, como parte de las campañas de prevención contra la violencia y los delitos, el secretario de Seguridad Pública presentó los programas en marcha de Vive Seguro, que busca vincular a las autoridades con la ciudadanía a través de la conformación de Comités de Vigilancia; Alarmas Vecinales, sistema electrónico con tecnología de última generación para la disuasión de delincuentes, que se entregará en algunas colonias; Escuela Segura, programa orientado a fortalecer en las escuelas la cultura de prevención, y Violencia de Género, para atender y dar seguimiento a las recomendaciones de alerta de género en la entidad.

En cuanto al complejo de seguridad C5, el titular de la SSP informó que se encuentra en proceso de construcción su primera etapa por lo cual el C4 sigue operando las 1,232 cámaras de videovigilancia instaladas hasta el momento en 304 puntos de monitoreo inteligente en Cancún, mientras avanzan los trabajos de obra civil para la colocación de otras 200 cámaras en Solidaridad que entrarán en operación de manera parcial en este mes de octubre.

91 policías

91 policías dados de baja

477 policías reconocidos

417 sicarios detenidos, vienen de otros Estados

321 armas de fuego

5086 policías

Quien se mete con los policías se mete con el Congreso. Diputado Gustavo “Biberón” Miranda

Lili Campos: ¿usted cree que el crimen organizado está infiltrado  en la corporación?

-Hace 12 meses si, hay pocos traidores ahora. 

No es facultad del congreso pedir renuncia de Capella. Diputado verde José De la Peña.

Estas fueron algunas de las frases de Capella durante su comparecencia.

“Creo que no presto atención diputado”

“Las preguntas que me hacen son repetitivas”

“Diputada yo le agradezco su participación”

“No se quien  demonios nombró tanto inspector, pero no fui yo”

“Esa es su persecución diputado”

“Y bueno diputado le damos copia de esto, porque ya son las 2  de la  tarde… Le agradezco mucho.

“Yo lamento mucho que muchas de las cosas que nos están preguntando ya han sido reiteradas en un par de ocaciones,  y bueno nos tardaríamos una hora explicando”

“Y aquí diputado, creo que tampoco me escucho. Hablaba del robo de vehículo y el tema de los homicidios”

Hay una enorme confusión diputado en la persona que lo está apoyando,   cuando lo hace decir que estamos privatizando la seguridad”

“No se quien le dice a usted que los sectores policiales no funcionan”

“En cuanto al índice selectivo diputado creo que no me escucho”

No conozco un centro penitenciario qué tenga 10 señor diputado”

“Usted va a dejar de ser legislador en muy poco tiempo”

 

Capella se cree artista como Eugenio Derbez y busca el aplauso

CANCÚN, MX.- El titular de la Secretaría Estatal de Seguridad Pública, Alberto Capella, provocó la hilaridad del staff de un programa de televisión de una cadena nacional al regalar gorras.

Con la leyenda ‘QRoo PD’, que sería Quintana Roo Police Departament (en inglés), Capella acudió al programa “Pisa y Corre” de la cadena ‘Imagen’ para ser entrevistado en su calidad de como ex jefe de la Policía Estatal de Morelos, acerca del caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzonipa.

Antes de la entrevista, Capella regaló gorras a todo el ‘staff’ con la leyenda ‘QRoo PD’.

El jefe policiaco aclaró que el regalo fue para que lo aplaudieran como al actor Eugenio Derbez. (Noticaribe)

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Insiste Capella en qué ejecución de policía no tiene que ver por represalias por su trabajo

No hay antecedente de su situación laboral de los últimos meses que justifique el por qué.

Redacción/ De Peso
CANCÚN.- Luego de que el domingo pasado hallaran el cuerpo del policía estatal levantado el jueves 19 de septiembre en Cancún, Alberto Capella, secretario de Seguridad Pública en Quintana Roo considera que no murió por hacer su trabajo .

Durante una entrevista realizada para el espacio nacional ‘De Pisa y Corre’ compartió: “es un compañero de trabajo que perdió la vida en condiciones que no son aceptables para nadie”.

Sin embargo, “yo tengo una responsabilidad que es la gobernabilidad de una institución muy compleja, de 5 mil 76 policías, que si se van con la idea de que por hacer su trabajo le pasó eso, pues evidentemente genera una inacción que va a afectar a millones”.

“No hay ninguna hipótesis o circunstancia que me diga que fue así”, por lo que aseguró que su muerte no fue por hacer su trabajo, recalcó Capella.

Asimismo indicó que el operativo de ayer, que terminó en balacera en la Supermanzana 50 y detención de dos personas, “es una clara muestra de que no estamos cruzados de brazos”, a pesar de que considera que Archi Yama no fue ejecutado por alguna cuestión laboral.

“No hay situación laboral en los últimos meses que relaciones a algún detenido o algún decomiso importante que justifique el por qué”.

“Los mañosos no son tarugos, saben que cuando el tiro es derecho, cuando hay una autoridad honesta, determinada, valiente, que está haciendo su chamba, no se meten contigo, si les robas, si generas compromisos con ellos y te equivocas de esos acuerdos falsos, claro que te van a romper la progenitora”.